Una revolución es un cambio histórico radical, no es un cambio de gobierno

Para quienes analizamos en profundidad la historia de la sociedad venezolana, particularmente la historia cotidiana pública que indica las tendencias de su movimiento en el espacio, las valientes declaraciones del General en Jefe Henry Rangel Silva, acogidas y cumplimentadas por el Comandante Presidente, abren la puerta hacia un escenario prospectivo de la realidad venezolana que ningún politólogo o científico social se ha atrevido a proponer, al menos en público. La Revolución Bolivariana no se inscribe dentro del modelo de sociedad burguesa según el cual las elecciones, sean presidenciales, parlamentarias u otras, es el mecanismo mediante el cual las elites políticas dirimen sus diferencias y sus ansias de poder. Es por esa razón que -en tales condiciones- el voto de los ciudadanos no tiene posibilidad de cambiar nada sustancial, salvo la ubicación eventual de dichas élites en el ejercicio del poder sea como gobierno o como oposición. El cambio histórico expresado en la Constitución Bolivariana y en las leyes que hacen instrumentales sus contenidos, constituye un proyecto cultural y político para la construcción de una sociedad socialista aprobado mediante consulta popular. En tal sentido se deslinda de aquel ya obsoleto esquema del poder burgués contenido en la constitución de 1961, aprobada en cámara por la élite política-empresarial que se apropió del poder constituyente de la IV República, sin someterla a la consulta directa del poder popular. Nuestra Constitución Bolivariana, por el contrario establece en su artículo 5, que el pueblo es dueño del poder constituyente y en el reside –intransferiblemente- la soberanía, poder al cual están sometidos todos los órganos del Estado. Cuando hablamos hoy día del poder popular, este incluye también a los diversos componentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que es el pueblo en armas que sostiene y defiende la soberanía de la Patria y la legalidad de la Revolución Bolivariana, no la del antiguo régimen apátrida de la cuarta república ya sepultada por la historia y la voluntad popular. La soberanía del pueblo y la legalidad constitucional de la Revolución Bolivariana han sido violentadas en diversas oportunidades por las elites fascistas de la derecha venezolana, demostrando con ello que no creen ni en la soberanía del poder popular constituyente, ni en la democracia participativa, ni en el respeto a los derechos humanos fundamentales. Fue por esa condición innatamente perversa de la derecha venezolana, que utilizaron el golpe militar del 11 de Abril de 2002 para tratar de imponer al pueblo venezolano una dictadura de facto disolviendo las instituciones democráticas, asesinando a mansalva e hiriendo gravemente a decenas de civiles inocentes; fue así igualmente como utilizaron con crueldad y saña demencial el lock-out patronal, la criminal ofensiva mediática y el sabotaje antinacional a PDVSA para someter por hambre a la población venezolana y tratar de destruir así el Estado Nacional Venezolano entre Diciembre de 2002 y Febrero de 2003; finalmente –y no por ello menos grave- los diversos grupos políticos de la derecha contra-revolucionaria están incursos –amparados por una criminal impunidad- en el delito de traición a la Patria, al convertirse públicamente en agentes a sueldo de potencias extranjeras que son enemigas de la revolución bolivariana. Con base a los artículos 74 y 350 de la Constitución Bolivariana se puede interpretar que, tanto el pueblo venezolano como su Fuerza Armada Nacional Bolivariana, son corresponsables en la defensa y desarrollo de los derechos humanos consagrados en la carta magna bolivariana y en los decretos emanados de su ejercicio así como también en el desconocimiento de cualquier régimen que sea contrario a los mismos. Nosotros tenemos buenas razones para creer que en la elección presidencial del 2012 el Presidente Comandante Hugo Chávez o será reelecto por un amplio margen de votos. Los venezolanos sabemos que en Venezuela existe una contienda civil que no se está peleando –felizmente- con armas de fuego sino con ideas. Se trata de una contienda entre dos proyectos de país, de dos imaginarios de sociedad donde uno, el bolivariano, que constituye la fase de culminación de los movimientos libertarios e independentistas que se iniciaron desde el mismo siglo XVI, sustentado hoy por el PSUV, representa la independencia y el progreso material y moral de nuestra nación, la emancipación definitiva de la sociedad venezolana, la lucha contra la dominación y la tutela imperial estadounidense y la creación de la patria Socialista. El otro proyecto, sostenido por la burguesía político-empresarial “venezolana”, es herencia del bloque de poder colonial burgués que se constituyó igualmente a partir del siglo XVI y el cual comenzó a tomar cuerpo republicano a partir de 1830.En esta fase neocolonial-neoliberal actual, el Imperio transnacional propugna la explotación de los hombres y mujeres venezolan@s por medio de su representación local, la actual burguesía político- empresarial. Este proyecto, sustentado en la acción disociadora de los partidos mediáticos nacionales y transnacionales que buscan mantener a Venezuela bajo el estatuto de colonia norteamericana, tiene como meta preservar y ampliar el dominio y la explotación ejercido por una élite de políticos y comerciantes inescrupulosos sobre la mayoría de venezolan@s. Estas elites político-empresariales que consideran nuestra patria como su negocio particular, han demostrado hasta la saciedad que están dispuestos a venderla al mejor postor que les prometa mejores ganancias y prebendas personales. En la defensa de la soberanía de la Patria venezolana y bolivariana nuestro proceso revolucionario, bajo ninguna circunstancia, podría dar marcha atrás. Las revoluciones, cuando son populares y justas, ni se rinden ni desaparecen. Son procesos históricos que se van cumpliendo necesariamente para mejorar la calidad humana de la sociedad. En nuestro caso venezolano, habrá y hay necesariamente diversas opiniones y tesis sobre el camino a seguir para mejorar y perfeccionar el logro de su objetivo, el Socialismo Venezolano, pero no para desmantelarlo y volver al pasado capitalista neoliberal que la historia social de la Humanidad ya ha condenado al basurero de las malas teorías. El colapso del modelo socialista soviético así como el del modelo oligárquico de la IV República demostraron, entre otras cosas, que una revolución no puede convertirse en una simple nomenklatura, en una burocracia partidista o partidista empresarial que intenta a su vez transmutarse en la Nación misma, lo cual debe llamarnos a la reflexión.

La disyuntiva es hoy día tan clara como la que tuvo que resolver el Libertador Simón Bolívar en el siglo XIX: tener Patria Libre o seguir siendo colonia de España. En el momento actual la disyuntiva a la cual responde el Presidente Chávez como líder de la Revolución Bolivariana es, simplemente, o estar con la Patria soberana venezolana o con los grupos políticos y empresariales que quieren devolvernos a la condición de colonia de los Estados Unidos. La crisis social desencadenada por la monstruosa estafa inmobiliaria que afecta la vida de decenas de miles de familias jóvenes de clase media, es otra demostración de los mecanismos de opresión y explotación inmisericorde que ejerce la burguesía apátrida venezolana sobre la clase media de cuya expoliación se alimenta dicha burguesía, explotación que también se traduce en las exageradas sumas de dinero que debemos pagar los clasemedieros por la educación de los hijos, los alquileres y los exorbitantes costos de las viviendas, de los automóviles y los seguros de vehículos, de viviendas, de salud, de los alimentos y las medicinas, de las hipotecas y de los servicios bancarios en general. Todo ello conforma una sangrienta burla a la felicidad y el futuro de dicha clase media cuya mayoría, hasta ahora, ha seguido y apoyado ciegamente todas las criminales acciones de la oposición venezolana destinadas a destruir la revolución bolivariana la cual, irónicamente, es la que pugna por ayudarlos a liberarse de esa explotación inmisericorde. Analizado históricamente, la estafa inmobiliaria es la punta del iceberg del proceso de descomposición definitiva del antiguo régimen burgués de la IV República que , por razones de higiene, debe ser propiamente enterrado, régimen el cual convirtió nuestra Patria y nuestro pueblo soberano en una mercancía ofertada a las transnacionales del Imperio. Los venezolanos honestos no concebimos permitir que esa canalla de la oposición volviese a utilizar el gobierno como mampara de sus negocios personales y tapadera de la sumisión colonial a los Estados Unidos en nombre de los valores de la decrepita democracia burguesa. En nuestra opinión personal, creemos que existen grupos de venezolanos honestos en la oposición que podrían, si quisieran, trabajar sinceramente con la Revolución para –dentro de los parámetros de la democracia participativa y de la Constitución Bolivariana- mejorar y acelerar el proceso de construcción de la Patria Socialista. Si ello fuese cierto, bienvenidos sean. Caso contrario, el pueblo revolucionario tendrá que seguir luchando incansablemente y combatir con todas las armas que sean necesarias, hasta lograr la victoria definitiva. No importa, Comandante Presidente, que se desencadenen todas las furias del averno mediático nacional y transnacional del Imperio y de su burocracia colonial de la OEA, el futuro socialista de la Patria venezolana nos demanda luchar sin tregua. No puede haber marcha atrás. Patria socialista o muerte. ¡Venceremos!

mario.sanoja@gmail.com


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Mario Sanoja Obediente

Escritor, antropólogo y docente universitario


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