La larga marcha de la emancipación, una reflexión sobre un camino utópico

En Latinoamérica la influencia ejercida por la corriente emancipadora de Paulo Freire, en el campo educativo ha generado importantes desarrollos teóricos, debates, ensayos prácticos, propuestas curriculares y todo un movimiento transformador de la educación. En varios países de Suramérica, con gobiernos progresistas, se ha impulsado el viraje humanizado, incluyente y crítico de la propuesta freiriana. Sin embargo, a pesar de todo el desarrollo teórico de Freire y sus seguidores, todavía en la práctica educativa permanecen afianzados los resabios de la denunciada educación bancaria, tan señalada por Freire. No obstante en este análisis nos limitaremos a reflexionar sobre un aspecto que apreciamos capital. Se trata de la comprensión profunda de la categoría "emancipación". Consideramos que se deben responder algunas interrogantes en torno a su significado histórico y ontológico, y a las cualidades que la definen, así como determinar su posible equivocidad pragmática. Esto responde a la exigencia de claridad conceptual que debe existir entre los propulsores del enfoque emancipador y los auditorios a los que se dirige el mensaje, muchas veces compuesto por docentes que no han tenido un acercamiento previo a esta postura pedagógica y filosófica. En varios eventos (congresos, conferencias, foros, conversatorios), en los que hemos tenido la oportunidad de participar, se aprecia un bloqueo comunicativo entre el lenguaje profundamente académico de los expositores y la comprensión superficial de los oyentes, expresada en un discurso construido a partir de frases repetidas y comunes carentes de significación y vivencia. Entender el significado histórico y ontológico de la categoría "emancipación" podría ser un inicio atinado para quienes deben desarrollar en la práctica este enfoque de vida, más que corriente pedagógica.

El origen etimológico de la palabra emancipación se origina del latín emancipatio y significa "acción de dejar libre". Sus componentes léxicos son: el prefijo ex– (hacia afuera), manus (mano), capere (coger, tomar), más el sufijo -ción (acción o efecto). Ya su misma y compleja lexicografía remite a una emotiva imagen alegórica en la cual alguien toma al oprimido de la mano y lo conduce a su liberación. Quizá podamos pensar en los 120.000 esclavos conducidos por los gélidos Alpes bajo el liderazgo de Espartaco, esperanzados con llegar a Germania y alcanzar su libertad definitiva mientras combatían con furor contra las legiones imperialistas romanas; o también podríamos escuchar el grito cimarrón del Negro Miguel en los montes de Yaracuy, conduciendo hacia su libertad a 180 negros e indios esclavizados en las minas de Buria. Así, desde sus raíces léxicas, la palabra "emancipación" trasciende su subalterna condición de significante y se libera a sí misma para convertirse en significado sin más representación que su propia morfología.

Pero, ¿cómo ha sido entendida la categoría emancipación? Para la Real Academia de la Lengua Española significa acción o efecto de emancipar o emanciparse: Esta definición alude al proceso y al resultado del acto emancipador, dado sobre otro a sobre sí mismo. Esto lo señala el carácter transitivo del verbo infinitivo "emancipar", y la forma reflexiva "emanciparse", entendiéndose como liberar a alguien (emancipar) o a sí mismo (emanciparse) de un poder o dependencia. Vista desde la esfera del derecho contemporáneo, el término se usa específicamente en el sentido de atribución a un menor de edad por parte de sus padres o tutores la totalidad, o la mayor parte de los derechos y facultades civiles, que normalmente conlleva la mayoría de edad. Asimismo, algunas legislaciones conceden la mayoría legal al menor de edad que contrae matrimonio. Esto tiene como antecedente histórico a la institución romana de la venia aetatis, que era concedida por el emperador a los varones mayores de veinte años, por virtud de la cual esos menores de edad disfrutaban de una capacidad semiplena, que les permitía disponer de sus bienes muebles; pero que no les autorizaba para hacer una donación o enajenarlos, sino hasta que alcanzara la mayoría de edad, que en Roma empezaba a los veinticinco años de edad.

Ahora bien, a nosotros interesa el significado de emancipación en su sentido general; es decir, el proceso de búsqueda y consecución de la autonomía y liberación del hombre de toda clase de poder opresor. En este sentido, conviene acercarse al pensamiento de quienes en el transcurso de la historia han hecho de la emancipación un tema relevante. En este sentido, hacemos acopio arbitrario de tres filósofos que consideramos capitales por el poder de influencia ejercido por sus obras. Partimos desde uno de los pensadores más conspicuo de la racionalidad clásica, Platón. Este filósofo esotérico nos ofrece una postura metafísica que marcará una línea de razonamiento que llegará hasta nuestros días. Platón considera la emancipación como un proceso de superación de la falsa realidad cotidiana y material que rodea al hombre y a la sociedad en conjunto. A través del pensamiento racional el hombre puede trascender al topus urano o mundo de las formas perfectas donde las almas de los humanos existen antes de encarnar en el ilusorio mundo material. Emanciparse es adquirir el logos o conocimiento verdadero. Platón propone dos mundos: el material, que resulta ser un espejismo donde el hombre vive condenado, encadenado, prisionero y oprimido por la falsedad, el engaño y la ignorancia; y el mundo de las formas perfectas, más allá del plano físico, que es el mundo verdadero donde viven las almas en comunión con el logos. Emanciparse para Platón es decidir romper las cadenas y salir de la caverna en la que hemos nacido y crecido y a la que creemos como la realidad incuestionable, siendo la misma sólo un reflejo ilusorio del mundo verdaderamente real. Se puede observar en Platón un pensamiento transgresor del sentido común establecido.

Otro pensador que se rehúsa a aceptar el estado supuestamente normal de las cosas es Karl Marx, ubicado en la acera materialista, contrario al idealismo de Platón, Marx denuncia las cadenas que mantiene prisionera a la sociedad a través de la explotación de una clase sobre otra. La clase dominante, capitalista no sólo oprime con las condiciones de trabajo injustas, la apropiación de la plusvalía, la propiedad privada y las relaciones de producción; para Marx existe además otra forma de dominación más eficiente que se desarrolla a través de la alienación de la conciencia del pueblo. La clase dominante establece su superestructura hegemónica y condiciona la forma de pensar, de actuar, de sentir, de desear de cada individuo bajo su régimen. Bajo la cultura capitalista la cultura y el trabajo enajenan al hombre de su esencia, lo cosifican y lo constituyen, así es presa permanente de los designios e intereses de la clase burguesa. En este estado de cosas, la emancipación no se consigue sólo con pensar, es necesario despertar y entender cómo funciona el gran sistema creado por el capital. Una vanguardia entendida debe encender la llama de la revolución e iniciar la lucha de clases, una vez obtenido el triunfo se debe instaurar la nueva hegemonía a través de un Estado justo, común, sin clases sociales ni propiedad privada, y a partir de este estado de cosas el ser social modifica la conciencia del pueblo, sacándolo de la alienación. La emancipación se produce entonces por la vía de la revolución y la lucha de clases, mediada por el proceso de concienciación de los revolucionarios sobre su verdadera realidad. Con Marx la emancipación se mantiene en el plano del mundo físico.

Después de considerar el pensamiento clásico a través de Platón, y el moderno con Marx, veamos que postulaba uno de los filósofos más influyentes del siglo XX sobre el tema de la emancipación. Martin Heiddegger, seguidor de las ideas de Nietzsche, retoma la pregunta originaria de la filosofía, la pregunta por el ser. Heiddegger establece la diferencia ontológica entre el ser (que no se puede definir) y el ente (todo lo que se puede nombrar). En el ser humano, el único ente que se pregunta por el ser, se encuentra esta doble naturaleza, de modo que el hombre es el ser-ahí (Dasein); es decir, el ser dentro del ente humano ubicado en un determinado contexto epocal. El Dasein es "arrojado" al mundo. Viene a la existencia en un mundo que está fuera de su control, un mundo que contiene cosas que el Dasein no ha elegido. Todo lo que el hombre puede hacer ya está definido previamente por su entorno socio-histórico. Los seres humanos no tienen nada de singular. Nadie es un individuo autónomo, libre de elegir su propia manera de vivir, su vida es impersonal.

Ante esta realidad encapsulada el hombre debe hacerse consciente de su finitud, comprender que la inmortalidad metafísica es fábula y que su ser es un ser para la muerte. En este acto de aceptación de la mortalidad el individuo repiensa y redimensiona su existencia. La ansiedad por la certidumbre de la muerte venidera sirve entonces de catalizador para decidir entre las dos formas de vida: una vida inauténtica, controlada por el entorno cultural donde fuiste arrojado, pero que te brinda el consuelo y el refugio de las verdades aceptadas por todos, o en su lugar, direccionar la existencia hacia una forma de vida auténtica, donde encaras a la muerte y te haces responsable de todos tus actos, eliges por ti, hablas por ti, piensas por ti, vives para ti. Al asumir la vida auténtica el individuo se transforma y otorga un cuidado especial a su mundo, de este modo alcanza su emancipación.

En estos tres pensadores encontramos el objeto común de denuncia de un estado de cosas opresor del cual es necesario emanciparse; sin embargo, tanto el agente opresor como la ruta de la emancipación es distinta en cada autor.

Platón se acerca a la filosofía oriental con la creación de dos mundos diferentes: uno material, que esclaviza, oprime y engaña al ser humano y lo mantiene encadenado a una seudo-existencia inferior y finita; y el otro, el mundo espiritual, el mundo del ser real y de los modelos perfectos, más allá de la condena del tiempo y del espacio, es el mundo eterno y permanente en el cual los esclavos alcanzan su libertad. El camino que marca Platón para la emancipación es el pensamiento racional, sólo aquellos que puedan despertar de la seudo-realidad a través del conocimiento tendrán la oportunidad de alcanzar la eternidad. Aquí encontramos signos muy claros de semejanza con la oferta religiosa.

Karl Marx es el hombre de este mundo, quien no se contenta con pensar, sino que apuesta por transformar el estado de cosas existentes. Para Marx no hay dos mundos, sólo uno que debe ser revolucionado. En el mundo de Marx coexisten clases sociales antagónicas que a lo largo de la historia han permanecido en lucha dando origen al desarrollo de la humanidad. Explotadores y explotados se contradicen y se complementan en constante pugna por la prevalencia de una sobre otra. Los explotadores luchan por mantener el estado de cosas que los privilegia, los explotados luchan por alcanzar su emancipación y transformar la realidad que los oprime. La burguesía capitalista, el agente opresor señalado por Marx, es tangible, material, existente; su fuerza y poder avasallador lo utiliza contra los trabajadores o clase mayoritaria que produce los bienes materiales. El camino de emancipación de esta clase vejada es la lucha armada, conducida por una vanguardia con el conocimiento necesario para dirigir la revolución y establecer los cambios del nuevo orden de las cosas. Este cambio debe conducir a estadios superiores de la sociedad, caracterizado por la igualdad de clase y valores más humanos.

A diferencia de Marx, en Heiddegger encontramos un camino hacia la emancipación marcado por la búsqueda individual y no colectiva. Heiddeger también denuncia una realidad opresora, pero él no propone su transformación, tan sólo propone una salida para el individuo al aceptar su propia condición inauténtica e impersonal. El individuo enfrenta su certidumbre de muerte y decide emanciparse despojándose de los condicionamientos de la sociedad a la que pertenece, entonces acuerda vivir dentro del mismo estado de cosas, sólo que conducido por su propia consciencia y no por la consciencia del colectivo. De este pensamiento se nutrieron corrientes posteriores como el existencialismo de Sartre, el deconstruccionismo de Derrida, y el desarrollo teórico de Foucault.

Ahora bien, en el escenario estrictamente pedagógico, vamos a considerar a dos autores contemporáneos capitales que anuncian otra vía para la emancipación, se trata de Paolo Freire y Jacques Ranciere, quienes apuestan por la educación como mecanismo de emancipación. Para Freire existen dos tipos de educación: una, que él llamó "bancaria", la cual torna a las personas menos humanas, en virtud de que las aliena, domina y a su vez contribuye con la opresión; y otra, liberadora, que parte del hecho de la disposición de los seres humanos de querer dejar de ser lo que han venido siendo, con el propósito de ser más conscientes, más libres y humanos. La primera formulación ha sido elaborada e implementada por las clases sociales dominantes; mientras que la educación liberadora debe ser necesariamente desarrollada por todos aquellos que creen que la emancipación de toda la humanidad no solo es posible, sino urgente y necesaria. Pero es claro en la propuesta de Freire que los oprimidos deben ser conscientes de su naturaleza ontológica como seres inacabados que necesitan la educación para alcanzar su plenitud:

"Es en el ser inacabado, que se reconoce así mismo como tal, que se fundamenta la educación como proceso permanente. Mujeres y hombres se tornan educables en la medida en que se reconocen inacabados. No es la educación lo que hace a las mujeres y los hombres educables, es la conciencia que tienen de ser seres inacabados lo que genera su educabilidad" (Freire, 1997: 64).

Freire cree en la comunidad, en la interacción de hombres y mujeres construyendo mediante la dialogicidad el conocimiento que lleva a la emancipación. El diálogo es un encuentro entre personas en el cual ninguna está privada de su palabra, ninguna es manipulada, ninguna es objeto de otra. En este contexto el educador nunca impondrá su verdad, sino que propondrá lo que él estime como mejor en una forma crítica. Vale decir, de tal modo que los educados se sientan desafiados a criticar lo que se les ofrece para supéralo (tornándose así en educadores). En esta óptica la educación no admite la transmisión, en sentido estricto. Una verdadera educación será creación cultural de la cual ambos, educador-educando y educando-educador, salen enriquecidos al enriquecer el mundo.

Por su parte Jacques Raciere ofrece un enfoque distinto en la búsqueda de la emancipación a través de la educación. Este autor plantea, desde una postura con claros rasgos constructivistas y voluntaristas, que gracias a la capacidad innata del hombre para aprender, un individuo bajo la decisión, y ejercicio de voluntad, puede aprender lo que se proponga sin la intervención de una institución educativa, dado que la capacidad del hombre para aprender le permite hacerlo sin intervención de un maestro, tal como se aprende la lengua materna. La emancipación, a través de la educación, para Ranciere se da cuando el individuo es capaz de gestionar su propio proyecto de formación, dejando de lado la estructura jerárquica del aparato educativo, el cual reproduce la estructura del sistema, ya que es en la escuela donde aprendemos la organización escalonada de la sociedad, por ende en el uso de las facultades innatas bajo el designio de la voluntad, encaminadas a aprender, emancipamos nuestras capacidades enquistadas por la estructura rígida del sistema y así también asumiendo el papel de sujetos actuaremos como verdaderos sujetos libres.

Tanto Freire como Raciere consideran a la educación como el proceso idóneo para desalojar las conciencias de los seres humanos de las cadenas alienantes de las sociedades opresoras; sin embargo Raciere, a diferencia de Freire, asume una postura individualista. Centra la responsabilidad de la educación en la voluntad del estudiante, en este proceso el rol tradicional del maestro se disipa y debe actuar sólo como organizador u orientador de las actividades del estudiante. Un docente que explique es un docente que atonta y cierra la oportunidad a la inteligencia del estudiante de encontrar por sí misma la comprensión del objeto de estudio. La emancipación del estudiante se produce cuando su inteligencia sólo obedece a sí misma, una inteligencia que se acerque al mundo sin la mediación del sabio maestro que explique cómo es el mundo, un maestro que sólo enseñe el camino que hay que recorrer sin contaminarlo con su propia sabiduría y este trabajo de guía lo realizará mejor cuando él mismo también emancipado comprenda que enseñará mejor lo que ignora:

...se puede enseñar lo que se ignora si se emancipa al alumno, es decir, si se le obliga a usar su propia inteligencia. Maestro es el que encierra a una inteligencia en el círculo arbitrario de dónde sólo saldrá cuando se haga necesario para ella misma. Para emancipar a un ignorante, es necesario y suficiente con estar uno mismo emancipado, es decir, con ser consciente del verdadero poder del espíritu humano. El ignorante aprenderá sólo lo que el maestro ignora si el maestro cree que puede y si le obliga a actualizar su capacidad... (Raciere, 2003:12)

Raciere transgrede toda la práctica y teoría pedagógica basada en la relación docente-estudiante donde se produzca transmisión, mediación o explicación de los conocimientos por el docente (sabio) al estudiante (ignorante). Toda práctica educativa que responda a esta condición apunta en su esencia al sometimiento del educando debido a la lógica misma de la razón pedagógica tradicional, tanto en sus fines como en sus medios, esto es, en la noción supuestamente neutral de enseñar al ignorante aquello que no sabe, de modo de suprimir la distancia entre el ignorante y el saber. El instrumento esencial aquí es la explicación, como práctica educativa de transmisión, lo que equivale a disponer de elementos del saber que debe ser transmitido en conformidad con las capacidades supuestamente limitadas de los sujetos que deben ser instruidos. El método de la explicación constituye el principio mismo del sometimiento, por no decir del embrutecimiento, cumpliendo una función solapada de regulación y de control.

Hasta aquí hemos considerado las posturas sobre la categoría emancipación de cinco autores que, por sus distancias temporales, los disponemos mejor en una clasificación espacial, denominada occidente. Pero, qué ha pasado con la experiencia y el anhelo emancipatorio en el otro lado del mundo. ¿Cuál es el pensamiento emancipador preponderante en el oriente del planeta?

Existe un debate en occidente en torno a la relación de la filosofía oriental con el pensamiento religioso. Resulta difícil distinguir los límites entre filosofía y religión en el pensamiento oriental. La razón filosófica, que es una forma de entender el mundo, es una herramienta utilizada para alcanzar fines religiosos, de aquí que se hable de filosofía religiosa para distinguir este sistema de pensamiento.

Sin entrar a considerar cada uno de los sistemas de pensamiento del mundo oriental, procuraremos establecer el común denominador de todas las escuelas filosóficas. La filosofía en el oriente se denomina darśana, un vocablo sánscrito que significa visión intuitiva e inmediata de la realidad. Darśana es más que una mera búsqueda intelectual de la verdad. Por el contrario, es una actividad que se origina a partir de experiencias concretas que demandan una explicación sistemática y que tiende a comprender y alcanzar el summum bonum de la vida. Está impulsada por un profundo impulso espiritual que lleva a buscar una experiencia liberadora de los condicionamientos del tiempo y del espacio. La filosofía oriental (con excepción de la filosofía materialista chárvaka, de la India) no busca el conocimiento por el conocimiento mismo, sino que aspira a un conocimiento profundo del Ser supremo que traiga consigo la liberación de todo cautiverio; se trata de una tarea, intelectual y ascética a la vez, que conduce a la visualización de la realidad última.

Partiendo de esta consideración es sencillo entender la noción central que tiene la categoría emancipación en toda la filosofía oriental. La emancipación es el fin último, pero a diferencia de occidente, en oriente se busca la liberación de la cadena de reencarnaciones o transmigración del alma en el mundo físico que limita al ser. El conocimiento revelado es quien guía en el recorrido que lleva al encuentro interior con el ser real, el Uno-Todo, de donde todo tiene su origen. Liberarse significa despertar del sueño de la vida física, mental y emocional inferior. Sólo es libre el alma despierta que se encuentra con la esencia pura del espíritu. En este plano encontramos claras coincidencias con el platonismo, y varias religiones occidentales, como el cristianismo fundamentalmente.

Llegado a este punto podemos retomar la pregunta inicial: ¿qué es la liberación? ¿Qué caminos hay para alcanzar la liberación? Resultaría ingenuo pensar que a partir de este sintético análisis podamos dar la respuesta definitiva a esta interrogante, cuando sabemos que durante toda la historia de la filosofía los distintos sistemas de pensamiento han ofrecido respuestas que no terminan de cerrarse (caso occidente), aunque la postura semi-religiosa de la filosofía oriental asume dar soluciones definitivas al problema en cuestión.

No obstante, a partir de la síntesis del pensamiento de los autores occidentales y la visión general oriental, podemos identificar los elementos esenciales de la categoría emancipación:

  • Emancipación es un acto, proceso o resultado de la búsqueda de la ruptura de un estado de sujeción.

  • En todo proceso de emancipación existe como mínimo un agente emancipador, y un agente opresor.

  • La emancipación puede tener lugar tanto en el plano físico como en el espiritual. Del mismo modo la opresión también se presenta en los dos planos.

  • El proceso de emancipación es relativo a la conciencia o identificación que se asuma acerca de los agentes opresores.

  • El proceso de emancipación puede ser autónomo o heterónomo.

  • Los procesos de emancipación se concretan en las esferas jurídica, social, cultural, política, económica, educativa, y espiritual.

A partir de aquí estamos en condiciones de reconocer el carácter dialéctico como elemento subyacente de la categoría emancipación. Esto tiene lugar en la existencia permanente de la contradicción emancipación/opresión. Tanto en el plano material como espiritual no puede entenderse el proceso emancipador sin su contraste y pugnacidad con los agentes opresores. De este modo, la lucha del hombre por la emancipación se proyecta en un espiral de estados consecutivos y superiores donde cada estado representa un nuevo nivel de pugna contra agentes opresores superiores. En este proceso el hombre se hace consciente de que los sistemas social, político, económico, cultural donde nace crece y se desarrolla procuran someterlo, acondicionarlo, aclimatarlo y constituirlo. Aunque logre romper determinadas cadenas y alcanzar determinada autonomía, la misma realidad lo enrostra con nuevas y superiores cadenas opresoras definidas por su condición biológica y finita. En este escenario se encuentra con el poder opresor de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte. Pero, sin conformismos, la pugna continúa y el hombre establece una nueva lucha emancipadora contra la opresión de la muerte y la enfermedad, los caminos son ahora espirituales. Para superar a la muerte, unos eligen hacer de su vida un ejemplo de grandeza, gloria, y fama para que su nombre pase a la posteridad; otros, buscarán y seguirán las promesas de la vida ultraterrena en los refugios de las religiones y las filosofías esotéricas.

Por otro lado, si tan solo nos remitimos al plano material, desde una perspectiva foucaultiana, encontramos que la contradicción poder/subordinación no sólo se presenta en el orden establecido o institucional, sino que en cada escenario de relaciones humanas el poder se filtra y se instala creando a su vez una relación de subordinación. Poder/subordinación se entiende entonces como opresión/emancipación circulando en toda relación humana dicotómica: patrón/trabajador, padre/hijo, funcionario/ciudadano, maestro/estudiante, chofer/pasajero, cura/feligrés, abusador/abusado, y en las sociedades machistas, hombre/mujer. Se crea así una compleja red de opresiones en cuyo centro se haya el individuo, o la sociedad en su conjunto, atrapado y en potencial o activa pugnacidad.

En estas circunstancias es justo cuestionarse sobre la posibilidad de la emancipación. Desde esta perspectiva pudiera asumirse una postura nihilista ante la complicación de caminos definitivos y absolutos que lleven a la liberación última. Sin embargo, más allá de las consideraciones en el plano filosófico, el hombre en su relación con el mundo debe establecer fines pragmáticos y concretos que le permitan avanzar en sus propósitos y aspiraciones, de aquí que su aptitud ante la necesidad de libertad no será de derrota o entrega a sentimientos nihilistas. El hombre común que busca su autonomía no mirará ni pensará en la cadena de opresiones que debe librar en los planos espiritual y material, por el contrario, identificará, en el momento y circunstancia específica, su condición de ente condicionado y oprimido, así como los agentes que lo sitúan en esta situación, y se hará de los recursos necesarios para enfrentar dicho estado. Sólo después de un nuevo proceso conflictivo, que obligue al individuo a reflexionar y hacerse consiente de la presencia de nuevos entes opresores en un plano distinto, este iniciará un renovado proceso de emancipación, siendo la consciencia el dispositivo que inicia todo el transcurso.

Así emerge una cualidad fundamental del proceso de emancipación para los propósitos del hombre oprimido, y es su carácter utópico e inalcanzable; pero una utopía vista desde la perspectiva de Galeano, donde esta se traduce como la esperanza, la tierra prometida que insufla la fuerza para la lucha y la larga marcha que al final será lo que le dará sentido a la existencia de la humanidad.

 

daniellanza99@yahoo.es


 



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