Maduro entregará la mitad de Venezuela para sostenerse, mientras María Corina ofrece la otra mitad para reemplazarlo

En el circo político venezolano, donde los payasos llevan uniformes militares y las trapecistas blandan inhabilitaciones como látigos, se gesta una tragedia que supera cualquier guion de telenovela. El paisano maduro eterno inquilino del Palacio de Miraflores, parece dispuesto a hipotecar hasta la mitad del territorio nacional con tal de aferrarse al timón de un barco que hace agua por todos lados. Mientras tanto, del otro lado del ring, la señora Machado, supuesta dama de hierro de la oposición, no se queda atrás, su estrategia para desalojar al madurismo pasa por entregar la otra mitad a los buitres internacionales, todo con el fin de coronarse como la salvadora que al final, nos deja en pañales. Y en medio de este trueque de soberanía por sillones presidenciales, los venezolanos (nosotros, los de a pie) nos quedamos mirando cómo se desintegra el mapa que heredamos de Bolívar.

El paisano maduro, ese supuesto defensor de la "revolución bolivariana" que ya parece más bien un remiendo de parches, debido a la creciente e insostenible deuda con aliados como China y Rusia, que actualmente se salda con la hipoteca de activos petroleros y reservas de oro, comprometiendo la capacidad de futuras administraciones para disponer libremente de las riquezas del subsuelo.

Como ya sabemos, maduro ha convertido la disputa por el Esequibo en su "as" en la manga. El Esequibo, esa franja extensa que muy rica en petróleo y selva, es prácticamente el 17% del territorio venezolano reclamado, ha sido el pretexto perfecto para desviar la atención de la hiperinflación, las colas eternas y las balas que silban en las calles. En diciembre de 2023, el madurismo impulsó un referéndum consultivo que, con un 95% de "sí" fabricado en las urnas del CNE, sirvió para movilizar al ejército y amenazar con anexión. Pero ¿y ahora? en agosto de 2025, reiteró que "más temprano que tarde" recuperará el Esequibo, mientras Guyana, respaldada por ExxonMobil y el Tío Sam, perfora pozos como si fueran latas de cerveza en una fiesta.

Sin embargo, detrás de los discursos patrióteros del madurismo, la realidad huele a concesión. Secretos a voces hablan de negociaciones opacas con Pekín y Moscú, a cambio de préstamos vitales para sostener el régimen (que ya debe miles de millones), Venezuela ha cedido derechos de explotación minera en el Arco Minero del Orinoco. ¿Es esto "entregar la mitad"? No literalmente, pero en términos de soberanía efectiva, sí. Recursos naturales que alimentan el erario público ahora engordan las arcas de empresas extranjeras, mientras maduro se perpetúa en el poder mediante elecciones "exprés" y pactos con el diablo geopolítico. Si el Esequibo es el anzuelo para unir al pueblo en un nacionalismo de pacotilla, el resto del territorio es el cebo para sus aliados, China ya controla concesiones petroleras en el lago Maracaibo, y Rusia explora vetas de coltán en las Guayanas. Maduro no entrega mapas rojos; entrega llaves de minas y pozos, y con ellas pedazos de patria que suman en valor económico más que la mitad de nuestra geografía.

Del otro lado la señora Machado emerge como la contraparte perfecta en esta danza macabra. Líder indiscutida de la oposición desde que su inhabilitación la convirtió en mártir, Machado ha construido su imagen sobre el liberalismo puro, mercados libres y alianzas con Washington. Pero, ¿a qué precio? En abril de 2025, junto a Edmundo González (su delfín presidencial), reafirmó que "el Esequibo es de Venezuela y lo defenderemos", un discurso que suena heroico hasta que se rasca la superficie, ok no habla de ceder el Esequibo pero su visión económica implica abrir las puertas de par en par a la globalización salvaje. En foros como el de Aspen o reuniones con el Departamento de Estado, ha abogado por tratados de libre comercio que en la práctica equivaldrían a entregar el control de puertos como La Guaira a corporaciones foráneas. Aparte su promesa de privatizar masivamente la industria petrolera (PDVSA) y las empresas básicas, genera el temor de que estos activos caigan en manos de grandes consorcios internacionales en condiciones de "venta de garaje," comprometiendo el control nacional sobre los recursos esenciales.

Imaginemos por un momento la otra "mitad" de Venezuela, los corredores comerciales del centro y occidente, el corazón industrial de Valencia, Maracay, incluyendo los de otros estados importantes, hipotecados a fondos de inversión yankis a cambio de sanciones levantadas y un guiño para las elecciones de 2028. Es el viejo truco de "liberar" el país para que lo colonicen. Machado quiere sacar a maduro no por amor a la patria, sino para instalarse ella con un gabinete de tecnócratas que priorizarán el PIB sobre la soberanía. En este escenario, la otra mitad del país se entregaría a través de un proceso de ajuste estructural y económico dictado desde el exterior, en el que la prioridad no sería el bienestar social inmediato, sino el pago de la factura política y económica de la transición.

Y mientras estos dos titiriteros se disputan el control remoto, ¿qué nos queda a los venezolanos? Un país hecho trizas, un archipiélago de enclaves extranjeros donde el petróleo de PDVSA fluye hacia puertos lejanos, las minas se vacían en silencio y las fronteras se difuminan como niebla en el Orinoco. Millones han emigrado, dejando atrás no solo casas, sino un sentido de pertenencia. El Esequibo, ese símbolo de unidad perdida, ilustra la ironía, maduro lo usa para justificar su eternidad en el poder, Machado para prometer una "recuperación" que huele a privatización. Ninguno de los dos menciona que para 2025, la deuda externa venezolana supera los 150 mil millones de dólares, gran parte garantizada con activos territoriales. La mitad para uno, la otra para la otra, y al final el mapa se reduce a un souvenir turístico.

Nos guste o no, los venezolanos vamos rumbo a ser una nación sin país, ya que en medio de este fuego cruzado de "remates" y "entregas", el destino del venezolano común parece ser el de la pérdida total. El país va dirigido a quedar comprometido, mientras que sus habitantes atrapados entre dos fuerzas que priorizan el poder sobre la patria, nos dejan literalmente sin país. La desesperada lucha por el poder, ya sea para mantenerlo o para obtenerlo, se ejecuta sobre las espaldas de la población. Mientras los líderes negocian o acusan sobre la propiedad de los recursos, a los venezolanos nos toca ver como el país pierde su recurso humano más valioso, con millones de profesionales y familias forzadas al exilio.

Es hora de que el pueblo despierte de esta pesadilla bipartidista. Ni maduro con sus rusos, ni Machado con sus gringos, Venezuela no es un botín de guerra ni un saldo en rebaja. Reclamemos el Esequibo, sí, pero también las minas y (PDVSA), los ríos y las calles que nos pertenecen. De lo contrario, en unos años, "Venezuela" será solo un nombre en un tratado internacional, y nosotros, fantasmas en la diáspora.

¿Cuánto más vamos a permitir que nos partan en dos por un trono vacío?

¡Si no nos ponemos serios, vamos a perder la "Patria"!.



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