Teología de la liberación

A propósito de las tristes, lamentables y desconsideradas declaraciones, injerencistas del Cardenal Urosa, en contra del Juicio a Leopoldo López, y a otras actitudes asumidas en varias oportunidades por la Cúpula de ese partido que se llama LA CONFERENCIA EPISCOPAL VENEZOLANA (CEV. Es necesario que se abra un gran debate en el seno de la iglesia católica venezolana.

Dos corrientes se manifiestan claramente: una progresista encabezada por Monseñor Mario Moronta, que tiene que ver con la doctrina social de la iglesia católica y piden la participación de los católicos en el debate sobre el socialismo, y la otra corriente catalogada como “reaccionaria y oligárquica” encabezada por el Arzobispo de Coro, Roberto Luckert, que estima todo lo contrario.

Esto no es nada nuevo en Venezuela, pues centenares de sacerdotes y hermanas católicas que respaldan el proceso revolucionario en Venezuela no se les daba cabida en los diferentes medios de comunicación, mientras que a otros contrarios al mismo se les permitía expresarse libremente.

Según mi opinión, esto tiene que ver con raíces más profundas enmarcada en la tesis de la teología de la Liberación: recordemos al difunto Monseñor Arnulfo Romero del Salvador vilmente asesinado por el fascismo, el padre Camilo Torres en Colombia y el sacerdote Ernesto Cardenal en Nicaragua. Aquí en Venezuela el Pbro. difunto Juan Vives Suriá a quien la Teología de la Liberación le hizo ver que el ateismo no era elemento indispensable del marxismo y que se podía ser marxista sin ser ateo, y que no había contradicción entre marxismo y cristianismo.

El debate sobre las Teologías de la Liberación me parece esencialmente un debate entre cristianos, y más aún, sobre todo entre católicos.

Gustavo Gutiérrez es sin duda el pensador fundacional de la teología de la Liberación, y el más original, el más moderado, el menos estridente en sus declaraciones. Hugo Assmann no aporta esencialmente nada nuevo en relación a Gutiérrez, pero tiene el mérito de desarrollar hasta las consecuencias más radicales – más abiertamente marxistas – Leonardo Boff y Jon Sobrino, de la “Segunda Generación” de esta teología, más influidos por Hegel pero no por eso menos influidos por Marx. Boff, es como teólogo, el más versado y erudito de todos y aborda el tema de la liberación a partir de importantes influjos europeos de corte neomodernista y también protestante. A su lado, Jon Sobrino es más bien divulgador, pero desarrolla más expresamente el tema de la liberación misma en torno a la figura de Cristo y la estructura de la iglesia.

Hugo Assmann formula un hecho de juicio indiscutible: “El punto de partida contextual de una “Teología de la Liberación” es la situación histórica de dependencia y dominación en que se encuentran los pueblos del tercer mundo”. Gustavo Gutiérrez, por su parte concentra esa situación general, “En este subcontinente de opresión y despojo que es América Latina, y que tiene la particularidad de ser el único continente mayoritariamente cristiano entre los pueblos despojados y oprimidos”.

Para describir este punto de partida contextual de la Teología de la Liberación nos vamos a referir a algunas citas de los documentos de Medellín y de Puebla. Del primero: “América Latina parece que vive aún bajo el signo trágico del subdesarrollo, que no sólo aparta a nuestros hermanos del goce de los bienes materiales, sino de su misma realización humana. Pese a los esfuerzos que se efectúan, se conjugan el hambre y la miseria, las enfermedades de tipo masivo y la mortalidad infantil, el analfabetismo y la marginalidad, profundas desigualdades en los ingresos y tensiones entre las clases sociales, brotes de violencia y escasa participación del pueblo en el bien común”. Esta simple descripción, sin embargo, merece ya un severo juicio moral: “Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo”; injusticia, precisamente, porque “pocos tienen mucho (cultura, riqueza, poder, prestigio) mientras muchos tienen poco”

Entre la conferencia de Medellín y la de Puebla pasaron diez años, durante los cuales algunos índices – como el de analfabetismo o el de mortalidad infantil – mejoraron. Sin embargo, la situación sigue siendo dramática, y en más de algún aspecto han empeorado incluso: “Vemos a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres”. El documento de Puebla hace la misma inferencia casual que el de Medellín: “Al analizar más a fondo tal situación, descubrimos que esta pobreza no es una etapa casual: sino el producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas, aunque haya otras causas de la miseria”. A la pobreza se agrega, además, la “permanente violación de la dignidad de la persona”.

Es el acaparamiento en ciertas regiones de América Latina, de la gran mayoría de las riquezas por una oligarquía de propietarios sin conciencia social, la casi ausencia o la carencia del Estado de Derecho, la corrupción de ciertos dirigentes en el poder y el capitalismo salvaje al que se refirió el Papa Juan Pablo II y hora el Papa Francisco.



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Raúl Ramirez

Abogado, profesor y escritor. Ex-guerrillero.

 rauljoseramirez@hotmail.com

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