“Teodoro Nucadura, el mendigo infeliz”. Otro cuento para la colección del amado arañero de Sabaneta

A una pequeña Isla, desembarcó un aventurero mendigo y se dirigió con sus harapos hasta la plaza central. Pasaron largos minutos sin observar a nadie, hasta que de una casa con amplios jardines asomó un hombre bien vestido y fue directo hacia el pobre hombre sentado en una butaca. El Mendigo Teodoro Nucadura, así se llamaba, al ver la elegancia de aquel hombre, sintió envidia y le miro con desprecio. El hombre le saludó con un seguro buenos días, y sacó de su cartera unos billetes que extendió a Teodoro Nucadura; de inmediato, el mendigo rechazó la dadiva diciendo: no necesito de tus limosnas, no necesito de la caridad de personas que viven con todo y que Dios bendice, mientras yo soy un miserable y tu Dios no me ayuda. Y dándole la espalda acomodó su huesudo cuerpo en otra butaca. El hombre elegante se fue sin decir una palabra.

Pasaron varias horas sin que asomara ninguna otra persona por la plaza. A eso del medio día, apareció una señora con andar de prisa mientras Teodoro extendía su potecito para que la señora diera un algo, pero la dama siguió su camino sin siquiera observarlo. Luego vinieron niños, ancianos y otras gentes al lugar sin determinar a Nucadura. El mendigo extrañado por la actitud de las personas de esa Isla se acercó a un Niño y le preguntó: dime muchacho, ¿por qué la gente de este pueblo no da limosnas a las personas que la ruegan? Sin rodeos, el niño le dijo: señor, al hombre que usted maltrató en la mañana, todos los habitantes de la Isla le deben sus trabajos, sus viviendas, sus penas y sus alegrías; en otras palabras quiero decirle, que ese hombre es el benefactor de todos los habitantes de esta Isla y las gentes, incluido yo, se sintieron muy ofendidas porque usted lo trató de la manera que lo hizo en la mañana; no olvide cuando se dirija a otra Isla, que en los pueblos pequeños todo se sabe al instante. Todos estamos muy resentidos con usted, porque usted maltrató a quien todos quieren.

Lo mismo está pasando en Venezuela con quienes por envidia y toda suerte de maldad se burlan y desean todos los males al Comandante Chávez en este momento tan especial que atraviesa. Olvidan que todo hombre y mujer del Globo terráqueo con la tecnología que hoy vivimos, somos una pequeña Isla donde todo se sabe al instante, donde todos nos conocemos. El amor que pisotea la clase infeliz, es el sano orgullo que mueve a la gran mayoría del pueblo venezolano y nos sentimos resentidos con los males que hacen a nuestro Chávez, porque nos lo están haciendo a nosotros.

La oligarquía mundial y la oposición “venezolana” es Teodoro Nucadura. Gente de duro cogote que no ama y creen que la maldad es la vía para mantener su status. Los Nucadura disfrazan sus vidas con sus elegantes harapos, mientras sus miserias se le notan por los huecos de sus vestidos. Ellos creen que nosotros ignoramos, que en cada casa elegante también existen graves enfermos, alcoholismo, suicidios, drogadicción, esquizofrenias y otras bajezas humanas que esconden sin impórtarles como se sienten esos seres que conviven con ellos. Son el Teodoro Nucadura que desprecian los suyos y los nuestros y desestiman a nuestro Chávez, a nuestro benefactor.

¡Chávez es la fuerza que nutre nuestras fuerzas! ¡Levántate arañero!

nanditopico@hotmail.com


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Hernando Cortés Pico


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