Para acabar el caos nacional que genera el actual mercado cambiario, es necesario un cambio del paradigma monetario donde el estado entrega sus escasas divisas a los importadores, invirtiendo el flujo y reflujo de divisas comerciales mediante el ya propuesto Mecanismo de Venta anticipada de Divisas por el Importador. Al cambiar radicalmente la forma en que el comercio accede a las divisas, se impiden las tendencias devaluacioncitas e inflacionarias que genera ese esquema cambiario y se estabiliza plenamente nuestra economía.
En su esencia, el proceso arranca cuando un importador identifica una oportunidad de negocio, procede a negociar los términos y condiciones de la mercancía con su proveedor internacional, abarcando desde las especificaciones del producto y los precios, hasta las cantidades, las condiciones de pago y las fechas de entrega.
Es en este punto inicial donde nuestro mecanismo introduce una diferencia fundamental: aquí, el importador canaliza sus propios dólares, provenientes de exportaciones, inversiones o ahorros, depositándolos ante el Banco Central de Venezuela (BCV). Esto contrasta radicalmente con los modelos anteriores, donde el BCV actuaba como el único o principal proveedor de divisas.
Este acto no se concibe como una venta para obtener bolívares en el instante, lo cual también es posible, sino como una transferencia y registro fiduciario que permite el acceso de la importación al mercado nacional, donde el BCV asume el rol de custodio y garante de que esas divisas específicas están disponibles y destinadas para la importación declarada. Este paso inicial asegura a la nación que la operación de importación está respaldada por fondos que no provienen de sus reservas, liberando así al Estado de la constante presión y el costo de tener que proveer divisas de sus propios balances.
Una vez que las divisas han sido registradas y custodiadas por el BCV, el proceso logístico de importación avanza. La mercancía es embarcada, llega al país, se nacionaliza mediante el pago de aranceles e impuestos en bolívares, comprobante del BCV de adelanto de divisas y finalmente, el importador la comercializa en el mercado local.
De estas ventas internas, el importador genera los ingresos en bolívares necesarios para cubrir sus costos operativos y obtener su margen de ganancia. La culminación estratégica del mecanismo se produce cuando llega el momento de efectuar el pago al proveedor internacional. En ese instante, el BCV libera la misma cantidad de divisas que el importador había confiado a su custodia, transfiriéndolas directamente al proveedor en el extranjero o a la cuenta en divisa del importador para que pague. La transacción internacional se completa así con los fondos del propio importador y sin demanda sobre las reservas de divisas del país ni reclamos futuros a la nación.
La capacidad y potencial transformador de la propuesta reside en sus implicaciones macroeconómicas. Primero, al exigir que el importador aporte sus propias divisas, se logra una descentralización de la responsabilidad cambiaria, y nos aleja de un Estado que debe subsidiar o proveer dólares, fundamental para una gestión fiscal y monetaria sana y un país independiente. Se promueve además mayor transparencia y trazabilidad en el flujo de capitales destinados al comercio exterior.
Segundo, y este es un pilar crítico que diferencia la propuesta de experiencias pasadas fallidas, es el compromiso implícito de que el Estado no generará déficit fiscal financiado con emisión inorgánica de bolívares. Esta "pata de la propuesta" es garantía que los bolívares que el importador recibe por sus ventas internas mantendrán su poder adquisitivo, protegiendo la rentabilidad de la operación y el valor de los activos locales.
La estabilidad de la moneda nacional es, de hecho, tan vital como la disponibilidad de divisas. Un entorno de disciplina fiscal y monetaria no solo asegura la viabilidad del negocio del importador, sino que también fomenta la confianza general, atrae inversiones y promueve una mayor producción interna.
Finalmente, el mecanismo se fortalece exponencialmente con la creación de una junta de coordinación y consultas dentro del propio BCV en la que participan los importadores. Este elemento incrementa la gobernanza y la sostenibilidad del sistema. No es un detalle, sino una pieza importante para la confianza y eficiencia del proceso. Al otorgarles a los importadores una voz directa y un canal formal para expresar inquietudes, sugerencias y necesidades operativas, se reduce la posibilidad de arbitrariedad y se aumenta la transparencia de parte y parte, posibilitando al BCV hacer ajustes rápidos y a los importadores la seguridad de que sus fondos serán liberados sin retrasos arbitrarios, ya que son parte de la solución.
Como decía al inicio, este mecanismo va más allá de ser una mera estrategia cambiaria, pudiendo convertirse en un pilar para la estabilidad macroeconómica, que normaliza el flujo comercial, fortalece la credibilidad en la moneda local y en las instituciones financieras del país, todo ello cimentado en la confianza y la colaboración entre el Estado con todos los participantes. Y valoriza grandemente el Bolívar, venezolano, que gana en aceptación, confianza y soberanía que lo necesita.
Oscar Rodríguez Estrada 6 de julio de 2025