Medina Angarita fue derrocado, por exigir que se debía refinar nuestro petróleo en Venezuela… Vean esta terrible historia!

  1. La historia de la Venezuela del siglo XX, apesta a petróleo. Aquí todos los presidentes del pasado siglo fueron impuestos por las compañías petroleras. Incluso, en la muerte del presidente Carlos Delgado Chalbaud se verá involucrada la Shell con el concurso del magnate Antonio Aranguren. La situación comenzó a caldearse cuando en 1943 se hizo la reforma de la Ley de Hidrocarburos. No concebía Rómulo Betancourt, cómo no se le había consultado en un asunto en el que él se consideraba experto. Aquello era una afrenta que le hacía el gobierno de Medina. Ni siquiera una carta, un emisario para discutir su punto de vista, una opinión. Era el ministro de Fomento para la época don Eugenio Mendoza, quien a pesar de ser un oligarca, aguantó en parte el chaparrón que le lanzó las compañías petroleras. Eugenio Mendoza fue amenazado con no seguir teniendo el privilegio de mantenerse como importador de las empresas norteamericanas, siendo como era el gran monopolista del cemento en Venezuela.

  2. En el tema de los hidrocarburos y bajo el mandato de Isaías Medina Angarita, el experto Juan Pablo Pérez Alfonzo, compartía la misma tesis de Rómulo Betancourt: el petróleo debe ser nacionalizado, explotado y vendido por Venezuela. Los expertos económicos de AD de entonces, tenían mil veces mejores proyectos para hacer del país un paraíso, dándole un excelente uso político y económico a nuestro oro negro. Lástima, que cuando tuvieron el Congreso en sus manos y a un 80% del electorado a su favor, no se atrevieron a poner en práctica uno solo de los postulados que le exigían a Medina. Eso sí, usufructuarán con vileza y frenesí los beneficios de la Ley de Hidrocarburos de Medina, después del golpe del 18 de octubre de 1945. En la tercera discusión en el Congreso sobre esta Ley de Hidrocarburos, el diputado Andrés Eloy Blanco propuso que no se debía andar por las ramas y que de una buena vez se aprobara la Ley de Nacionalización del Petróleo y la Ley de Expropiación de las Compañías Petroleras. Aquello no era más que simples bravuconadas de Andrés Eloy, porque los expertos en la materia de AD, como Pérez Alfonzo y Betancourt, consideraban que eso era una locura; eso sí, se le hacían las exigencias a Medina para que ellos aparecieran como nacionalistas y que el presidente quedara como un cobarde. Esta ley acababa por ser promulgada el 13 de marzo de 1943 y se iba a mantener vigente hasta el 1º de enero de 1976, fecha en que se "nacionalizará" nuestro petróleo. ¿Por qué durante 18 años los adecos no modificaron en una coma esa ley, elaborada por su acérrimo enemigo «antinacionalista» de Medina, quien para ellos la había promulgado sólo para favorecer a las compañías extranjeras?

  3. Con esta ley se dio un paso muy significativo, que nunca se observó ni medianamente en todos los proyectos nacionalistas que los adecos pusieron en marcha en esta área, como fue la exigencia que se le hizo a las compañías americanas, holandesas y británicas para que de inmediato comenzasen a refinar nuestro petróleo en Venezuela. Esto provocó una enorme preocupación en el Departamento de Estado. Durante toda la dictadura de Gómez y el gobierno de López Contreras, estas compañías habían mostrado una enorme resistencia a realizar este proceso de refinación en nuestra tierra, aduciendo que era muy riesgoso para ellos porque podía llegar al poder un gobierno que les confiscara toda la infraestructura instalada, y entonces el Estado venezolano podría apropiarse de esta industria en todas sus fases. Que nosotros debíamos limitarnos estrictamente a la función de entregarles el petróleo y no invadir áreas que eran de su estricta competencia. En un principio, Henry J. Linam, presidente de la Creole, se había estado moviendo, prometiendo a los gerentes de las otras compañías (holandesas y británicas), que harían todos los esfuerzos necesarios para lograr un cambio en el gabinete de Medina e impedir la locura de refinar tal producto en nuestro país. Se comunica con Washington y es cuando mister Philip Wilson Bonsal (director de la División Latinoamericana del Departamento de Estado), reacciona molesto y anuncia que los gobiernos de Estados Unidos y de Su Majestad hacen saber claramente al de Venezuela, que en caso de que se trate de ir más allá del proyecto de la nueva ley en su intento de obtener más concesiones de las petroleras, los dos gobiernos encararán el asunto muy seriamente.

  4. El artículo 105 del proyecto de Ley de Hidrocarburos contemplaba «tomar las medidas necesarias o convenientes a fin de fomentar en el país el desarrollo de las industrias de manufactura o refinación y transporte de las substancias a que se refiere esta Ley… a tales efectos, el Ejecutivo Federal podrá celebrar convenios especiales con los titulares de concesiones, tendentes a perfeccionar las plantas existentes o a aumentar su capacidad de refinación, a la instalación de plantas nuevas…». Otro de los objetivos que buscaba el gobierno de Medina con esa ley era resquebrajar, y lo consiguió en parte, el monopolio de las grandes compañías y el programa de licitaciones competitivas entre los diversos grupos. Dice la historiadora Nora Bustamante: «En 1939 las tres grandes compañías, Standard, Gulf y Shell producían más del 99%; en 1943 esa producción era de 97%. En los años posteriores observamos cómo ese porcentaje sigue cayendo hasta 88,4% en 1955.

  5. Medina fue derrocado en 1945, y en el régimen subsiguiente, como veremos, se trazó una orientación totalmente opuesta, de respaldo al monopolio y de obstrucción a las compañías recién llegadas. Entonces los norteamericanos, con su típica política de chantaje y amenaza, tratando de aparecer como los defensores de la humanidad y como tales con el derecho a exigir que países pobres como Venezuela no reclamaran lo justo por sus recursos, se dirigieron a nuestro gobierno para expresarle (informe 831.6363/10-2544) que esas estipulaciones para que se refine el petróleo en Venezuela «parecen no estar de acuerdo con los principios establecidos por la Naciones Unidas, como base para una reconstrucción de posguerra; es decir, que debe existir completa libertad de acceso de todas las naciones a las materias primas. Además, establecería un precedente que de ser seguido por otras naciones proveedoras de materias primas, podría provocar situaciones que retardarían seriamente los esfuerzos de la posguerra para la colaboración económica, colocando restricciones que separarían el comercio de los canales económicos normales». Medina ante esta burda patraña no se amilana y en su mensaje al Congreso en las sesiones ordinarias del año siguiente, expone contundentemente que «la posición del Gobierno es firme para procurar la refinación en nuestro propio territorio; toda nueva concesión acarreará la obligación de refinar en Venezuela parte del material extraído de ella… por ningún respecto el mineral de las nuevas concesiones debe tener fuera del territorio venezolano estación de refinamiento para surtir otros mercados». Aún más, cuando Medina visita al presidente Franklin Delano Roosevelt se lo dirá directamente: «es irritante para el pueblo de venezolano ver que una gran cantidad de su producción petrolera se refine en sus narices en islas que geográficamente complementan el territorio venezolano». Por lo que agregó: «…quiero que el presidente Roosevelt sepa que en caso de que haya de efectuarse un cambio en la soberanía de estas islas (Curazao, Aruba, Bonaire), Venezuela mantiene firme su aspiración de ejercer la soberanía en ellas».

  6. La ley imponía serias condiciones para el otorgamiento de más concesiones, lo que llevó al embajador estadounidense en Venezuela, Frank P. Corrigan, a decir a Medina que sobre este punto el tema debía pasar ya a un plano diplomático. Con razón, que en este estado de cosas, se hacía imprescindible para Washington que el gobierno que sucediese a Medina debía ser de un signo totalmente diferente para que las compañías «pudiesen recuperar la confianza gravemente dañada por estas decisiones». Dirá la historiadora Nora Bustamante que si para 1988 Venezuela contaba con una capacidad instalada para refinación de un millón quinientos mil barriles diarios, y además procesado en nuestro país, eso se debía al empeño que puso Medina. Para entonces ninguna otra nación de las que conformaban la OPEP poseía una capacidad igual. «El lector se preguntará cómo es posible que después de 33 años de haberse firmado la ley petrolera de Medina, todavía se estuviera refinando petróleo venezolano en Aruba y Curazao. La respuesta deben darla los gobiernos posteriores que abandonaron la lucha por la total refinación y procesamiento del petróleo en tierras venezolanas… Solamente se instalaron las refinerías de Amuay y Punta Cardón, en Paraguaná, en cumplimiento del principio de refinar en el país el 50% de nuestro petróleo186».

  7. Washington, ante las determinantes y soberanas decisiones de Medina, se mantenía alerta; antes de tomar acciones más directas como corresponde a sus manipulaciones mediante perturbaciones por aproximación indirecta, se dedicó a echar mano de cuanta estratagema diplomática estaba a su alcance; sus expertos hablaban de leyes internacionales que no permitían la aplicación de esas decisiones a pocos años del final de una guerra tan pavorosa; hasta se apeló a la Carta del Atlántico, en la que según ellos, esa prohibición de refinar en el Caribe el petróleo de las nuevas concesiones, constituía una seria restricción del comercio y una discriminación contra un área específica. Con esta Carta, volvía a insistir y a amenazar que se estaba sentando un infortunado precedente. Como los comentarios, documentos e informes inundaban el despacho de Medina, citó a Corrigan para tratar directamente el asunto. Cuando Corrigan le habló de los principios liberales del comercio contenido en la Carta del Atlántico, un experto en estos temas que acompañaba a Medina, el doctor Gustavo Herrera, refutó a Corrigan diciéndole que en las resoluciones sólo se contemplaba un limitado número de contratos relacionados con un bloque definido de concesiones. Corrigan acabó aceptando las explicaciones del Gobierno sin dejar de insistir en lo referente al «desafortunado precedente y un mal ejemplo». Podemos imaginar las enormes presiones que desde Washington se ejercían contra el gobierno de Medina. Hay que decir que algunas surtieron efecto, porque Corrigan llegó a hablar de una «victoria parcial», pero que su mayor esperanza la pone en el futuro gobierno que se verá en la obligación de tener mucho más cuidado a la hora de redactar otros decretos. Algo se consiguió al menos, y fue que a partir de entonces las condiciones para refinación se aplicarían con el 10% de petróleo producido mediante las nuevas concesiones. Es importante decir que a partir de estas discusiones quedó la sensación en la Casa Blanca que los venezolanos estaban aprendiendo con bastante presteza y habilidad a reclamar lo suyo mediante sagaces movimientos de las reglas del juego diplomático, y aplicándolos con carácter y seguridad en los vitales aspectos de una economía propia. Pronto comenzaron a levantarse gigantes como la refinería de Cardón, de la Shell, que comenzó a funcionar en 1949, en cumplimiento de lo establecido en la Ley de Hidrocarburos de 1943.

  8. Ante todas estas propuestas, Betancourt malinterpretó totalmente la proposición de Medina, porque entonces dijo que para él era evidente que en los días críticos de la II Guerra Mundial resultaba una aspiración inalcanzable el traslado de las plantas del Caribe a Venezuela. A la luz de todo lo que se vivió en el siglo XX en relación con este tema, se puede decir que durante el gobierno de Medina, se hizo más por rescatar soberanamente nuestro petróleo y hacernos respetar por las grandes compañías explotadoras de este mineral que en el resto de los siguientes 55 años. Medina, en el mensaje que dirige al Congreso Nacional en abril de 1943, deja sin broches ni calzones teóricos o doctrinarios al partido Acción Democrática. No le queda pues otra alternativa al jefe adeco, que derrocar a este hombre, cargado de un patriotismo, de una fe y de una bondad que en lo moral y en lo justo no les dejaba espacio suficiente para imponer sus banderas y programas. Lo grave es que no se le pueda reelegir, y al buscar Medina quien le suceda, allí encontrarán los adecos el talón de Aquiles preciso, para destruirle y sacarle de circulación. Sólo un monstruo podía atacar y sentir odio hacia un hombre que decía: "Yo quiero que mi gobierno ampare la más amplia libertad de expresión del pensamiento, que los ciudadanos tengan la más absoluta seguridad de que la exposición de sus ideas, dentro de las normas legales, por más minoritarias que ellas sean, no les traerán represalias ni desasosiegos, porque estoy convencido de que así se irá reafirmando nuestra conciencia política [...] Debemos perder el miedo al libre examen de los asuntos que a todos nos incumben [...] estar atentos a la voz de la mayoría nacional, cuando ellas se manifiesten por sus órganos calificados, pues si no, sería un concepto vacío el que expresa la Carta Fundamental, al decir que nuestro gobierno es representativo y democrático [...]".

  9. Refiriéndose a los actos del Centenario del traslado de los restos del Libertador a Caracas, añadía Medina: «Hemos cerrado un ciclo contemplativo, desviado y estático, para partir la historia y abrir en su plenitud la época en la cual vamos, no a contemplar ni a comentar, sino a hacer, activa y dinámicamente, la historia que los tiempos presentes y la gloria y el ejemplo del Libertador reclaman». Uno de los más graves errores que cometió Betancourt en su LIBROVENEZUELA, POLÍTICA Y PETRÓLEO, fue considerar que las compañías petroleras y el Estado norteamericano constituían entidades distintas. Dice Richard Barnet que el lugar extraordinario de las compañías petroleras en la economía mundial y, la influencia dominante que tienen en muchos países productores, no podría haberse logrado sin una asociación estrecha y continua con el gobierno de los Estados Unidos. Las operaciones «públicas» del Departamento de Estado y las operaciones «privadas» de las compañías petroleras se mezclan en lo que Michael Tanzer, el mismo antiguo empleado de una compañía petrolera en el extranjero, llama una simbiosis. Simbiosis basada en la dependencia mutua. De tal modo que la intervención militar de los Estados Unidos ha sido considerada por las compañías petroleras como un elemento íntimamente ligado a sus operaciones. La productividad continua de las compañías es considerada por el gobierno norteamericano como un asunto de su seguridad nacional. Y esto es lo estamos enfrentando en este momento con la EXXONMOBIL, incrustada en nuestro territorio de El Esequibo. La política exterior norteamericana no es sino el credo de la empresa privada y viene a ser ésta la que establece las leyes de la misma intervención militar en cualquier región del planeta. Son las corporaciones las que ejercen una influencia decisiva en la sociedad norteamericana. No en vano, Eugene Colman, quien llegó a ser presidente de la Jersey Standard declaró contundentemente que había sido el petróleo quien había derrotado a los nazis y a los japoneses. Enfatizaba así que el petróleo era el arma nacional más poderosa del imperio por ser propiedad privada. De modo que empresa privada y Estado constituyen una unidad esencial de los intereses económicos, políticos y estratégicos de Estados Unidos. ¿Sería posible que esto no lo supiera Rómulo Betancourt?

  10. No se crea, sin embargo, que todas estas medidas nacionalistas cayeron en saco roto. Tanto Carlos Delgado Chalbaud como Pérez Jiménez nunca las olvidarán. Y aunque acabaron siendo peones del imperio norteamericano siempre tendrán pendiente estas ejemplares decisiones, y como veremos en su momento, cuando traten de rectificar, atormentados y humillados por tener que gobernar bajo la horrible y despiadada férula de Washington, entonces el primero será asesinado y el segundo derrocado por el imperio (luego detenido en Miami y más tarde extraditado como un vil y degenerado delincuente). Medina no se había creado una aureola de héroe, ni le interesaba. Él estaba trabajando para estabilizar al país, para organizarlo, para darle trabajo y dignidad a la gente, por lo que al mismo tiempo no pudo atender el aspecto meramente partidista y clientelar, que sí estaban sabiendo utilizar sus opositores. Por puro pudor también, no supo conformar un grupo político-partidista que defendiera su gestión y que le sirviera de freno a la ambición de los militares. Tal vez porque Medina no concebía esa mimética hipocresía de los hombres de partido, lo adecos comenzaron a odiarle. Juan Pablo Pérez Alfonzo llegó a llamarle hombre bestial y consumado asesino. El único que lo trataba con aprecio era Andrés Eloy Blanco.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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