Fidel

Los problemas de salud de Fidel Castro y su delegación temporal de responsabilidades, cumplida según lo establecido hace tiempo en el orden constitucional y jurídico de su patria, han servido para mostrar dos actitudes perfectamente previsibles: por un lado la tranquilidad consciente del pueblo de la Isla, seguro de su condición de sujeto soberano del proceso revolucionario que adelanta, y por otro la euforia grotesca de quienes en Miami, aunque norteamericanizados hasta los tuétanos, remueven como un resto de ilusión la vuelta a una Cuba cipayizada y neocolonia.

El pueblo cubano, que ama a Fidel con probada y siempre renovada devoción, se acongoja, por supuesto, con los quebrantos de su líder, pero está preparado para empinarse sobre el dolor y seguir adelante, y lo hará sin falta, ahora y cuando llegue el tránsito inexorable, pues no aceptará que nadie le arrebate el bien ganado protagonismo de su historia ni le desbarate lo que ha construido con supremos esfuerzos, enfrentando a un enemigo prepotente, despiadado y artero. Lo construido se expresa en contundentes índices medibles en educación, salud, empleo, seguridad social, alimentación, vivienda, ciencia básica y aplicada, arte, deporte, recreación y otros, y en los inmedibles de dignidad a toda prueba, conciencia política de la población, alcance teórico y político de su ejemplo, cultivo de solidaridad, paz y justicia y capacidad de esperanza y alegría.

Esta hazaña del pueblo cubano deriva de sus grandes cualidades, su capacidad de lucha, organización, patriotismo e interiorización de la memoria de Martí y los otros próceres de que se enorgullece; pero el catalizador de todo eso, el que recuperó al Apóstol como guía inmortal y sobre su huella trazó los caminos de la liberación nacional y social y asumió la carga mayor de los combates, ha sido, como todo el mundo sabe, el legendario Fidel Castro Ruz, de quien es imposible trazar una semblanza en pocas líneas. Me limitaré a algunos rasgos.

Fidel auscultó las fuerzas subyacentes de la revolución y las puso en movimiento. Comenzó el estudiante de Derecho su denuncia de la farsa democrática en que se debatía la seudorrepública, cuya vida política, económica, social y cultural estaba férreamente mediatizada por la hegemonía imperial del Norte, y tocó al novel abogado enfrentar la dictadura con que a partir del 10 de marzo de 1952 el imperialismo, por la vía del antiguo sargentón Fulgencio Batista, trató de conjurar la crisis general que sacudía a la Isla. Los viejos políticos, exceptuando a los comunistas y otros sectores y personalidades martianos, jugaban, tanto en la “democracia” como en la dictadura, al enriquecimiento propio y la conservación del inmoral orden existente.

Cerrados los caminos pacíficos, Fidel, con sus compañeros más cercanos, advirtió que sólo les quedaba el camino de la lucha armada ligada al movimiento de masas. Operación Moncada, prisión y “La historia me absolverá”, Movimiento 26 de Julio, exilio en México, el Ché Guevara, desembarco del “Gramma” (2/12/56), la Sierra Maestra, huida de Batista e intento de golpe de estado (31/12/58), denuncia de Fidel y llamado a la huelga general, derrumbe del poder oligárquico-imperialista y triunfo del Ejército Rebelde (1/1/59), entrada triunfal de Fidel en La Habana (8/1/59), reformas agraria y urbana, intentos desviacionistas (Cardona y Urrutia), arremetida imperialista, Girón, proclamación del socialismo y casi medio siglo de resistencia, construcción y gloria.

Para realizar y dirigir todo eso Fidel ha revelado, además de excepcional talento, inmensas dotes de persistencia y capacidad de sobreponerse a las dificultades: es ésta la marca de los grandes. Por ello, Fidel Castro es el más grande líder latinoamericano del siglo XX y uno de los grandes revolucionarios de la historia. Y en estos albores de milenio, el más sabio estadista viviente.
¡Salud, Fidel, y que pronto estés de nuevo al frente de tu pueblo!

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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