¿Bolívar vive en Madrid?

Hace ya algún tiempo que considero, con referencia al espectáculo de los políticos, que es mejor reír que llorar. Al fin y al cabo, he dejado de tomarme en serio a los de esa clase, lo cual me permite conjurar toda pasión o fanatismo. Ya he dicho, en artículo anterior, que ahora veo la política como un juego de Caribes de Anzoátegui versus Bravos de Margarita (soy caraquista): me entretiene pero no me apasiona.

De una vez aclaro que no creo que el gobierno de Maduro sea tan bueno como él mismo dice ni tan malo como lo pinta María Corina. Para mí es un gobierno más, como tantos que han sido. Del gobierno no soy ni afecto ni opositor político, como vaya viniendo iré viendo. Pero sí anótenme como firme opositor a la cultura nacional: vivimos en una lamentable decadencia. Punto y aparte, y me explico.

De acuerdo a mis intereses particulares, lo que más me preocupa es la decadencia en el discurso y las ideas, con cercana competencia del bululú capitalista anarco-salvaje que vivo en las calles del centro de Caracas, a donde llegué hace más de tres décadas cuando bajé desde La Pastora rodando por la avenida Baralt. Otros se decantarán por el consumismo de índole "Black Friday" que vimos hace algunos días los atormentados caraqueños. Y habrá quien se pronuncie por la degeneración de la sensibilidad que se manifiesta en la música (ruido) mediocre que revienta los oídos del viandante desde los "espiquis" a todo dar, pues la intensidad de los decibeles es directamente proporcional a la mala calidad de los cantantes (gritones) ecualizados.

Una muestra de la decadencia discursiva y conceptual que impera en las altas esferas políticas del país es un tuit que pude leer en estos días, escrito y enviado por una dama que se llama Coromoto Godoy Calderón, que ha sido designada Encargada de Negocios de Venezuela en España. Lo transcribo: "Llegué a Madrid y vine a verte, Padre Bolívar, como nos enseñó Chávez, para renovar las fuerzas, para jurarte lealtad. Vine a verte como una hija a un padre. Enséñame el camino, dame la mano y guía mis pasos en esta nueva etapa".

Lo primero que distingo en este mensaje es ese estilillo épico que el oficialismo suele darle a cualquier menudencia que hace, para satisfacción de sus sectarios y fastidio de quienes tenemos que aguantarlo. Recuerdo a un diputado y dirigente "obrero" del PSUV que tildó de "histórico" al acuerdo de trastienda que adelantó el gobierno con un sector de la oposición para reincorporar a los suyos a la Asamblea Nacional, y del cual ya nadie se acuerda ni se acordará en el futuro.

La dama en cuestión, a la que sencillamente le han encargado una misión diplomática exenta de heroísmo, le asigna a su nuevo cargo una trascendencia tal, que involucraría al mismísimo Simón Bolívar, quien le tomaría de la mano desde su tumba para guiarla por los tortuosos y encantadores caminos de la Madre Patria, lo digo para seguir en la onda de las frases hechas que adornan el tuit de la señora Godoy.

No sé qué idea de trascendencia personal bulle en la mente de esta heroína absurda, me cuesta mucho adentrarme en ese concepto puesto que me considero a mí mismo como un insignificante mortal que no trascenderé a nada después de que me manden a buscar desde ya se sabe dónde.

Pero lo peor de lo peor del desafortunado tuit es ese despropósito de viajar a España para ver a Bolívar ¿queeeeé? Pero si a Bolívar se le puede ver en cualquier lugar de Venezuela hasta la saciedad, bastaría con visitar uno de los tantos monumentos que lo ensalzan, y sobre todo arrimarse a su casa natal, donde puede cualquiera pasearse por los espacios donde discurrieron los años mozos de El Libertador.

De todos modos, le pido por este medio al Canciller Faría que me mande a París para ver a Sebastián Francisco de Miranda pues tengo que decirle un par de vainas y pedirle que me tome de la mano y me guíe por las deliciosas noches parisinas, que las conocería muy bien pues le gustaba la buena vida como a todo cosmopolita que se respete.

En fin, si alguien quiere verme puede encontrarme en Leipzig, Alemania, donde viví tres años. Búsquese a una señora alemana llamada Maja Leepin, que fue mi más hermosa novia de la juventud, ella sabe bien por dónde puedo andar. Aunque si desea ahorrarse ese paso, le recomiendo tres lugares que solía frecuentar: el café de la Ópera, el Völkenschlachtdenkmal o el botiquín donde bebía y ambientó Göethe la escena del barril de vino en el Fausto, que todavía existe y donde me metí unas cuantas cervezas en aquel entonces. Eso sí, ni se le ocurra tomarme de la mano y pedirme que lo guíe, porque podría conducirlo a caminos extraños e inconvenientes.

De todas formas, para su comodidad, le recomendaría a mi perseguidor que me busque por los lados de la avenida Lecuna, aquí mismito en Caracas, por donde me la paso sabaneando precios y cafecitos esquineros. Aunque hay quien dice que a mí es mejor perderme que encontrarme.



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Néstor Francia


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