Señores, ¿qué conclusión se saca de todo esto?…

Algo terrible había muerto allá afuera. Se estaba gestando una especie de holocausto mental: vientos de locura y de muerte por doquier, anunciaban demoledores golpes imposibles de superar, de contener…, esperándose inesperados sucesos que arrasarían totalmente con lo poco que quedaba en pie, aunque… una banda de magos o desahuciados, ¿locos?, persistían tercamente en que de ésta también saldríamos victoriosos y más fortalecidos… que, claro, ésta era una devastadora guerra mental de la que por lo menos grades sectores quedarían profundamente afectados, desintegrados, algo jamás enfrentado por pueblo alguno en la historia de la humanidad, destruyendo cientos de miles de cerebros, pequeños productores, y cuyo fin era poner a toda una Nación de rodillas, obligarla a aceptar la derrota definitiva, que en sí era una peste para el continente…

Eso sí, consiguieron que millones de compatriotas huyeran despavoridos y desesperados, al principio a Colombia, Perú, Ecuador y Chile, después muchos viraron hacia el Norte a través de las espantosas selva del Darién… al tiempo que EE UU y la Unión Europea esperaban que en el lapso de unos pocos meses Venezuela colapsara, quedase enteramente en ruinas, la estructura social toda totalmente desmantelada: sin gas ni gasolina; sin telefonía ni sistema de salud o de educación, sin conexión con el mundo, sin sustento económico posible para nada, con seria escases de alimentos y medicinas.

Por otro lado las supuestas instituciones más serias del país, se embanderaron con las potencia de Occidente: las universidades llamadas autónomas se paralizaron, quedando en poco tiempo convertidas en cementerios de chatarras, desmontadas todas sus instalaciones por los propios equipos rectorales que las dirigían, porque éstos estaban convertidos en comandos de saboteadores a las órdenes de Estados Unidos y la Unión Europea. La cúpula eclesiástica hizo lo propio: un trabajo mucho más criminal, pidiendo en los templos que se acatasen las condenadas sanciones so pena de recibir más castigos del demonio. Porque debe aclararse, que nadie ama tanto a una guerra civil como los obispos de la religión católica. En estallando una guerra civil ellos se sienten justificados como prohijadores de bendiciones salvadoras y de estar infligiendo un mortal castigo a quienes atenten contra sus protectores capitalistas. En algún momento, toda esta inmensa tragedia llega y toca de manera implacable a la propia clase media.

Es decir, las consecuencias de los bloqueos y asedios a un país, la expoliación de sus recursos por parte de potencias extranjeras, la guerra por todos los flancos a la salud, a la economía, junto con ataques terroristas implacables condujeron a lo que había profetizado el Departamento de Estado: "Todos eso males los produjo el sistema comunista". De modo que luego todos los demás países quedaban advertidos, con la horrible experiencia por la que estaba pasando Venezuela: "Tengan sumo cuidado en escoger un camino distinto al permitido por el orden mundial, por la gran democracia Occidente, establecido desde el siglo XVIII por los padres fundadores George Washington y Thomas Jefferson. En pocas palabras: "¡Jamás escojáis el camino de Venezuela o de Cuba, so pena de tenerlo que pagarlo con hambre, miseria y espantosa desolación…!


 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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