La procesión va por dentro

Muchos de mis amigos no creen en Dios. Para colmo son mis amigos más inteligentes, lo que alguna vez me hizo temer que mi coeficiente intelectual no estuviese a la altura de las circunstancias. Ahora, años más tarde, ya no sé (ni me importa) si creo en Dios por que soy tan bruto como el resto de la grey o más inteligente que los camaradas aludidos; el caso es que soy creyente a mi manera, como lo somos miles de anarquistas.

De paso, y para redondear la cuestión, decidí mantener la fe cristiana en la que fui bautizado y educado, si cabe la expresión. Tal vez lo hice por costumbre, pues si ésta (la costumbre) es más fuerte que el amor, de seguro también le gana a la falta de una fe sólidamente pagana.

Volviendo a lo anterior, creo en Dios porque me resulta menos complicado que no creer en nada. Por ejemplo, ver el cielo en las noches y tratar de imaginar que las estrellas están ahí por mera casualidad y que la teoría del Big Bang explica todo científicamente, como si no se necesitara alguien para lanzar el cohetón que inició la estampida celestial.

Dicho esto, que bastante trabajo me costó hilvanarlo, saltaré algunos capítulos bíblicos para llegar a Jesucristo, personaje que me resulta fascinante y que si no hubiera existido pues habría que inventarlo, ya que, definitivamente, le pone sabor a la religión, al punto que los que no tienen un paladín parecido no saben lo que se pierden.

Por estos días se conmemora la pasión de Cristo, ocasión que aprovecha la jerarquía eclesiástica para sermonear a diestra y siniestra, (más a la diestra, pues son derechistas contumaces). Las iglesias se plenan de feligreses que dispersan toda clase de bacterias y luego salen en procesión para trancar el tráfico en las diferentes poblaciones.

Lamentablemente en eso no los acompaño pues, por una parte los espectáculos de masas no son mi fuerte y por la otra no comparto mis plegarias ya que prefiero hablar a solas con Aquel que les conté.

Por lo demás no critico a nadie por andar en las procesiones, que tienen sus ventajas y son más atractivas para los turistas inteligentes que las discotecas y otros antros de perdición.


augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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