¿Qué, también parece paradoja?

Hubo en esta Caracas un hombre (adeco) singular que, surgido de la mayor indigencia, amasó unos cuantos millones. Estos charros del rebaño no se explicaban tal fortuna sino suponiendo que había robado el erario público o por lotería; porque estos desgraciados, tupidos de sentido común y enteramente faltos de valor moral, no creen sino en el robo.

Por estos lugares yo donde vivo. Con el Gobierno de Maduro, existen seis quintas, (tremendas) los propietarios antes eran un limpios, de una mano “adelante y otra atrás”. Sobre todo, hay dos QINTAS, una tiene cinco plantas cerro abajo (tremendas terrazas) y además un ascensor; la otra, de dos casas hicieron una tremenda Quinta, y además, cerro abajo tiene cuatro plantas (libre) construidas de concreto. El concreto empleado en la construcción de esta QUINTA, podían construir un edificio de cinco plantas.

Sí, todo nuestro mal es la cobardía moral, la falta de arranque para afirmar cada uno su verdad, su fe, y defenderla. La mentira envuelve y agarrota las almas de esta casta de borregos modorros, estúpidos, por opilación de sensatez.

Se proclama que hay principios indiscutibles y cuando se trata de ponerlos en tela de juicio no falta quien ponga el grito en el cielo. No faltan menguados que nos estén cantando de continuo el estribillo de que deben dejarse a un lado las cuestiones políticas; que lo primero es hacerse fuertes y ricos. Y los muy mandrias no ven que por no resolver nuestro íntimo negocio no somos ni seremos fuertes ni ricos. Lo repetimos: nuestra patria no tendrá agricultura, ni industria, ni comercio, ni habrá caminos aquí caminos que lleven a parte adonde merezca irse mientras no descubramos nuestro socialismo. No tendremos vida exterior poderosa y espléndida y gloriosa y fuerte mientras no encendamos en el corazón de nuestro pueblo el fuego de las eternas inquietudes. No se puede ser rico viviendo de mentira, y la mentira es el pan nuestro de cada día para nuestro espíritu.

¿No oís a ese burro grave que abre la boca y dice: “¡Eso no puede decirse aquí!” ¿No oís hablar de paz, de una paz más mortal que la muerte misma, a todos los miserables que viven presos de la mentira? ¿No os dice nada ese terrible artículo, padrón de ignominia para nuestro pueblo, que figura en los reglamentos de casi todas las sociedades de recreo de Venezuela, y que dice: “Se prohíben discusiones políticas y religiosas”?
¡Paz!, ¡paz!, ¡paz! Croan a coro todas las ranas y los renacuajos todos de nuestro charco.

¡Paz!, ¡paz!, ¡paz! Sí, sea, paz, pero sobre el triunfo de la sinceridad, sobre la derrota de la mentira. Paz, pero no una paz de compromiso, no un miserable convenio como el que negocian los políticos, sino paz de comprensión. Y esos desdichados que gritan “¡paz!, ¡paz! Se atreven a tomar en labios el nombre de Cristo. Y olvidan que el Cristo dijo que Él no venía a traer paz, sino guerra, y que por Él estarían vividos los de cada, los padres contra los hijos, los hermanos contra los hermanos. Y por Él, por el Cristo, para establecer su reinado, el reinado social de Jesús —que es todo lo contrario de lo que llaman los jesuitas el reinado social de Jesucristo—, el reinado de la sinceridad y de la verdad y del amor y de la paz verdadero; para establecer el reinado de Jesús tiene que haber guerra.

Presidente Nicolás Maduro Moros: Ayer domingo fui a MACRO del Altos Mirandinos a las siete de la mañana, había solamente azúcar, (nos vendieron dos kilos) y para más vaina, salimos a las 2,30 PM. Había demasiados “bachacos” (comprar barato y vender bien caro). Le pregunté a la Guardia Bolivariana, porque no había una cola especial para los viejos enfermos (yo tengo Parkinson) y todos de tercer edad. Los guardias me contestaron que el gerente de Macro les dijo: que la cola eran igual para todos. Será que el “gerente”, no tiene padres, ni enfermos. Estoy seguro, que este malandro, “desquiciado”, les lleva comida a sus padres a la casa.

Sr. Presidente: no le parece que hay meter presos a estos malandros, ¡hay que ser caradura!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!”



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Manuel Taibo


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