La noche llegó temprano y con su pincel oscuro pintó de negro el lienzo del cielo y el bombillo de los luceros se prendió. Mientras la luna se escondió detrás de la cortina de la tiniebla y no quiso pasear esa noche.
El periodista Juancho Marcano, acababa de cenar y decidió acostarse un rato en la hamaca y revisar los mensajes de su celular. En eso estaba, cuando vio un mensaje de un amigo que está en Estados Unidos y quién estudió con él en la Universidad de Los Andes (ULA) Mérida, donde primeramente se graduó de Economista y más tarde se graduaría de periodista en la Universidad Cecilio Acosta(Unica) de Maracaibo.
El reportero pensó en ese amigo y los ratos amenos que compartieron. Pero fue mucho más allá y pensó en sus amigos de la escuela Primaria y Secundaria. "Tantos amigos que tuvimos en esos niveles educativos y no sé ve ninguno por ahí, casi, aunque ya unos se han muertos, y otros salieron a estudiar fuera de esta isla de Margarita, se graduaron, trabajaron, hicieron familia y fijaron residencia en otros lugares de Venezuela y no vienen casi al pueblo o simplemente se olvidaron de este hermoso lugar enclavado en tan bello valle, como lo es la Tacarigua de Margarita", se dijo el periodista.
La noche seguía avanzando y Juancho Marcano, continuaba sumido en sus recuerdos sobre los amigos encontrados en el camino de su formación educativa. "Qué estarán haciendo mis amigos que conocí en cada semestre de la Universidad, los cuales procedían de diferentes pueblos y ciudades de Venezuela. ¿Cuantos estarán vivos y cuántos se habrán muertos? ¿Quién pudiera reunirlos y verlos y conversar con ellos y recordarnos de aquellos tiempos estudiantiles? Tantos momentos alegres y tristes que pasamos. ¿Y qué será de los profesores que algunos se hicieron amigos de nosotros? ¿Cuál sería su destino? ¿Aún estarán vivos? Y los amigos que dejamos en los sitios donde prestamos nuestros servicios profesionales. Esa es otra historia", pensó el periodista.
El reportero oyó a su perro Pipo ladrar y lo sacó de sus pensamientos y recordó que el can le había señalado un pensamiento de Euripides: "Un amigo leal vale más que diez mil parientes". Luego se acostó a ver la televisión.