Antes que nada, pregunto: ¿la geopolítica es una ciencia? Por supuesto, habría que hacer una larga revisión bibliográfica para dar con una respuesta sólida, más o menos definitiva (no existe lo definitivo; mucho menos en cosas como la ciencia). Además, hace tiempo que me dejé de ese cientificismo, propio de rancios marxismos y positivismos, que creen que "ciencia" es sinónimo de "verdad", incluso de "verdad definitiva". Por otra parte, hay varios tipos de ciencia. Hay ciencias que buscan descubrir leyes universales (nomotéticas), como la física (por lo menos, la clásica determinista de Newton, porque la cuática solo llega a afirmar lo probable), o la química, y las ciencias que tratan de conocer casos u objetos únicos, irrepetibles (idiográficas), como la historia y la crítica de arte y de la literatura. Hay otra distinción que se refiere a si esa ciencia se limita describir y explicar, o si intenta también valorar, establecer qué es mejor o peor, prescribir el deber ser, como, por ejemplo, el Derecho. La geopolítica se parece a la historia en lo idiográfico (comprensión de procesos únicos), a la geografía que es una ciencia descriptiva y hasta cierto punto nomotética (hay algunas regularidades explicables en los fenómenos), pero sobre todo al Derecho y a la filosofía política, que son saberes valorativos, pues no se paran en lo que es, sino en lo debiera ser, de acuerdo a los deseos o a lo posible.
Tal vez la única geopolítica que pretende ser nomotética (o sea, que quiere establecer unos determinantes siempre válidos) es la construida por los "intelectuales orgánicos" de los imperios. Es más, pienso que el "sentido común", sistematizado claro, propio de políticos de los imperialismos modernos. Eso explica por qué este saber lo fundaron los alemanes y después lo desarrollaron los británicos, norteamericanos, rusos y demás nostálgicos de un poderío imperial. Escuchar a un latinoamericano hablando de geopolítica es como escuchar una imitación de Emilio Lovera, estupenda, pero desternillante. Nociones como "espacio vital", traído por los pelos desde la biología, solo se le podría ocurrir a un alemán ara justificar el expansionismo germano. Igual, el concepto de de "heartland" o "territorio pivote de la historia", ocurrencia de un inglés, quien se refiere al espacio situado entre Asia u Europa, cuya disputa sería el centro de la historia universal. Tal vez la idea de la Confederación americana centrada en Panamá, fue la única idea geopolítica que pudo haber salido de estas tierras, y en gran medida una noción defensiva, porque lo de la Gran Colombia, solo fue una visión extrapolada de los avances del ejército venezolano comandado por Bolívar.
Las naciones que no han sido imperios, han sido directa y territorialmente colonias o dependientes económicos, cultural o tecnológicamente. La excepción que serían los EEUU, pero también habría que considerar que las colonias británicas no eran como las españolas. Tratar de razonar geopolíticamente desde la perspectiva de nuestros pueblos es una impostura, a menos que se pretenda ser "pragmáticos", o sea, negociar principios tan incómodos como la autodeterminación de los pueblos o la simple soberanía nacional, a cambio de unos negocios, o venderse al mejor postor también "pragmáticamente", o sea, por negocios, en el sentido más cochinamente capitalista o de "socios listos" (no socialistas). El razonamiento geopolítico en América Latina ha llevado a consolidar lamentables dependencias. El ejemplo más claro es el de la Cuba "socialista", cuyo mantenimiento como proyecto viable solo fue posible mientras la URSS existía, mientras que hoy es solo un fósil o un fantasma (o infierno) de país, que se alimenta chupando como garrapata de los recursos de otro, ya sabes de cuál.
Esto hay que tenerlo claro, por lo menos a un nivel vagamente epistemológico, por así decirlo. El geopolítico criollo actual, no se fundamenta en una supuesta misión trascendental de su país, como sería la extensión de la democracia, el socialismo, el Islam o la civilización occidental en el planeta, sino en las posibles ganancias articulares de la mafia gobernantes, que pudiera obtener de la pelea entre los gigantes poderosos que pretenden, o bien repartirse el planeta, o bien disputarlo para dominarlo. De allí, el concepto mío de oportunismo geopolítico que caracteriza, por ejemplo, al gobierno de Maduro y su camarilla.
Examinemos, por ejemplo, las relaciones con China. Ya en otros artículos Venezuela, espacio tibio de la guerra fría - Por: Jesús Puerta Ni tan tibio… - Por: Jesús Puerta, me he referido al lugar de nuestro país en la actual "Guerra Fría fragmentada" (dice Mires que dijo el Papa León XIV). También he llamado la atención acerca de una tendencia ""pro-china" por los lados del Partido-Estado, la cual, lejos de las connotaciones que tenía ese calificativo en los setenta, asociado a guerras populares prolongadas y la lucha contra el individualismo pequeñoburgués, ahora se mueren por negocios, bussiness, y más negocios, y se sirven para justificarlo con el "pragmatismo chino" de Deng Siao Ping, un asceta comunista muy diferente a boliburgueses como Alex Saab o Alejandro Betancourt. Otra vez el consabido "pragmatismo" justifica muchas sinvergüenzuras, como la creación de las Zonas Económicas Especiales (o sea, maquilas en proyecto), o mejor, la conversión de todo el país en una gran Zona Económica Especial donde no hay salarios ni derecho laboral alguno, para ofrecer una mano de obra casi gratis y un territorio lleno de riqueza petrolera y minera a los inversionistas extranjeros, con todos los "estímulos¨, sean americanos, europeos, chinos, vietnamitas, lo que sea.
Demos algunos antecedentes de las relaciones entre Venezuela y China. Los nexos comerciales entre China y la Venezuela "chavomadurista" pudiera decirse que comienzan con unos préstamos menores entre el 2000 y el 2007. Nada extraordinario. Pero en noviembre de 2007 (aunque el gobierno dice que oficialmente fue en mayo de 2008, pero ya sabemos cómo son de piratas estos tipos en asuntos de contaduría), China otorga a Venezuela un primer préstamo por 4 millardos de dólares como lo informa "Transparencia Internacional". A partir de entonces, hay dos grandes fondos que se usan como mecanismos para la administración de esta deuda: el Fondo Conjunto Chino-Venezolano (FCCV) y el Fondo de Financiamiento de Gran Volumen y Largo Plazo (FGVLP). El ente administrador fue el Banco de Desarrollo Económico y Confidencial Social de Venezuela (Bandes). China suministró el financiamiento y Venezuela se comprometió a entregar petróleo como forma de pago. Los anuncios sucesivos de Chávez mesmo, informaron que se iban a dar 2º millardos de dólares. Se dieron, primero, 4 mil millones de dólares en julio de 2010. Luego, en 2011, Chávez anunció un préstamo adicional de otros 4.000 millones para la construcción de viviendas. También hubo un millardito que se destinaría al sector minero. Los sectores de infraestructura, transporte, comunicaciones, electricidad y agricultura figuran como beneficiarios de los préstamos chinos. Del total de deuda para 2013, según una investigación de la profesora Chulshaw del IESA, 36 millardos corresponden a la República, 4 millardos para la FPO, 2 millardos para compra de materiales y 0,3 millardos para Pequiven. Ya para el 2013, el Fondo Chino-Venezolano superaba los 43 millardos de dólares y, para ese momento, se habían liquidado 20 millardos con unos 5 millardos adicionales que estaban por liquidarse. Sin embargo, esa cifra de 43.000 millones de dólares parece incluir dinero de ambos fondos, el FCCV y el FGVLP. Casi todo eso se lo robaron.
Los manejos "raros" (ni tan raros; simples robos) repercutieron en la insolvencia del deudor y esto alejó a China de Venezuela. Redujo al mínimo su presencia en Venezuela, a pesar de que necesita petróleo, por ser la segunda economía del mundo. Más le interesó al coloso asiático, la construcción de un inmenso puerto en aguas del Pacífico en Perú, o el financiamiento de grandes autopistas que le dan salida al Caribe a Brasil, a través de Guyana , por cierto. Así mismo, le pareció más atractiva la oferta colombiana de unirse a la iniciativa de la Ruta de la Seda, el gran proyecto chino de infraestructuras de comunicación a través del mundo, para el comercio. O Chile, primer país de América del Sur en reconocer a la República Popular China, en 1970; primer país latinoamericano en apoyar el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio en 1999, el primero en reconocer a China como economía de mercado en 2004 y el primero en firmar un Tratado de Libre Comercio con China en 2005, con el cual firmaron, en 2016, una Asociación Estratégica Integral, lo que refleja la confianza mutua y el alto nivel de cooperación e intercambio en minería, agricultura y tecnología.
No fue extraña, entonces, la inasistencia de Venezuela a eventos tan importantes como la reciente reunión CELAC-China, donde se anunció la adscripción a la Ruta de la Seda de Colombia, la inauguración en Perú de un inmenso puerto en aguas del Pacífico peruano, la construcción con financiamiento chino de unas superautopistas por Brasil que desembocan en el Caribe, atravesando a Guyana. Para no mencionar la no incorporación de Venezuela al BRIC, a propósito del cual se han creado tantas expectativas e ilusiones.
Lo que notan los analistas que saben de eso (yo no tanto), es que China ve en la nueva política comercial del Gobierno de los Estados Unidos con Trump, una oportunidad para aumentar su influencia en Latinoamérica. Es notable, por ejemplo, el financiamiento de proyectos sociales, suplantando las ayuditas que hacía la desmantelada por Trump y Musk USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), que otorgaba ayudas a nivel mundial y le daba soft power a los Estados Unidos.
De todos modos, Venezuela sigue siendo una ficha importante en el ajedrez geopolítico para China en el marco de la actual guerra fría fraccionada (León XIV dixit). Con esto en con lo que cuentan los 6 de la camarilla madurista. Pegarse como garrapata a chupar de una gran potencia. Nada de independencia, patriotismo o liberación nacional, nada de antiimperialismo. Lo bueno para ellos es simplemente arrimarse a la sombra de un gran árbol. Jugar al oportunismo geopolítico. Amenazar con cuadrarse con el gran Xi, mientras se le pica el ojo al lobby petrolero de Chevron y demás neoconservadores como Bannon y Grenel. Los "pasado de vivos" se manejan en esa ambigüedad coqueta de ofrecerse, con las piernas y el trasero abiertos (perdón por la vulgaridad; pero los soeces son ellos) al capital transnacional, y chantajear con los rehenes y la alianza estratégica de Rusia, China e Irán, o sea, los adversarios de Estados Unidos. Cabe decir, de paso, que todos esos "aliados" han hecho gestos de mera cortesía, porque cada uno de ellos tienen peos mil veces más complicados que atender a las aspiraciones de Maduro, Diosdado, los hermanitos Rodríguez y demás, de eternizarse en el poder y los negocios en nuestro país.
Esa "gran estrategia" del oportunismo geopolítico, no solo parece no ser tan efectiva como se presenta, sino que también es francamente dañina para el país porque representa la entrega más rastrera a los intereses extranjeros. Como creo que dijo Bolívar en la Carta de Jamaica, las naciones recién independizadas corren el peligro de caer bajo la influencia de otras potencias extranjeras, en lugar de alcanzar una verdadera autonomía. O sea, que ese oportunismo geopolítico, además de no se antiimperialista, es antibolivariano.