¿Es realmente el hombre un animal racional?

El hombre es un animal racional. Eso me enseñaron en la escuela desde que era niño. Al principio, me extrañaba, me parecía raro, que me dijeran que los seres humanos eran animales, aunque lo entendía y lo aceptaba, y recitaba aquello de los tres reinos de la naturaleza: el animal, el vegetal y el mineral. Pero la sensación extraña era porque en nuestra vida cotidiana, nos relacionábamos con otros seres humanos, en mi caso, mis padres, mis hermanos, mis vecinos, mis maestras y mis amigos del colegio, de cuya esencia nos sentíamos parte. También teníamos relación con los animales: los perros de la calle, los gatos de los vecinos, las gallinas y los pollos de la Sra. Petra, que vivía en frente de nosotros, en la calle Real La Providencia del Cementerio, y los criaba en el corral de su casa. Pero estos eran claramente distintos a nosotros. Nos relacionábamos con las plantas (las matas de mi mamá), sembradas en humildes latas de leche en polvo y de mantequilla "Brun", con huecos en el fondo para que pudiera drenar el agua de riego.

Del reino mineral, conocíamos principalmente al agua y la sal, porque de alguna manera se mezclaba este reino de la naturaleza con la clasificación, que también nos enseñaron, de los alimentos. Era el reino inanimado de los minerales. Luego, la realidad que vivíamos nos hacía sentirnos fuera de los tres reinos mencionados, porque los podíamos observar como ajenos a nosotros, los podíamos estudiar y sentirnos entonces como pertenecientes a otro reino de la naturaleza, aunque nunca lo hayamos pensado de esa forma. Pero, la enseñanza de nuestras maestras: Gisela Silva y María Cristina Silva de Urbina, nos eliminaban cualquier confusión que pudiera aparecer y aceptamos, desde el mismo momento en que nos lo dijeron, que éramos animales racionales. Lo de racionales lo he llegado a dudar muchas veces, y más ahora en la Venezuela del siglo XXI. Siempre me ha parecido que los sentimientos, las emociones, la experiencia de vida, las enseñanzas de nuestros padres y maestros, están por encima de esa racionalidad.

¿Acaso es muy racional ser del Caracas o del Magallanes? ¿O pensar que la Vino Tinto esta vez sí va a clasificar directamente al mundial, cuando los juegos que le quedan son con Argentina y con Colombia? Pero, éste es el campo del deporte, donde todos actuamos y aceptamos el fanatismo como algo natural y hasta positivo, por lo que podemos desplegar una conducta apasionada extrema, y estar orgullosos de ello, en favor de personas y grupos, sin importar su pésimo desempeño en los campos particulares que les sean propios. Algunos, en estos casos hablan de aficionados y no de fanáticos. Pero, cuando esta pasión desmedida se desarrolla alrededor de creencias, ideas, causas o conductores sociales individuales o colectivos, la irracionalidad que conlleva, necesariamente genera sentimientos intensos de antipatía y aborrecimiento, que con facilidad degeneran en conductas hostiles y agresiones personales y colectivas muy nocivas, no sólo para los sujetos que las sufren, sino para el fanático mismo que las siente y ejecuta, además de serlo también para la sociedad toda.

Es el fanatismo, el que lleva a ejecutar, apoyar y aplaudir, acciones hostiles contra el país donde se nació, se trabaja y se vive. Es el fanatismo, el que lleva a agredir, herir o matar, a quien piensa distinto o lo enfrenta racional o irracionalmente. Es el fanatismo, el que guía la conducta que permite a cualquiera violar las leyes y la Constitución; el que no acepta la disidencia, el que cree en el pensamiento único, el que se arroga ser dueño de la verdad, el que impone su punto de vista, y disfruta haciéndolo, sin someterlo a verdadera discusión y análisis. El que no argumenta, sino ofende, descalifica y, cuando puede, impone. El que tortura y animaliza a sus contrarios, pese a que su conducta fanática es a él a quien acerca a la animalidad. El fanatismo impide el uso de la razón, del pensamiento científico, de la necesaria objetividad en los análisis. Sus respuestas son estereotipadas y predecibles. Y no sólo me estoy refiriendo al campo de la política, que es en donde mejor se plasma y más daño hace, sino a otros sectores sociales, culturales, religiosos y de grupos particulares, que presionan por su reconocimiento social.

No es fácil que un fanático acepte que lo es. El fanatismo como la paranoia se dan sin que su receptor se percate de su existencia, razón por la cual no hace nada para "curarse" y responde agresivamente a quien lo deje en evidencia. Pero es necesario asumir la tarea de erradicar el fanatismo del escenario político venezolano. Es una tarea de todos los seres racionales. El fanatismo es humano, así como el lenguaje y la capacidad de abstracción. Y es humano también poder desprenderse de esa nociva conducta, que muy bien puede acabar con todos nosotros.



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

 lft3003@yahoo.com      @LFuenmayorToro

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