16 de julio de 2018.- La hipocresía de un conjunto de fuerzas políticas europeas quedó al desnudo en esta Copa Mundial de fútbol realizada en Rusia.
El presidente francés, Emmanuel Macron, repartía besos y abrazos para los jugadores durante la entrega de medallas. Este domingo la selección francesa ganó la Copa del Mundo tras vencer a Croacia en la final y el mandatario no se perdió la oportunidad para figurar.
Dos semanas atrás, la máxima autoridad del país comunicaba su negativa a que Francia albergue centros para inmigrantes rescatados que intentan cruzar el mar Mediterráneo. Sin embargo, en Moscú celebró efusivamente con los 23 jugadores del seleccionado nacional que se consagró campeón, 18 de los cuales provienen de familias que no nacieron en territorio francés.
El equipo francés es el que tenía más cantidad de jugadores de descendencia extranjera, mientras que Bélgica (terminó en tercer lugar) e Inglaterra (cuarto puesto) contaban con 11 jugadores hijos de inmigrantes cada uno.
Desde Congo, República Democrática del Congo, Camerún, Nigeria, Guinea, Senegal, Mali, Togo, Marruecos, Argelia, Angola e islas del caribe francesas llegaron las familias del 78% de los jugadores que ganaron el campeonato mundial de fútbol.
Pese a que los países de la Unión Europea celebran los triunfos de los deportistas africanos nacionalizados como propios, mantienen una política cada vez más agresiva contra la inmigración, que aumentó la cantidad de muertes en el mar Mediterráneo.
