La Soberanía Aérea Venezolana en la Encrucijada Geopolítica

En el tablero de ajedrez geopolítico contemporáneo, donde potencias hegemónicas intentan mover a los Estados-nación como peones para controlar sus recursos y someter su voluntad, Venezuela enfrenta una nueva y peligrosa maniobra que atenta contra uno de los pilares más sensibles de su soberanía: el espacio aéreo. La irresponsable declaración pública de figuras políticas de alto perfil internacional, como el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien hace apenas unos días, el 29 de noviembre de 2025, instó de manera genérica y difamatoria desde su red social Truth Social: "A todas las aerolíneas, pilotos, narcotraficantes y traficantes de personas, por favor consideren que el espacio aéreo sobre y alrededor de Venezuela está cerrado en su totalidad.", trascendió la mera provocación. Fue la exposición pública de una estrategia de Estado continua de asfixia y coerción, que hoy se mantiene bajo otras formas, y que exige una respuesta clara, serena, pero inquebrantable desde el derecho internacional y la defensa de nuestros intereses nacionales. Esta acción, que carecía de toda legitimidad y se asemejaba más a una incitación a la desobediencia civil y al caos logístico que a una comunicación de Estado, buscó y busca generar pánico artificial, desestabilizar la conectividad del país y, en última instancia, castigar al pueblo venezolano para doblegar a su gobierno y acceder a las riquezas nacionales. No se trató jamás de un problema de seguridad aérea real, sino de una "guerra de terror" psicológico, logístico y económico contra ciudadanos y empresas. La inclusión de "narcotraficantes y traficantes de personas" junto a las aerolíneas eleva la ridiculez del mensaje a una burla explícita al derecho internacional.

Debemos enmarcar esta afrenta en su justa dimensión histórica y legal. Venezuela no es ajena a los bloqueos. Recordemos el bloqueo naval impuesto a las costas venezolanas en 1902-1903 por potencias europeas (Reino Unido, Alemania e Italia) Un eje que bajo al norte sur durante el gobierno del "Cabito" Cipriano Castro, bajo el pretexto del cobro de una deuda pública. Aquella acción, un claro precedente de la "diplomacia de cañoneras", fue un ataque a la soberanía que, en su época, se limitó al ámbito marítimo. La aviación comercial era entonces incipiente. Hoy, en el siglo XXI, la agresión muta y se proyecta hacia el espacio aéreo, un territorio soberano tan crucial como el mar territorial o el espacio terrestre. El derecho internacional público, concretamente el Convenio de Chicago de 1944 que rige la OACI (Organización de Aviación Civil Internacional), es meridiano: cada Estado tiene soberanía completa y exclusiva sobre el espacio aéreo situado sobre su territorio (Artículo 1 del Convenio). Cualquier recomendación o "alerta" emitida por un país o figura que induzca al cese de operaciones en el espacio aéreo de otro, sin una base técnica avalada por organismos multilaterales y sin el consentimiento del Estado afectado, constituye una injerencia inaceptable y una violación flagrante de las normas que rigen la aviación civil mundial. Es un acto de guerra híbrida.

La historia registra ejemplos sombríos de esta lógica. Un caso poco citado pero ilustrativo fue la "Crisis de los Misiles" de 1962, donde Estados Unidos estableció un "bloqueo aéreo y naval" (que denominaron "cuarentena") alrededor de Cuba, interceptando y obligando a regresar a buques y, potencialmente, aeronaves en espacio internacional, bajo una justificación de "seguridad nacional" que estuvo a un paso de desencadenar un conflicto global. Era una medida unilateral, de fuerza, que hoy sería repudiada en otros contextos. Más reciente y dramático es el caso del asedio sionista a Gaza, donde el espacio aéreo, marítimo y terrestre es controlado de manera criminal por el gobierno de Netanyahu, ahogando a una población civil. Este patrón de asedio multimodal es el mismo que se pretende aplicar contra Venezuela de manera escalonada. La declaración de Trump, y la presión continua, apuntan en la misma dirección irresponsable: politizar y desestabilizar la vida civil para forzar un cambio de gobierno.

Frente a esta presión, varias aerolíneas, incluyendo a Iberia, TAP Air Portugal, Avianca, LATAM Airlines y GOL, protagonizaron un éxodo unilateral en un acto de sumisión geopolítica, irresponsabilidad comercial y complicidad política. Decidieron unilateralmente suspender sus operaciones o sobrevuelos, sin consultar con las autoridades venezolanas, sin evaluar técnicamente las condiciones reales de seguridad de nuestras rutas aéreas (que cumplen con los estándares internacionales) y, lo más grave, abandonando a su suerte a miles de pasajeros. Esta conducta no es sólo una claudicación comercial; es un acto que denota un trasfondo político alineado con la agenda de asedio y que lastima a las personas comunes. Afortunadamente, otras como Copa Airlines, Wingo y las aerolíneas del eje BRICS+ y aliados (como Turkish Airlines y Boliviana de Aviación) se han mantenido o han reactivado sus rutas, demostrando la falsedad del supuesto riesgo de seguridad y la efectividad de la política de Diversificación Estratégica que se plantea. El Estado venezolano, en legítimo ejercicio de su soberanía, ha procedido a tomar las medidas correspondientes, actuando con total transparencia y apego a su marco legal.

Esta ofensiva no ocurre en el vacío es una vez más una ecuación que ocupa y no ocupa espacios y lo paradójico que pareciera ser , es precisamente la táctica de desgaste a lo interior del ser social , como carga de profundidad para nuestra futura permanencia . Esta táctica de desgaste, que ocupa el espacio aéreo en el imaginario colectivo (a través del miedo y la desinformación) pero no lo ocupa físicamente, es la esencia de la guerra híbrida, buscando debilitar la estructura emocional y cognitiva del 'ser social'. Es alimentada por una oposición apátrida radicalizada que, desde el exterior y en medio de una profunda disociación, ha llegado a pedir bombardeos y una guerra total contra la patria que los vio nacer. Esta minoría ruidosa, que no vive las consecuencias de sus delirios, representa un gravísimo problema de salud pública política y un objetivo de la guerra psicológica imperial: desesperanzar a las nuevas generaciones, hacerles creer que nada vale la pena y que no hay límites ni reglas. Es urgente un trabajo masivo de orientación patriótica, educación en medios y salud mental comunitaria para contrarstrar esta distopía geopolítica promovida desde centros de poder como Washington y respaldada por regímenes como el sionista de Netanyahu, cuyo modus operandi de asedio pretende normalizarse a nivel global.

Las consecuencias de esta sumisión unilateral por parte de algunas aerolíneas y de esta guerra híbrida son graves y pretendió romper las esferas de equilibrio. Más allá del daño económico inmediato, se busca socavar la normalidad y la resiliencia nacional en una guerra que lo cognitivo, económico , social , busca estar en una cuántica , y para ello la Distopicas declaraciones, órdenes, acciones marchas y contra marchas. Esta ofensiva no solo es económica, sino que opera como un ataque cuántico/cognitivo, buscando colapsar el estado de coherencia y resiliencia de la sociedad venezolana, convirtiendo la incertidumbre en una realidad colapsada de pánico y disociación. Frente a este panorama, Venezuela no puede limitarse a la respuesta defensiva. Debe embarcarse en una ofensiva diplomática, técnica, comunicacional y comercial para blindar su conectividad y transformar esta vulnerabilidad en fortaleza.

Planteamientos Claros y Urgentes para la Contraofensiva Soberana:

Ofensiva Comunicacional y Educativa Global: Desarrollar una estrategia masiva para desmontar las narrativas falsas, dirigida a audiencias internacionales y, crucialmente, a la juventud venezolana. Utilizar todas las plataformas para mostrar la realidad del país, los éxitos en conectividad aérea segura y los intereses económicos detrás del asedio. Crear programas de educación mediática y salud mental comunitaria para fortalecer el tejido social frente a la guerra psicológica.

Fortificación Jurídica y Diplomática: Denunciar ante todos los foros multilaterales (ONU, OACI, CELAC, ALBA-TCP, BRICS+) el patrón de asedio multimodal (aéreo, financiero, mediático) como una violación sistemática de la Carta de la ONU y del Derecho Internacional. Exigir responsabilidades y presentar el caso venezolano en paralelo con otros como el de Gaza, para evidenciar la estrategia común.

Diversificación Estratégica y Alianzas Concretas: Acelerar los acuerdos con aerolíneas de los BRICS+, Turquía, el mundo árabe y África. Ofrecer paquetes de incentivos reales (combustible, acceso a rutas turísticas, protección jurídica) para establecer hubs de conectividad sur-sur en Venezuela.

Protección Integral del Ciudadano y la Economía: Implementar políticas públicas que mitiguen el impacto del asedio en la población, fortaleciendo las redes propias de transporte, turismo interno y comercio. Sancionar drásticamente a cualquier entidad, nacional o extranjera, que colabore con medidas coercitivas unilaterales, como respuesta a su sumisión geopolítica.

Como servidor público, que fui incluso en el cargo de Embajador, estoy convencido de que la batalla decisiva no es sólo en los cielos, sino en la mente y el corazón de nuestro pueblo y del mundo. Un avión lleno de turistas es un mensaje de paz; un pueblo educado, unido y resiliente es el muro infranqueable contra cualquier asedio. El reto es monumental, pero la oportunidad es histórica: construir una conectividad soberana y una conciencia patriótica indestructible. Solo así lograremos que el 'Latido Invisible' de la nación resuene con la expansión sin heridas de nuestro destino, resistiendo la disociación inducida. El Estado tiene el deber de liderar este proceso con firmeza, visión y un compromiso inquebrantable con la verdad y el bienestar de nuestro pueblo.



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Lorenzo Angiolillo Fernández


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