El quimérico camino de la honestidad

Una misión epopéyica: Sacarse la licencia para conducir. 

Capítulo 1: Madrugonazo entre anacronismos e incomprensiones.

Capítulo 2: Anarquía, corrupción y supervivencia.

Capítulo 3: El Cabo Morán y el mundo al revés de Eduardo Galeano. 

Capítulo 1: Madrugonazo entre anacronismos e incomprensiones. 

El día lunes 28 de julio del 2008, mi hermano y yo decidimos madrugar para sacarnos la licencia de conducir. En realidad nunca entendimos porque es que uno tenia que madrugar para hacer un trámite normal de identificación y de carácter público que no tendría que llevar muchas implicaciones; mucho menos en pleno siglo XXI y en un país que lleva diez años de avances revolucionarios.

(05:45am) Llegamos al Instituto Nacional de Transporte y Tránsito Terrestre (INTTT), sede principal, El Llanito. Al llegar nos encontramos con una imagen que ya empezaba a construir en nuestros rostros una expresión de decepción e incomprensión que iba a acompañarnos por el resto del día. Unos bancos de hierro oxidados, y mal pintados, servían de asiento a decenas de personas que entre montañas de arena, y charcos con ladrillos, nos indicaron que debíamos anotarnos en una lista que cargaba un joven de camisa blanca que se encontraba rodeado de gente. Este Joven anotó nuestros nombres en una hoja, luego de esto nos ofreció su “ayuda”, esta ayuda consistía en ponernos en contacto con un Sargento que el conocía, ya que el mismo nos podía “ayudar” a aprobar las pruebas de conducir sin ningún problema, claro está que tanta ayuda nos iba a costar 250 BsF, a lo que nosotros respondimos negativamente. Confiados en que el camino de la honestidad es el éticamente correcto, nos dirigimos hacia los pálidos bancos azules a entregarnos al largo abismo de la espera.  

Capitulo 2: Anarquía, corrupción y supervivencia. 

(08:40) Después de tres horas de espera, vemos que unos funcionarios empiezan a enumerar algunos nombres que estaban en una hoja para que formaran una fila en donde nos colocamos mi hermano y yo.

(09:30) Una funcionaria nos solicita los papeles para ir organizándolos en una planilla que iba entregando. Entre los requisitos solicitaban que se hicieran tres depósitos; el primero para el sobre con la planilla, el segundo para la prueba teórica y el tercero para la prueba práctica. Nosotros habíamos llevado dos depósitos cada uno, porque en uno teníamos el sobre REC y en el otro conjuntamente el de la prueba teórica y práctica. Al entregarlos la muchacha funcionaria nos dice que nos falta un deposito que se refiere al de la prueba teórica, y que debemos ir hacerlo en ese momento y luego buscarla. Nosotros le explicamos que tenemos un depósito que refleja lo correspondiente a las dos pruebas, a lo que ella nos respondió que necesitamos hacer el de la prueba teórica aparte, ya que si reprobamos la prueba no nos pueden devolver así el dinero, aterrados por todo lo que habíamos visto y por cualquier contratiempo que pudiera hacernos perder nuestro turno, le respondemos que no importaba y que, en ese caso, renunciábamos al derecho de que nos devolvieran el dinero. La intransigencia y la incapacidad de razonar vencieron una vez más y tuvimos, como era de esperarse, que ir a hacer otra fila en el banco para depositar…

(10:10) Al retornar a la fila nos hallamos con que las personas que se encontraban delante de nosotros eran totalmente “nuevas”, es decir, habían comprado números o planillas y los habían habilitado para el proceso, burlándose así de la buena voluntad de los que madrugamos para hacerse de un puesto entre los sólo cuarenta (40) “afortunados” dentro de los cuales mi hermano ocupaba el 35 y yo el 36, en ese momento entendimos por que, a pesar de haber madrugado, casi no podemos entrar a esta “selecta” lista, en la que varios puestos eran reservados para ser negociados, a esta hora, con la gente que paga para no madrugar… Viendo esto Mi hermano le pregunta a un joven que se encontraba delante de nosotros, antes de que nos fuéramos a depositar al banco que queda justo al lado de la institución, por el orden de la fila y el respeto a los turnos que teníamos, a lo que este le responde que ya no estaban respetando ningún orden, que pasaban de cinco en cinco los que estuvieran mas pendiente. Por delante de nosotros pasaban grupos de 5 que ni siquiera se habían anotado en la lista de la madrugada, esto dicho por ellos mismos. Mi hermano discutió con una muchacha que se encontraba delante de él y que claramente acababa de llegar al lugar, como se dice en criollo: coleándose, por si fuera poco la misma llevaba muy orgullosamente el uniforme de nuestro Ejercito, en este se veía un Rango de Sargento y su apellido: CELIS. Todo esto ante la indiferencia de los funcionarios que, no por casualidad, no organizaban la fila, ya que este desorden les permitía pasar privilegiadamente a personas que ellos elegían.

(10:40) Este personaje uniformado grito (inmoralmente) que era una injusticia lo que estaban haciendo y que iba a entrar a reclamar ante semejante acto; no la vimos más estando afuera, cuando la volvimos a ver ya estaba en espera de que le entregaran su documento, que valores…

(11:20) Ya cansados y moralmente exhaustos logramos entrar a la institución. 

Capitulo 3: El Cabo Moran y el mundo al revés de Eduardo Galeano. 

(11:20) Después de dos filas más adentro de la institución, logramos hacer la prueba teórica, la cual los dos aprobamos, luego de esto nos informaron que buscáramos afuera al Cabo Morán que se encontraba entre unos conos para realizar la prueba práctica, con estas palabras.

(11:45) Al llegar, lanzando flechas, a donde se encontraba, nos hallamos con un señor moreno, de baja estatura, con una carpeta y uniforme, que era el Cabo Morán, le entregamos el certificado de la prueba teórica aprobada para disponernos a presentar la prueba práctica. Al mejor estilo de las historias de Eduardo Galeano en donde los pájaros le disparan a las escopetas y los perros atropellan a los autos, el Cabo nos informa que debemos tener un vehiculo para presentar la prueba práctica. Nosotros ya más que indignados le decimos que precisamente estamos haciendo el proceso para sacarnos la licencia, para poder tener acceso legal a la conducción, que si no teníamos licencia como íbamos a ir a sacárnosla en un vehículo, que la lógica nos decía que ellos disponían de estos. El Cabo Morán intransigente y de pocas palabras se hacía de oídos sordos ante nuestras angustiosas preocupaciones. Nos dijo que no podía hacer nada si no teníamos vehiculo, que si queríamos nos dirigiéramos hacia afuera en donde se encontraban unos motorizados para alquilarles la moto o solicitarles ayuda, “allá abajo las alquilan” fueron sus palabras, eso sí, que tuviéramos claro que el estaba ahí hasta las doce del mediodía. Ya frustrados y dándonos fuerza moral el uno al otro nos entrevistamos con los motorizados, cuando creímos que nada nos sorprendería más, nos arrojan la exuberante oferta de 60 BsF por el alquiler de la moto para la prueba, a lo que una vez más respondimos con un rotundo NO. Al ver esta negativa intentaron tranquilizarnos, diciéndonos que ellos conocían al Cabo Morán y que lo iban a solucionar.

(11:50) Después de una llamada telefónica vino la solución, esta consistía en pagar 70 BsF para que el Cabo Morán nos aprobara la prueba sin mover un dedo, es de suponer que después de negarnos a todas las anteriores no íbamos a sucumbir al final, nuevamente nuestra respuesta fue NO.

(11:55) Al subir nos encontramos con un compañero de martirio que se encontraba haciendo la prueba con su moto y que accedió a prestárnosla ante nuestras suplicas. Yo fui el primero en realizar la prueba, apenas me monte el Cabo Moran me pidió que me bajara sin verme a la cara y de manera muy despectiva porque no me había puesto el casco (prestado por el compañero que antes mencioné y que lo tenia puesto), que ni siquiera chance me había dado. Mi hermano lo persuadió de su intransigencia y con un balbucear casi inentendible dijo que comenzara ya la prueba, que consistía en dar una vuelta en la parte interna de la sede.

(12:00) Pasadas un poco más de seis horas de haber llegado al lugar, habíamos aprobado la prueba teórica y la práctica, y solo nos quedaba tomarnos la foto para que nos entregaran la tan esperada licencia de conducir. Pero todavía había que esperar más, porque a pesar de que el horario del INTTT era de 8:30 am hasta las 12:30 pm, los funcionarios cerraron a las 12:00 pm con palabras que indicaban que debíamos ir después de almuerzo.

(13:45) Logramos entrar a la institución, una pequeña cola más y dos fotos.

(14:00) Sintiendo una especie de orgullo heroico por haber realizado esta proeza sin sucumbir ante la gran cantidad de miserias humanas que vimos, logramos salir con las tan esperadas licencias de conducir. 

Creo que hay muchas cosas por reflexionar de esta, para nada placentera, experiencia. No es la corrupción, ni la engorrosa y provocada burocratización de la administración pública algo intrínseco o natural, hay que estremecerse ante semejantes hechos y no permanecer inerte ante estas realidades que nos azotan. El camino de la honestidad se ha vuelto cada vez más difícil dentro del Estado Burgués, porque está confeccionado para que todas los tramites públicos estén envueltos en una neblina espesa o un muro casi imposible de cruzar, que de alguna manera direccionan al pueblo a dimitir en el intento, o a buscar otras formas de solucionar sus problemas.  

adaleduardo@hotmail.com



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Adal Hernandez


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