De los caballeros deportivos a los señores de los anillos: ¿Amateurismo contra profesionalismo?

Dentro de las actividades deportivas se habla de las “diferencias que existen” entre aquellas que se han convertido en actividades comerciales, que funcionan como empresas, y aquellas que se enmarcan dentro de los cánones puros de esta actividad deportiva. La acción profesional posee organismos paralelos a los del deporte amateur o aficionado, en ese sentido las relaciones entre deportista profesional y la empresa deportiva son de tipo laboral, regida por contratos de sus servicios, con las condiciones y plazos que se pueden establecer entre el patrono y el empleado. En cambio, la actividad del atleta amateur está inspirada por otras razones de tipo moral, patriótico, logros personales- colectivos, entre otros. En la actualidad, son escasos los deportes que mantienen el estatus amateur. La gran mayoría de ellos se han adaptado al modelo de organización deportiva profesional, o se desenvuelven con la complicidad del comité olímpico internacional con un manto de un seudo amateurismo, con deportistas nativos o foráneos contratados. Por su parte el profesionalismo es aceptado, reconocido y estimulado inclusive por instituciones públicas de deporte. Estas realidades han creado algunas confusiones, hasta se habla de la llamada “hipocresía del amauterismo”, en este ensayo trataremos de aclarar algunas de estas dudas; para ello seguiremos utilizando en nuestro estudio sociopolítico, el materialismo histórico y dialéctico como un instrumento revolucionario para el análisis de las realidades tanto del pasado como del presente, y de esta, manera desmontar toda la estructura que se esconde detrás de la “lucha” profesionalismo versus amateurismo deportivo.


Algunos especialistas considerar que el profesionalismo siempre ha existido en el deporte, en algunas oportunidades en forma oculta y en otras sin mascaras. Desde la antigua Grecia (claro esta el profesionalismo se castigaba con sanciones morales y pecuniarias) pasando por el imperio Romano (con el pago en diferentes especies a los gladiadores vencedores) hasta llegar a los juegos olímpicos modernos con el amateurismo (con la primera sanción al famoso atleta indio llamado Jim Thorpe, el cual devolvió su medalla olímpica por haber jugado béisbol profesional) como bandera, el dinero estuvo presente. Velásquez Buendía sostiene que “…esta concepción ideológica del deporte, como práctica amateur supuestamente repleta de valores morales (carácter, fuerza de voluntad, disciplina, respeto alas reglas…), surge en sus comienzos como parte de un “ideal moral” propio de la clase dominante, y fue recogida, reconceptuada, replanteada y difundida internacionalmente por barón Pierre de Coubertin…” quien restauro los juegos olímpicos modernos y fue considerado como el representante más genuino del llamado deporte puro, deporte sano o amateurs. Los llamados puristas del deporte bautizaron a los deportistas olímpicos de esa época, como “caballeros de los tiempos modernos”. Según Vásquez Henríquez, “… en 1986, el Amateur Athletic Club de Inglaterra definió así al aficionado: es todo gentleman que nunca haya tomado parte en una competición pública; que no haya competido con profesionales por un precio o por dinero que proviniese de las inscripciones o de cualquier otro sitio; que en ningún periodo de su vida haya sido profesor o monitor de ejercicios de este tipo como medio de subsistencia: que no sea obrero, artesano ni jornalero…” Toda una posición elitista y clasista de la práctica deportiva. Por supuesto debe quedar claro que Pierre de Coubertin no fue un revolucionario de su época, sino un representante de la reforma burguesa; con una concepción del deporte como una cultura muscular, amateur, caballerosa, con principios éticos donde lo importante no es ganar sino competir.


Actualmente los estudiosos de esta realidad hablan del deportista amateur o aficionado como aquel que practica esta actividad física, por placer físico, mental o social, considerado como un acto de formación y recreo. El un hombre que no vende su cuerpo, no esta por el lucro, existiendo un componente importante de lo lúdico. Sin embargo Huizinga con una claridad meridiana en su obra Homo Ludens señala que “…con la creciente sistematización y disciplina del juego se pierde, a la larga, algo de su puro contenido lúdico. Esto se manifiesta en la distinción de los jugadores en profesionales y aficionados. El grupo interesado en el juego separa a un lado a aquellos para los que el juego ya no es un juego y aquellos otros que, a pesar de su gran capacidad, se encuentran por bajo de los auténticos jugadores. La actitud del jugador profesional no es ya la autentica lúdica, pues están ausente en ella lo espontáneo y lo despreocupado. El deporte se va alejando cada vez más en la sociedad moderna de la pura esfera del juego, y se va convirtiendo en un elemento sui generis: ya no es juego y, sin embargo, tampoco es algo serio...”


Ahora bien cual fue el paso decisivo para quitar la máscara, y ver al deporte en toda su complejidad profesional. Desde sus inicios la práctica deportiva tuvo fines ideológicos políticos y económicos. Para los estudiosos, este último aspecto, es decir la inversión económica en diversas áreas (recreativas- lucrativas) así como la realización de apuestas o patrocinios a los deportistas (premios- recompensas) estuvo el origen de la profesionalización de los jugadores. Elías y Dunning, sostienen acertadamente que “…a finales del siglo XIX y principios del XX comenzó a tener lugar una creciente profesionalización de las prácticas deportivas, hecho que hasta entonces no había constituido una amenaza para la exclusividad con que se entendía y practicaba el deporte por las elites sociales. Ello supuso el acceso a las mismas de personas de baja condición social, como organizadores, como jugadores y como espectadores, lo que dio lugar a la aparición de una ética del deporte de afición como ideología elaborada definida. Mediante tal ética se trataba de mantener formas de participación deportiva que fueran exclusiva de las clases dominantes, frente al pujante deporte profesional, cada vez con mayores apoyos y posibilidades económicas y financieras….”. Dentro de este panorama se va consolidando la imagen del deportista profesional con fama, fortuna, y un prestigio que lo convierte (mercancías, con rendimientos tarifados), en la piedra angular del sistema deportivo. Cambiando esta actividad física en un espectáculo de alta calidad, donde se firman contratos cada vez más elevados para los atletas. El andamiaje profesional dirigido de una forma solapada por el comité olímpico internacional (controla juegos olímpicos, regionales, mundiales, copas, ligas, entre otros) alcanza el negocio completo, donde se incluye actualmente: a- contratos con firmas deportivas; b-adjudicación de sedes para eventos macro; c-convenios con televisión y prensa; d-precios de entradas, souvenirs, entre otros. Todo cuanto se le ocurra para conseguir ganancias a costa de su mercancía, el deportista.


El profesionalismo encubierto en las federaciones permite que los deportistas reciban sueldo y otros tipos de ayudas como: becas, recompensas o premios y ascenso profesionales; de esta forma acceden a las competencias de los amateurs. Este profesionalismo marrón lo observamos en los Estados Unidos (con sus universidades); los extintos países socialistas (con sus deportistas de Estado) y la Europa Occidental (con las llamadas sociedades comerciales). Todos estos casos sucedieron con la complicidad del comité olímpico internacional ( C.O.I ) quien en 1974, también de una forma astuta autorizo a los deportistas a cobrar dietas y compensaciones , sin ningún limite, asimismo faculto a los amateurs a realizar comerciales supervisados por sus respectivas federaciones. Por supuesto que todos estos acontecimientos con el profesionalismo envolviendo todos los escenarios, apoyados y oficializados por los máximos jerarcas del deporte, nos obligan a generar las siguientes interrogantes ¿en que forma coexistió el deportista amateur con el profesional? ¿se hallan actualmente deportistas amateurs?; ¿dónde se encuentran?; ¿de que viven? ¿ es acaso el amateurismo una hipocresía?. Ese lema famoso de los juegos olímpicos modernos que dice “lo importante es competir, no ganar” ha caído en el olvido, la moral es otra en los atletas “lo importante es ganar a costa de lo que sea”; esta actividad física sufre un proceso de deterioro moral que destruye sus cimientos, nace entonces otro tipo de deportista en donde el poder, dinero y hasta el juego sucio (doping) son el pan de cada día. Se concretado una nueva oligarquía deportiva “el club señores de los anillos” con sus juegos rentables, sus viajes como reyes por todo el mundo, hospedaje en hoteles de 5 estrellas, trajes elegantes, con sus firmas comerciales y medios de comunicación bajo su control, viáticos en dólares o euros y el negocio de entregar sedes, supervisar eventos y la intervención de los comités nacionales y sus jugadores. Asimismo el comité olímpico internacional, se hizo la vista gorda ante invasiones, guerras y dictaduras; otorgado en muchas oportunidades sede (a estos países agresores e imperialistas) para eventos olímpicos y mundiales. Toda una hipocresía de los señores de los anillos y el deporte moderno, ellos se han encargado de acabar con lo poco que queda de aficionado en el deporte. Pues los juegos olímpicos en cada evento ceden espacio a los profesionales con el fin de elevar el espectáculo, la danza de los millones provoca más comercialización en estos juegos, actualmente existe una hiperprofesionalización olímpica, donde deportes como: el fútbol, béisbol, tenis, baloncesto, voleibol, ciclismo, natación están socavados por los profesionales marrones y verdes.


Sin lugar a dudas en la práctica deportiva se alberga en su seno las diferentes modalidades de amateur con lo lúdico y el profesional con la competencia desde su inicio, sin embargo la relación esencial del sistema deportivo, la competición, es la que marca la pauta, determina las otras relaciones deportivas, se impone poco a poco eliminando esos resabios de aficionado; esta es la dinámica del sistema capitalista. Para Brohm “…el deportista se convierte en asalariado de su club y de firmas comerciales, supeditando su cotización en el mercado deportivo a su capacidad de proporcionar beneficios económicos o publicitarios a través de sus éxitos y a las leyes de la oferta y la demanda de dicho mercado. En ese sentido, el deportista profesional puede ser considerado, en su formación y en su posterior consolidación dentro de la ciudad industrial, como una inversión empresarial, respaldada económicamente para proporcionarle tanto los mejores técnicos (entrenadores), como los últimos adelantos científicos y tecnológicos para su preparación……Por ello mismo no es de extrañar que en el terreno de la alta competición, la figura del deportista y del deporte espectáculo se haya ido imponiendo a lo largo de este siglo (XX) sobre la del deportista aficionado y la del deporte amateur, si se tiene en cuenta factores tales como la supremacía y espectacularidad de los resultados deportivos, la necesidad de disponer de un tiempo libre, de un capital económico y de un capital cultural indispensable para la practica amateur del deporte de alta competición, y la facilidad con que se ha impuesto en las sociedades industriales los valores, actitudes y conducta propias del deporte profesional sobre los atribuidos al deporte amateur…”

En conclusión puede decirse que todas estas reflexiones y opiniones sobre el deporte amateur y el profesional descansan en un principio; el de la usurpación del deporte por una clase que a lo largo de su evolución se apropió, lo confiscó y pervirtió, en función de sus interés hegemónicos .Históricamente podemos observar como en la época antigua los romanos destruyeron toda la organización y fundamento del deporte ( educativo) griego, transformándolo en deporte espectáculo, sangriento y criminal; asimismo el capitalismo penetro también ideológicamente el deporte amateur o lo que queda de él, para continuar avanzando en sus ideas de comercialización y profesionalismo. Valores como la solidaridad, compañerismo, paz, ente otros; en la conciencia de los que piensan en la riqueza no existen. La única interpretación que los imperialistas tienen sobre el deporte, es su utilización sobre la base de su mentalidad mercantilista, en términos de ganancia y explotación del hombre. Es por ello que la discusión tiene que pasar a otro plano, es decir entre deporte capitalista versus deporte socialista, solo así podemos construir el modelo alternativo originario necesario en nuestra revolución.


Patria, socialismo o muerte…. ¡Venceremos!

Dr.Antropólogo-Sociólogo UCV

pedro_garciaa@yahoo.es


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Pedro García Avendaño


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