Revolución y tortura

La tortura es sin duda una acción satánica establecida por el hombre como necesaria ante la dignidad revolucionaria pero también por la impotencia de quienes se creen infalibles a la hora de averiguar crímenes, robos y hasta por vicios en los cuerpos establecidos para la represión. Si el detenido no habla es un fracaso para el “cazador” y además la injustificable retención es como una burla hacia el represor por eso se ensaña el hombre criminal sobre el indefenso buscando confesiones. En los llamados Teatros de Operaciones Anti Guerrilleras lo peor de un ingresado era ser inocente de culpas pues al no contestar por no saber al interrogador este se enloquecía y se transformaba en Diablo Democrático llevando muchas veces hasta la muerte al ignorante de los hechos juzgados. En general la práctica del suplicio está incorporada a los órganos encargados de la represión donde desde municipales hasta defensores de la Patria la ejecutan como satisfactorias para ejercer la vigilancia de la paz.

Ahora cuando se condenan todas las acciones bestiales de militares y civiles, contra activistas o no de la guerrilla se debe también educar en forma masiva y permanente a todo ser venezolano con rolo, revolver y chapa para eliminar el morbo del tormento de la mente de la autoridad. El cristianismo y su Inquisicion, es parte de este archivo ejercido precisamente contra los enemigos de Dios lo cual cuadra muy bien a los comunistas de ayer o cualquiera considerado “pecador”. Tampoco puede ocurrir lo contrario y si usted no es revolucionario no se le puede aplicar la misma píldora con el cuento de cuartel de la lucha de clases o el obrerismo. Execrar los martirios de las prisiones es difícil pero en una revolución es un objetivo primario.

Bueno, el asunto en cuestión es castigar a los enemigos de la humanidad y sus Derechos donde y cuando ocurran aun cuando hayan pasado muchos años. También es importante ajustarse a los hechos sin importar las circunstancias. Muchas veces en la historia nacional los criminales surgen de las propias filas de los torturados lo cual combina el miedo con la adulancia y el deseo de sobrevivir para entonces en una perfección de la maldad conocer de torturadores y “sapos” de carácter especial tal cual los delatores de la guerrilla por allá por los años sesenta.

En definitiva un torturador es un enfermo al cual hay que condenar a la vez que para servir de modelo del ser indeseable en donde se encuentre y a la edad que sea. Desde la unidad familiar hasta cualquier centro policial .Tarea Revolucionaria será por siempre liberar al hombre de ese morbo en sus raíces donde la religión, el culto a la personalidad, el narcisismo, etc pueden alimentar este mal.


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Antonio José Rivera Chávez


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