La obra filantrópica de George Soros

Tratándose del más poderoso comprador y vendedor de divisas del mundo, como era su caso, tenía mucho de lo que beneficiarse cuando los países instauraban monedas convertibles y levantaban los controles sobre la circulación de capitales. Y cuando las compañías estatales eran puestas a subasta, él era uno de los compradores potenciales. Era perfectamente legal que Soros se beneficiase directamente con los mercados que él mismo estaba ayudando a abrir actuando como filántropo, pero aquello no parecía proyectar la imagen más íntegra de él como benefactor. Durante un tiempo, él mismo trató de solucionar la apariencia de un conflicto de intereses prohibiendo que sus empresas invirtiesen en aquellos países donde sus fundaciones ejercían su actividad. Pero cuando Rusia salió a subasta, Soros ya no pudo resistir más la tentación. En 1994, explicó que su política se habías "modificado debido a que los mercados ya se estaban desarrollando de verdad en la región y [él] no tenía motivo ni derecho alguno para negar a los partícipes de [sus] accionistas la posibilidad de invertir allí, ni para privar a aquellos países de la oportunidad de hacerse con parte de esos fondos". En los primeros momentos tras la caída del comunismo, Soros —gracias al trabajo de Sachs— había sido uno de los primeros promotores de la terapia de shock como método de transformación económica para aquellos países. A finales de los años noventa, sin embargo, experimentó un notorio cambio de parecer y se convirtió en uno de los principales críticos de la terapia de shock. Como consecuencia de ello, dio instrucciones concretas a sus fundaciones para que financiaran ONG que se centraran en poner en marcha medidas anticorrupción antes de que se produjeran las privatizaciones.

Nunca tantas personas han perdido tanto en tan poco tiempo sin que existiera una hambruna, una plaga o una batalla de grandes proporciones. Desde el inicio de la "transición" hasta 1998, más del 80% de las granjas y las explotaciones agrícolas rusas habían quebrado, y, aproximadamente, unas 70.000 fábricas de titularidad estatal habían sido clausuradas, dejando como rastro una auténtica epidemia de desempleo. En 1989, antes de la terapia de shock, vivían en la Federación Rusa bajo el umbral de pobreza (es decir, con ingresos inferiores a los cuatro dólares diarios) dos millones de personas. A mediados de la década de 1990, cuando los "terapeutas" del shock ya habían administrado su "amarga medicina", eran 74 millones de rusos y rusas los que vivían por debajo de ese umbral, según el Banco Mundial. Eso significa que de lo que verdaderamente pueden vanagloriarse las "reformas económicas" rusas es del empobrecimiento absoluto de 72 millones de personas en sólo ocho años. En 1996, el 25% de los rusos (casi 37 millones de personas) vivían en una situación de pobreza calificada de "desesperada".

Éstas son las muertes lentas, pero también las hay rápidas. Nada más introducirse la terapia de shock en 1992, el ya de por sí elevado índice de suicidios en Rusia empezó a aumentare; en1994, punto álgido de las "reformas" de Yeltsin, la tasa de suicidios escaló hasta situarse casi en el doble de la que se registraba ocho años antes. Los rusos también se mataban entre sí con mucha mayor frecuencia: en 1994, los crímenes violentos se habían multiplicado por más de cuatro.

Aunque millones de rusos han salido de la pobreza en estos últimos años —gracias, sobre todo, al aumento de los precios del petróleo y del gas—, la infraclase de las personas pobres de solemnidad se ha convertido en un fenómeno permanente en Rusia (y con él, las enfermedades relacionadas con ese estatus de marginación). Hace tres décadas, André Gunder Frank, el economista de los de Chicago, disidente escribió una carta a Milton Friedman acusándole de "genocidio económico". Actualmente, muchos rusos describen la lenta desaparición de sus conciudadanos y conciudadanas empleando términos similares. En la Rusia de Yeltsin, la riqueza está tan estratificada que los ricos y los pobres parecen vivir no sólo en países distintos, sino también en siglos diferentes.

Este pillaje al que sido sometido todo un país con tanta riqueza como la que Rusia atesora (y Venezuela) ha requerido de actos extremos de terror en la historia reciente, desde el incendio del parlamento. "Las políticas que engendran pobreza y delincuencia", escribe Georgi Arbatov, uno de los asesores económicos originales (y generalmente ignorados) de Yeltsin, "sólo pueden sobrevivir si se suprime la democracia". Se había suprimido ya en el Cono Sur, en Bolivia (durante el estado de sitio) o en China (durante la ofensiva de Tiananmen).

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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