Evaluación crítica del materialismo filosófico y su deriva institucional

El malestar que expresa el título tiene raíces concretas y reconocibles. No se trata solo de tesis teóricas discutibles, las de Bueno y sus epígonos cada vez más inanes; habla de una comunidad intelectual fallida y abortada, de sus modos de relación, de sus filtros ideológicos y de sus cegueras metodológicas. Al final, la filosofía es también una práctica colectiva, y ahí es donde se juega su destino.

Dinámicas institucionales y culto a la personalidad

Personalización del liderazgo: La concentración del capital simbólico en la figura del Maestro quebró el principio cooperativo que una escuela filosófica necesita para sostener investigación crítica y plural. La autoridad teórica se transformó en autoridad ritual.

Filtrado doctrinal familiar: La transferencia de obra y enseñanzas mediante el tamiz de un heredero –de poca capacidad intelectual- que reforzó una lectura ideológica sesgada erosionó el contraste intersubjetivo y el control de calidad interno. La mediación familiar sustituyó procedimientos académicos abiertos.

Mimetismo disciplinar: La repetición por parte de sus discípulos de lenguaje, gestos y marcas corporales, incluso de tics nerviosos—más allá de cualquier influencia intelectual genuina— reveló una endogamia empobrecedora. La imitación desplaza a la crítica y produce dependencia estilística antes que producción conceptual.

Estas dinámicas preparan el terreno para una escuela dependiente del carisma, con baja tolerancia al disenso y vulnerable a oscilaciones ideológicas.

Degradación metodológica y desplazamiento de casos canónicos

Ruptura con los "casos fuertes": Mientras la Teoría del Cierre Categorial se ejercitó en geometría, física clásica o química, pudo mantener criterios de objetivación, operatoriedad y control. Al abandonar esos campos, se debilitó el anclaje en estructuras con alta densidad experimental.

Traslado precipitado a ámbitos "blandos": La aplicación directa del mismo aparato a psicología, ciencias de la computación y ciencias sociales sin ajustar sus mecanismos de auto-rectificación puso de manifiesto una fragilidad: el método no reconoció suficientemente la heterogeneidad de protocolos, validaciones y tipos de evidencia. La TCC fracasó en donde más falta hacía, como demostró la tesis doctoral de Carlos Blanco (1993)..

La segunda oleada y las advertencias desoídas

Señales internas: Investigadores de la segunda generación, como Blanco en su trabajo "Gnoseología de la Psicología Cognitiva" detectaron que la teoría no incorporaba mecanismos de corrección cuando cambiaba de escala o disciplina. Esas alertas reclamaban ajustes de concepto, operatoriedad y validación.

Lectura marxista como contrapeso: La reintroducción de categorías marxistas —praxis, producción social, forma-valor, mediaciones político-económicas— ofrecía un marco para medir el cierre frente a estructuras materiales e históricas, no solo lógicas. La negativa a ese diálogo bloqueó una oportunidad de recalibración epistemológica.

Efecto institucional: Ignorar advertencias competentes cristalizó un sesgo confirmatorio dentro de la escuela. El desacuerdo dejó de ser motor de mejora y pasó a ser un signo de desafección.

Una escuela que no integra sus conflictos en su método se convierte en doctrina; y una doctrina sin revisión se degrada.

Deriva ideológica y alineamientos partidistas

Del "España como idea" al ultraespañolismo: El énfasis crecientemente nacionalista y "liberaloide" tensó el sistema hacia lecturas que priorizan unidad estatal y orden institucional por encima de análisis histórico-material y conflictos de clase. La filosofía se convirtió en una gramática de legitimación de un modelo de Estado que estaba y sigue estando condenado al fracaso, que ignora la lucha de clases y la dominación capitalista, que exalta una Leyenda Rosa por el artificio de una crítica a la Leyenda Negra del Imperio. Esta leyenda negra es falsa, pero la rosácea también.

Captura partidaria: El acercamiento primero al Partido Popular y después a VOX no solo compromete independencia intelectual; altera la selección de problemas y el tipo de evidencia admitida. Lo político deja de ser objeto de análisis para convertirse en identidad operativa.

Efectos en la escuela: La alineación reduce el espacio crítico interno, expulsa el disenso y recompensa la fidelidad antes que la investigación. La comunidad se agencia como plataforma de influencia, no como taller de ideas.

Cuando una filosofía se vincula a un aparato político, su clausura deja de ser epistémica y pasa a ser orgánica: cierra filas, no categorías.

Consecuencias epistemológicas y sociales

Pérdida de poder predictivo: Sin mecanismos de auto-rectificación al cambiar de disciplina, el cierre categorial pierde capacidad para discriminar niveles de realidad y tipos de evidencia. La teoría se vuelve monótona: repite esquemas allí donde hacen falta nuevas distinciones. La tesis doctoral de Blanco exigía lo que verbalmente siempre había reclamado el propio Bueno: autocorrección constante de la TCC

Empobrecimiento conceptual: El culto a la personalidad y la captura ideológica erosionan la invención conceptual. La teoría se conserva pero no se desarrolla; se defiende pero no se prueba.

Aislamiento académico: La falta de diálogo con tradiciones críticas —incluido el marxismo— clausura la circulación de problemas y métodos. Sin traducción entre lenguajes disciplinares y sin debate real, la escuela se extrema y se autolegitima.

La putrefacción institucional no es un insulto: es una imagen cruda de procesos de cierre organizacional, donde el intercambio simbólico decae y el sistema se autointoxica.

Qué habría hecho falta

Auto-rectificación explícita: Incorporar protocolos metodológicos para evaluar el cierre en dominios no experimentales, con métricas de robustez, reproducibilidad y pluralidad de operadores. Sin eso, el cierre se confunde con coherencia narrativa.

Interfaz con marxismo crítico: Reintegrar análisis de praxis, reproducción social y forma-valor para evitar que la teoría derive en normatividad estatalista. El materialismo filosófico necesita materialismo histórico para evitar idealismo operatorio. El marxismo no es un "sociologismo", es una filosofía de la praxis, muy alejada del esoterismo de los buenistas.

Gobernanza académica abierta: debería haber existido un verdadero taller o laboratorio de ideas, y no una secta.

Protección del disenso: Incentivar la crítica interna como mecanismo de avance. Las alarmas —como las que se plantearon— debían traducirse en programas de investigación concretos y financiamiento.

Una escuela que instituye el conflicto como método se preserva; la que lo exorciza se disuelve.

Conclusión

El fracaso que señalamos no es el de un filósofo, pues la obra de Bueno ahí sigue, sino el de una institucionalidad que prefirió identidad a método y partidismo a crítica. La Teoría del Cierre Categorial no sucumbió por ambición, sino por no declarar sus condiciones de posibilidad al salir de los "casos fuertes" y por clausurar el diálogo con tradiciones críticas que podían recalibrarla. La deriva hacia un ultraespañolismo alineado con aparatos de poder selló el desplazamiento: el cierre categorial devino cierre de mentes. Si alguna vez se rescata el legado, será desde la recuperación del disenso, la auto-rectificación y el reencuentro con la materialidad histórica que la escuela terminó por abandonar. La necesidad de remarxistizar el buenismo apenas fue percibida por unos pocos, marginados por la "escuela", desde hace más de 30 años



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