El escuálido estructural o el nuevo escualidismo

Ante la situación de crisis (como si fuese algo nuevo) que afecta la cotidianidad del venezolano, he notado (en algunos casos sin sorpresa) la “facilidad” que tienen para criticar al gobierno algunos personeros políticos, y en casos muy particulares de amigos y compañeros que se asumen como revolucionarios y chavistas.

Soy de los que creen que criticar al gobierno hoy (y siempre) es una obligación revolucionaria. Sobre todo en tiempos de desatinos, omisiones e inacciones que parecen ser características del actual. De tal manera que, el problema de la crítica al gobierno entonces no es un asunto de cuándo se hace, sino más bien de cómo se hace, desde dónde se hace, de cuáles son los argumentos, de medir las consecuencias de ello y sobre todo; de qué o cuáles son las propuestas. Sin embargo, estas últimas preguntas no parecen ser parte de la reflexión que a mí pensar, deben hacerse muchos de los que se asumen como revolucionarios cuando ejercen su justo derecho a la crítica. Es cierto que las “meteduras de pata” del gobierno ya casi son inconmensurables. No obstante, debemos estar concientes del momento histórico en el que nos ha tocado vivir y de la necesidad de interpretar de manera lógica y coherente la realidad, tomando en cuenta todo lo que ésta encierra. Cuando no existe capacidad para esta reflexión generalmente estamos ante la “interpretación” de un opositor cualquiera. De ese que se opone incluso a aquello que lo beneficia, es decir, al disociado, al que comúnmente hemos denominado como escuálido.

Precisamente, más o menos en el año 2000, si no me equivoco, Chávez denominó como escuálida a una marcha convocada por la oposición. Desde entonces se desarrolló una categoría o un concepto político y con ello una representación que intenta caracterizar el modo de ser y pensar del opositor político venezolano. Ya para el año 2010, cuando la “crisis” (otra crisis) de los apagones se agudizaba, Chávez, creador (sin querer queriendo) de la idea de “escuálido”, planteó que ser escuálido además, era una enfermedad, y peor; que no estaba seguro si se tenía alguna cura para la misma. Esta enfermedad la bautizó con el nombre de “escualidismo”. Ahora, es de suponer que han sido muchos los “teorizadores” del concepto de escuálido que creo no han ido más allá de entenderlo como una categoría política que ayuda a definir, dividir y señalar políticamente parte de la realidad venezolana.

Mucho antes de que Chávez y que el chavismo asumiera como categoría política lo “escuálido”, incluso antes de que se “diagnosticara la enfermedad”, hace ya algún tiempo, alguien dijo (parece ser que fue el gran Aquiles Nazoa) que los venezolanos llevábamos un “adeco por dentro”. No sé cuál era o fue el sentido que le pudo dar en su preciso momento quién haya pronunciado dicha frase, pero seguramente una de sus interpretaciones más valederas estaría referida a ciertos “modos de ser y de pensar” del venezolano en general y no solo de los adecos y copeyanos de entonces y de ahora.

Me refiero por supuesto a esa forma perversa de ser (la cual es solamente una de las formas) quizás no de todos, ni en la misma intensidad, pero sí de buena parte, de los venezolanos: La famosa “viveza criolla”, la irresponsabilidad, la desidia y el desdén, el pretender todo sin esfuerzo alguno, el consumismo, entre otros, son aspectos que si bien en el mejor de los casos, no quisiéramos practicar, nos vemos involucrados cotidianamente en ello. Dichas prácticas, por lo demás, se dan dentro de un marco profundamente individualista, materialista, egoísta y de prepotencia que nos ha sido inculcado y en la cual hemos sido obligados a vivir, con el propósito de mantenernos en un estado de subordinación y dependencia. Es precisamente este cuadro, esta estructura de pensamiento, la que está grabada en el subconsciente colectivo, el cual en ciertos momentos aflora, sobre todo en situaciones de crisis como la actual. No quiero decir con esto que los venezolanos seamos un saco de virtudes negativas, no. Solo que no somos únicamente buenos como pretendemos vernos. Es esta forma perversa de ser venezolano a lo que (Aquiles?) se denominó ser adeco, o lo que es lo mismo: ser escuálido.

P. Freire de cierta forma se refería a esto cuando señalaba que el campesinado de alguna manera llevaba al “patrón por dentro”, y que la opresión tiene un sustrato cultural. A lo que es válido añadir que no solo el campesinado o los estratos más desfavorecidos de la sociedad padecen esta situación. Las clases medias, e incluso las oligarquías criollas dependientes llevan este “gen” que los hace “simpatizar” en ciertos momentos con sus opresores. En tal sentido, es necesario liberarnos de dicha estructura, o por lo menos saber y reconocer que existe para no identificarnos con el contrario, con el opresor, sobre todo en momentos como el actual.

Hoy la identificación con el contrario puede ser producto de varias situaciones de orden subjetivo, muy particulares, por la cual podemos pasar todos. Estas situaciones pueden ir desde aquellas en donde se enferma un familiar o amigo y no conseguimos los medicamentos necesarios para su cura o cuestiones más banales como el antojo de comer “Diablitos Underwood” y resulta que una “latica” cuesta 500 Bs. cuando la consigues. Por supuesto que cualquiera sea la situación en mayor o menor medida, puede resultar en angustia y desesperación, la cual además suele ser propicia para que la estructura escuálida de razonamiento emerja dando lugar a críticas que no en pocas veces rayan en lo ridículo.

En el caso de las personas que siempre han adversado al proceso revolucionario, éstas encuentran elementos que cuadran en su estructura lógico-mental y refuerzan sus creencias acerca de que un modelo distinto al capitalista es incluso contra natura. Aquí no hay necesidad de reflexión acerca de cuáles son los factores internos y externos que inciden en la crisis. Pero cuando estas “escuálidas interpretaciones” de la realidad son coincidentes con la que esgrimen aquellos que se asumen como revolucionarios o chavistas.. estamos jodíos!!

Lo menos que podemos inferir es que hay algo “sospechoso”. Sospechoso porque en el mejor de los casos estuvimos equivocados toda la vida y solo ahora nos damos cuenta que nuestra postura coincide con la del opositor, es decir, con la de los escuálidos. Por lo tanto es lógico deducir que se perdió el tiempo, que la revolución fue o es un fracaso, un retroceso en la historia política del país. Esta es la sensación que deja, por ejemplo, cuando un ex ministro o un alto funcionario que estuvo por más de diez años en el gobierno y que ahora, una vez fuera del mismo, cuestiona todo lo que el gobierno hace. Lo mismo cuando el “ala radical” del partido de gobierno se escinde y monta carpa aparte y acusa al gobierno de tirano y perseguidor.. ¿No es acaso este el discurso de la oposición por años?

Hoy, factores minoritarios que se asumen como revolucionarios tienden a formar una alharaca frente a cada acción del gobierno (al cual le reclaman acciones), cuyos argumentos coinciden con los esgrimidos por los escuálidos. Así se critica a las O.L.P., al cierre de la frontera, a los “derechos humanos” de los deportados, a la reducción de los cupos o divisas para compras y viajes, al “cerco presupuestario” a las universidades, a la “intromisión” de los cubanos, entre otros, convirtiéndose incluso en fuentes de información o referentes de medios de distintos factores de la derecha más reaccionaria.

Volviendo a Freire, éste plantea que liberarse de la opresión supone una acción liberadora la cual debe contener la crítica, pero sobre todo la autocrítica, ya que dicha acción sin una reflexión verdadera “se vuelve mero activismo”. Activismo que probablemente pueda ponerse fácilmente al servicio, como tontos útiles, de los propósitos de aquellos que adversan el proceso revolucionario, sin siquiera darnos cuenta.

Cuando esto sucede, supongo que se concretan dos posibilidades:

1) Emerge la estructura escuálida que todos llevamos por dentro; el adeco, el patrón, o..

2) Estamos ante la presencia de un “nuevo” tipo de escuálido.

La revolución, o es a nivel cultural, o no lo es. La crítica debe ser certera, reflexiva, sustancial y conscientemente argumentativa, además de propositiva. Y no olvidemos que ya Chávez lo dijo: “El que se meta a escuálido va por el camino de la perdición”.

 

lenincalderon@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2970 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter




Notas relacionadas

Revise artículos similares en la sección:
Ideología y Socialismo del Siglo XXI


Revise artículos similares en la sección:
Oposición