La gran fiesta del oro negro

El viejo Malibú se desplazaba por el canal recién reasfaltado de la avenida Luisa Cáceres de Arismendi, conducido por el periodista Pedro Cuartilla, quien pensaba en el buen acabado del trabajo de dicha vía, y por eso se deslizaba más rápido que lo acostumbrado, pero con todo, tenía que hacerlo, pues iba un poco atrasado a una reunión, a la que lo habían invitado.

Poco tiempo después entró a la lujosa urbanización, situada en el municipio Maneiro del estado Nueva Esparta y al llegar al sitio convenido, fue recibido por un vigilante, quien lo condujo a un espacioso salón, en el que se encontraban varias personas, entre hombres y mujeres, quienes disfrutaban de buenas comidas y bebidas y de música estridente, que ensordecía, aunque cuando a Pedro Cuartilla, lo divisaron, bajó el volumen, lo saludaron y le dieron la bienvenida a través de los respectivos saludos.

- ¿A qué se debe tal festín?, preguntó Cuartilla.

- ¡Ay, amigo periodista! Usted dándose siempre de ingenuo, haciéndose el pendejo, mejor dicho, sabiendo muy bien el por qué de nuestra alegría. Pero no importa. Le explico: nosotros los aquí presente nos hicimos una promesa que si el precio del petróleo bajaba menos de 50 dólares, hacíamos una fiesta y al parecer Dios nos escuchó y ya tú ves, lo pomposo del bonche y lo alegre que estamos por tal acontecimiento o mejor dicho por tan buena noticia.

-¿Les parece eso buena noticia? ¿No creen que eso va en contra del pueblo?

-Ja,ja,ja,ja… qué pueblo ni qué pueblo, chico, usted cree que uno va a estar pensando en esa chusma que tuvimos sometidos a fuerza de hambre y miseria por cuarenta años. Nosotros andamos en otra cosa, o sea primero nuestros intereses y después los demás que se coman las sobras, si es que la dejamos.

-¿Ustedes no piensan que la crisis se revierten y los países aprenden y crecen con ella?

- Es verdad y por fin preguntas algo que valga la pena. Pero nosotros y nuestros aliados tantos nacionales como internacionales, vamos a ser todo lo posible e imposible para que estos no aprendan y ni siquiera se enteren del milagro japonés ni de la fábula de la vaca que mataron y así otras cosas por el estilo.

Pedro Cuartilla, preguntó otras cosas más, oyó tranquilo y luego se marchó, pensando: "Esta gente no quiere ni a su madre"



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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