Con solidaridad venezolana hacia la Marcha Patriótica colombiana

Si en algún país del mundo la paz tiene poderosos enemigos, internos y externo y fundamentalmente por causas económicas, es Colombia. Prácticamente medio siglo de violencia ininterrumpida, lo testimonia. Son tan de oficio y profesionalismo los enemigos, que tienen a su disposición una pléyade de considerados eminentes intelectuales para exponer sus ideas en justificación de sus políticas represivas, aunque muy torcidas que sean.

 El precio que ha pagado la izquierda política e ideológica en Colombia ha sido muy alto cada vez que ha intentado incursionar pacíficamente en la lucha de clases. Aun sigue fresco el recuerdo en la memoria de la sociedad colombiana aquel 9 de abril de 1948 cuando la oligarquía económica y sus fieles expositores políticos e ideológicos ordenaron darle muerte al seguro ganador a la Presidencia de la República, el doctor Jorge Eliécer Gaitán. Luego se conoce la seguidilla de asesinatos de candidatos  presidenciales de la izquierda como: Pardo, Jaramillo, Pizarro y hasta el liberal Galán. El exterminio violento de casi toda la dirigencia de la Unión Patriota es el reflejo en negro y blanco y en todos los colores de que la oligarquía colombiana no tiene piedad ni siquiera con Piedad Córdoba, la senadora del pueblo que ha logrado por vía de diálogos, en política de liberación de rehenes de guerra, resultados positivos que jamás hubiese conquistado el Estado colombiano por sus medios violentos.

Hace tres años nació en Colombia la Marcha Patriótica como un escenario ideal para reencontrarse fuerzas políticas de izquierda y personas que profesan pensamientos progresistas que siempre han clamado por la justicia, la libertad, la solidaridad y la paz, incluso, por las vías pacíficas de la lucha de clases. Sin duda, un gran reto en una nación donde quienes han detentado los poderes suelen inventar o descubrir obstáculos sociales para evitar que la paz llegue triunfante a toda la sociedad. La oligarquía sabe, aunque no lo reconozca y más bien lo combata, que “La paz está en la cara de los niños/ en el hombre que pasa por la calle/ en el árbol solemnemente erguido/ en la serena majestad del aire/. Está en el cielo la paz puedes mirarla/ la escribe el tiempo en su tranquilo rumbo/ la lleva cada ser dentro del alma/ en su rotación la va cantando el mundo/. En la hoja que nace está la paz/ el río la refleja en su corriente/ ¿no la ves trasegando en el hogar?/ ¿al compás de tus pasos no la sientes?/ ¿Quién pretende sacarla de la hoja?/ ¿quién al paso del hombre arrebatarla?/ ¿de la cara del niño quien la roba?/ ¿de dónde contra la paz viene el fantasma?”, como lo describe el poeta Luis Vidales. Demasiadas heridas lleva la paz por dentro y sobre su piel que la guerra es el arma de la oligarquía para tratarla. Allí está el fantasma soltando sus duendes contra la paz. Ya, por ejemplo, uno de los intelectuales preferidos de la oligarquía y el militarismo en Colombia, don Plinio Apuleyo, le echó la maldición de Malinche a la Marcha Patriótica, tildándola de ser un brazo político de la insurgencia armada colombiana. Así comienza la guerra teórica sicológica para que el Estado colombiano se encargue de materializar en la práctica los métodos represivos que hagan exterminar muy prontamente, especialmente, a la dirigencia de la Marcha Patriótica. La oligarquía colombiana y su Estado político no quieren permitir una nueva experiencia organizativa y de unidad de fuerzas políticas y sociales que se oponen a los esquemas de servilismo incondicional del Estado colombiano a los designios del imperialismo foráneo y de la oligarquía colombiana.

Una política que se sustente en por las buenas o por las malas, para lograr sus fines sin guiarse por la objetividad de los hechos, suprema la violencia irracional como el método esencial de la lucha política. Esa es la visión que tiene el Estado colombiano para todas las circunstancias políticas. El terror que tiene a un auge de las fuerzas políticas y sociales de izquierda y hasta de centro izquierda que sean capaces de obtener una contundente victoria electoral en Colombia, lo hace recurrir a todas las artimañas y maniobras políticas para declarar que la Marcha Patriótica obedece a las directrices de la insurgencia armada.

Las fuerzas políticas y sociales venezolanas que creen en la justicia, la libertad, la solidaridad y la paz para Colombia, sin intentar dictar cátedras políticas o dar órdenes a las fuerzas políticas y sociales de izquierda y progresistas de Colombia, están obligadas, por conciencia y deber del internacionalismo revolucionario, a brindar todo el apoyo posible, material y espiritual, a la Marcha Patriótica que se concentrará, posiblemente, el 24 de julio –día de un nuevo natalicio del Libertador- del presente año en el Liceo Simón Bolívar de la ciudad de San Cristóbal, estado Táchira. En ella, no sólo estarán presentes distinguidas personalidades colombianas, organizaciones y gremios colombianos sino, igualmente, destacará la presencia de una luchadora universal por los derechos humanos, por la justicia social para los pueblos y quien merece (al igual que el doctor de origen palestino Izzeldin Abuelaish) un Premio Nobel de la Paz, la Senadora de la Dignidad: Piedad Córdoba. ¿Cuál ha sido el crimen de esa extraordinaria mujer de nuestro tiempo para que tanto la acosen, la amenacen y traten de asesinarla?: Sencillamente: querer que la luz sin fin luzca y brille para toda la humanidad.

Sepan los imperialistas, los oligarcas, los Estados burgueses, los hacedores de guerra, los intelectuales epígonos de la burocracia, que cuando el ser humano se ha formado una conciencia de las ideas que lo hacen compartir a plenitud la concepción de la emancipación del mundo, no existe barricada que le obstaculice su paso de vencedor.

¡Viva la Marcha Patriótica Colombiana! ¡Sin justicia social, la paz será siempre una utopía!



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Freddy Yépez


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