Cuatro razones que justifican el voto paritario en las universidades autónomas

 Las discusiones en torno a la necesaria transformación de las universidades venezolanas siguen estando en el tapete; tengamos en cuenta que estas instituciones cumplen, o deberían cumplir, un papel fundamental en la generación de conocimiento socialmente pertinente y en la formación de individuos útiles al pueblo. De manera que las Casas de Estudios Superiores están indefectiblemente vinculadas con las necesidades e intereses de la sociedad y de la nación venezolana, y por tal motivo se comprende la preocupación que en diversos sectores hay, por ejemplo, ante la limitada democratización de las universidades. 

Dicha limitación democrática se caracteriza parcialmente por la inexistencia del voto paritario como mecanismo para la elección de las autoridades universitarias, y por tanto para determinar el manejo académico y administrativo  de las universidades autónomas. Si bien el voto paritario o igualitario no garantiza por sí solo el ejercicio pleno de la democracia participativa en las sociedades que lo practican, es indudable que representa un paso importante para la consolidación del sujeto político: aquí el voto de todos los ciudadanos tiene el mismo valor, trátese de un barrendero con escasos estudios formales, o bien de un doctor en cualquiera de las áreas del conocimiento académico. Desafortunadamente en el seno de las universidades venezolanas el voto no ha sido considerado como herramienta de inclusión política y de participación colectiva en los destinos universitarios, ni que hablar del voto paritario. En  nuestras Casas de Estudios Superiores sólo se permite el sufragio a profesores (en realidad a una parte de ellos) y a estudiantes, aunque el ejercicio electoral de éstos tiene un valor muy inferior al de los docentes. ¿Y qué pasa con los egresados (los que siguen vinculados), empleados, obreros y demás miembros de las universidades autónomas? ¿No son importantes para el quehacer diario de las mismas?.  

Como se puede apreciar, una doble irregularidad describe el carácter político excluyente de las universidades venezolanas: por un lado no todos los integrantes universitarios tienen derecho al voto, mientras que por otra parte el valor del voto de un sector no equivale en igualdad numérica al del otro sector facultado al respecto. Aunque las autoridades universitarias, numerosos profesores e inexplicablemente algunos estudiantes, empleados y obreros han tratado de justificar este procedimiento que evidentemente privilegia al gremio docente, hay diversas razones que sustentan sobremanera la igualdad del voto no sólo en el caso de los estudiantes, sino de otros miembros de las universidades autónomas. A continuación reseñamos algunas de estas razones. 

  1. Las universidades son comunidades. En este sentido valga destacar que el término comunidad hace referencia a “Conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes” (Diccionario de la RAE, http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=comunidad). A su vez el vocablo deriva del latín arcaico Communis, “(…) palabra compuesta de com + munis que significa ‘corresponsable’, ‘cooperante’, ‘que colabora a realizar una tarea’” (Hispanoteca. Lengua y Cultura, http://www.hispanoteca.eu/Foro-preguntas/ARCHIVO-Foro/Comunidad.htm).  De esta descripción etimológica se desprende que en una comunidad todos sus miembros colaboran o cooperan para lograr diversos objetivos comunes; de manera que la comunidad universitaria se caracteriza por la vinculación ineludible de profesores, estudiantes, empleados, obreros, técnicos y aquellos egresados que de una u otra forma continúan ligados al ambiente universitario. En otras palabras, los destinos de las universidades atañen a cada uno de sus miembros, y si bien el aspecto académico es fundamental, las Casas de Estudios Superiores requieren del esfuerzo de todos los universitarios para garantizar su funcionamiento adecuado.
 
  1. La capacidad intelectual de estudiantes, obreros, empleados y egresados, aspecto subestimado por numerosos profesores, incluso por aquellos autocalificados como socialistas. ¿Acaso los docentes son los únicos universitarios capaces de generar conocimiento científico?. Pues estos “sabios” desconocen o simplemente dan poca importancia a todas las ideas generadas por los demás miembros de la comunidad universitaria, incluidos los estudiantes; eso sí, cuando algunos profesores consideran que alguna investigación es de su interés, tratan de sacar provecho indebidamente, e incluso obtienen el crédito a costa del esfuerzo ajeno. ¡Vaya mediocridad y parasitismo¡. En este orden de ideas es importante destacar que no pocos empleados y obreros se han esforzado por trabajar y estudiar a la vez, y en el proceso han generado ideas importantes por medio de las tesis de grado y de otras investigaciones. Tristemente algunos siguen creyendo que el papel de los empleados y obreros dentro de una universidad se limita exclusivamente a la labor de oficina y al mantenimiento y limpieza (sin querer menospreciar estas actividades).
 
  1. La fortaleza moral y ética de los miembros universitarios no está necesariamente relacionada con el nivel de instrucción. Hacemos mención de este aspecto considerando que algunas “luminarias” del gremio docente han asegurado de forma tajante y sin ningún pudor, que los profesores son los únicos universitarios capacitados moralmente para administrar a las Casas de Estudios Superiores, y por tanto deben ser privilegiados en el ejercicio electoral. En este sentido se ha advertido de manera reiterada sobre la debilidad ética y la inmadurez de los estudiantes a causa de su juventud, y sobre la degeneración  que sufren los empleados y obreros en cargos de liderazgo. En parte es verdad lo indicado en esta advertencia, pero también es necesario destacar la integridad y la solvencia moral de numerosos bachilleres y trabajadores, algunos de estos últimos con escasos estudios formales pero comprometidos plenamente con su institución. Por otro lado no se crea que todos los profesores son individuos pletóricos de virtudes, siendo en consecuencia partícipes de irregularidades como las siguientes: concursos de oposición amañados, plagios parciales o completos, maltrato verbal y físico a los estudiantes, ilícitos administrativos y académicos, entre otras (para mayor información consultar a José Sant Roz en su libro “Capos de Toga y Birrete”).
 
  1. El voto para elegir a las autoridades universitarias obviamente no puede ser más importante que el voto para elegir a alcaldes y gobernadores, por mencionar dos cargos de representación popular. Recordemos que las universidades públicas son instituciones indefectiblemente sujetas a las necesidades e intereses de la nación, y su funcionamiento interno, si bien con carácter autónomo, debería corresponderse desde el punto de vista político-electoral con lo que sucede más allá de las áreas universitarias. Entonces si para escoger a un alcalde o a un gobernador cualquier venezolano mayor de edad y hábil puede ejercer el sufragio de manera directa, ¿por qué en el contexto de las elecciones de las autoridades universitarias no se otorga tal privilegio a todos los miembros de las Casas de Estudios Superiores?. La respuesta parcial a esta interrogante la encontramos en el complejo de superioridad y en la mentalidad excluyente de quienes dirigen a las universidades. No hay otra explicación racional.
 Además de la importancia que efectivamente representaría el voto paritario para la profundización de la democracia participativa en las universidades autónomas en Venezuela, estimamos que no sólo los profesores están capacitados para dirigir los destinos universitarios, al menos en la parte no académica. De acuerdo a lo que expusimos en las tres primeras razones no resulta descabellado pensar en que un empleado, un obrero o un egresado con cierta preparación académica y solvencia moral, pueda ocupar un cargo de gran responsabilidad y desempeñarse acorde a las exigencias del mismo.  


 ruhergeohist@hotmail.com



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