Betancourt: ¿estadista u oportunista?

Porque se cumple un aniversario de alguna fecha relacionada con Rómulo Betancourt, se han publicado algunos textos encomiándolo y, como intención de fondo, pretendiendo establecer un contraste con Chávez, según el cual, Betancourt fue un político demócrata, que permitió superar la etapa dictatorial de la Venezuela del siglo XX e inaugurar una era de modernidad política, mientras que Chávez representaría una involución. Los textos adolecen de un agrio resentimiento y reflejan una añoranza de un pasado que no volverá, pero, además, introducen una perversa interpretación de esa época, que si se llegara a aceptar nos metería en un pantano, vendido por los apologistas de Betancourt con falsos colores brillantes.

Recuerdo que cuando leí “Venezuela, política y petróleo”, recopilación de artículos de Betancourt, tuve una medida precisa del personaje: fue un oportunista y no el estadista que sus defensores hacen creer. No hay en ese libro ideas trascendentales, nada que se aproxime, por ejemplo, al pensamiento nacionalista profundo de Juan Pablo Pérez Alfonso, quien fue ministro de Minas e Hidrocarburos de Betancourt y fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo. Lo que sí demuestra Betancourt, es su astucia política, su capacidad para comprender que el petróleo era una fuente de poder, no para transformar a Venezuela, sino para usarla como arma de negociación cómplice con las transnacionales. No en balde se recuerda la amistad del hombre de la pipa, Betancourt, con Nelson Rockefeller.

Detrás del lenguaje rimbombante de Betancourt, que algunos admiran por supuestamente “vernáculo”, se escondía la capacidad para la maña, que efectivamente le permitió dominar a una izquierda timorata y a otra vanguardista, neutralizándolas a ambas en las contiendas civiles o en la arremetida represiva, que fue proverbial de su gobierno, pero que sus aduladores post mórtem se niegan a recordar. Tampoco en balde se ha identificado su gobierno con la cínica frase: “Disparen primero y averigüen después”. Igualmente, quedó en el misterio la posible connivencia con la dictadura de Pérez Jiménez, en el asesinato de Ruiz Pineda, que tiene todas las características de una maniobra criminal para desembarazarse de un rival interno.

Al guatireño lo terminó de caracterizar su mujer, en unas memorias que lo retratan como el más pedestre pequeño burgués, que vive una vida de banalidad en Europa, consintiendo perros falderos y visitando lugares, al modo como lo hizo Santander en el mismo exilio europeo, llevando las cuentas diarias del céntimo ganado o perdido en una operación de cambio. Si estos son los valores que la intelectualidad opositora a Chávez propugna, pobres de los jóvenes que resulten envueltos en este discurso resentido y falaz. Con sus virtudes y aciertos, el presidente Chávez le ha dado sentido a la política nacional e internacional, como no se lo dio nunca la democracia del chinchorro y las pantuflas inaugurada por Betancourt.

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Luis Vargas


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