Me comprometo a acabar con el bachaqueo en tres semanas

De verdad no entiendo cómo es que el problema del bachaqueo no ha podido ser resuelto en Venezuela. Captahuellas, fiscalización, incremento del suministro, control de precios, multas, presos, cierre parcial de la frontera, allanamientos y pare usted de contar. De todo se ha intentado y los bachaqueros allí y cada vez en mayor número.

Sí, definitivamente, no entiendo. Y no entiendo porque si me delegaran la responsabilidad de acabar con el bachaqueo en mi ciudad natal, juro que lo haría en menos de tres semanas y sin apelar a tecnología complicada alguna.

Bastaría con colocar un funcionario de la OLPP , con una laptop, en la cabecera de cada una de las colas que forman los bachaqueros en los centros de abastecimientos. ¿Cuántos son en mi ciudad? ¿10, 15, 20? Tampoco es que necesito un ejército.

En la misma medida en que los compradores vayan entrando al supermercado se le exige su cédula de identidad y se apuntan, en un programita previamente diseñado, datos como nombre, número de cédula, lugar donde compra y hora a la cual lo hace.

Ojo, que este tipo de programa lo hace hoy un muchachito, en un par de horas, máximo.

Una vez terminada la jornada se cruzan los datos obtenidos en cada establecimiento de la ciudad y ¡Bingo! saltan como conejos los nombres de los primeros sospechosos de ser bachaqueros (los que hicieron compras en varios establecimientos ese día)

Ya tenemos, entonces, un primer dato y un montón de sospechosos.

Si esta operación la repetimos durante cinco días obtendremos el dato número dos: una larga lista de bachaqueros confirmados y pruebas de que lo son.

El siguiente paso viene dado por una señal que debe emitir el computador cuando, uno de los ya identificados como bachaquero intente hacer una nueva compra. Bueno sería que al introducir el número de cédula y nombre en el computador, este reaccione con una voz robótica diciendo: ¡alerta, bachaquero a la vista! ¡alerta, bachaquero a la vista! ¡alerta, bachaquero a la vista!

Es allí donde un guardia, un policía un fiscal o lo que sea debe acercarse al ciudadano (si es que así puede llamarse a un maldito bachaquero) y con voz autoritaria decirle: Acompáñame hasta el comando. Está usted detenido en flagrancia cometiendo el delito de bachaqueo.

Aquí obtenemos otro resultado, de la cola se saldrían como por arte de magia un grupo de vivitos a los cuales repentinamente se les quitaron las ganas de comprar o se acordaron que tienen una diligencia que hacer.

Para complementar y blindar el programa, todos los días se puede cruzar información con dos o tres ciudades vecinas. Así evitamos que viéndose identificados como delincuentes en una ciudad se muden a otra para seguir delinquiendo.

Los bachaqueros detenidos (para complacer al defensor de bachaqueros… perdón del pueblo) se pasan a fiscalía con una copia del programa donde se detallan el número de compras que hizo (que jamás se corresponderá con las que puede hacer un ciudadano decente); se le allana su centro de acaparamiento y puesto de venta y, por último (y por las buenas, por aquello de que tienen su defensor) se les hace confesar quien les paga y donde entregan los productos adquiridos.

Sí, es demasiado sencillo, pero es que los grandes problemas en muchas ocasiones tienen soluciones sencillas.



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Alexis Arellano


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