"Ningún plan operativo resiste más allá del primer encuentro con el enemigo".
Von Moltke.
El que tiene el poder se resiste a perder el poder, y el que está en la oposición se lo serrucha para tumbarlo: "muchos líderes politiqueros de pacotilla, se están mostrando ante la opinión publica nacional e internacional, el no estar a la altura del compromiso". Muchas de las veces toda generalización es injusta. Pero aun admitiendo una decisión tan tajante, me asalta la duda en atribuirle a un solo sector, el desenlace de esta situación tan compleja, como la que se vive en la actualidad debido a la:"corrupción, traiciones, inmoralidades, chabacanería, falta de formación política etc.
Señalo, factores a la mano para medir mejor la altura de nuestros políticos en el gobierno, y en la oposición. Los extraigo de una encuesta hecha a ciudadanos de a pie en forma aleatoria y estratificada contratada por una empresa transnacional, con la mira puesta en Venezuela para invertir, y comentada por un experto amigo desde el exterior. Ante el impacto de la inhabilitación de la candidata que puntea en las encuestas, donde los encuestados reconocen lo arduo de su reacción: primero, por la dificultad de encontrar información creíble, sobre este caso más allá de las "representaciones mediáticas politiqueras"; segundo, por la rapidez al rechazo de esta inhabilitación; tercero, por la globalidad de su impacto en las redes sociales, de este fenómeno impolítico negativo, y toxico, del cual esta cuestionada medida no se ha escapado y, finalmente, por la incertidumbre sobre el destino de las primarias opositoras del 22 de octubre 2023.
Son factores que han dificultado grandemente el proselitismo pre electoral, no ya de los ciudadanos encuestados, sino de cualquier dirigente político.
Conviene añadir algo más por lo que generan ciertos dirigentes políticos de nuestro país en la opinión pública venezolana. Hay rasgos de obligada referencia alarmante: en sus modos de vida, cambiados por la inocultable corrupción en sus arrogantes dinámicas políticas e institucionales, y en el repudio mediático que causan sus imposturas.
Se ha revelado la existencia de un sistema de inconformidad ciudadana con erosiones notables debido a la Gran Recesión económica, especuladora, hiperinflacionaria, y de emigración.
Privatizaciones regionales, y municipales abiertas o encubiertas de dudosa justificación, reducciones presupuestarias, contratos de recolección de basura con la pestilente corrupción incluida: la caída del consumo, el aumento del hambre, y la desnutrición, nos alertan sin que se ponga el remedio suficiente.
En lo político, el "Estado nacional, regional y municipal" carece de mecanismos creíbles, y bien engrasados para la acción concertada. Más relevante es el otro rasgo pestilente de nuestro sistema político.
Persiste la dinámica antagónica, alimentada a menudo por los nostálgicos de unas ideologías en crisis. Bajo esta dinámica, quien gobierna se resiste a compartir algo del poder, y en la oposición se intenta derribarlo a cualquier precio, sin ponderar si se hace a costa de desgastar, no al presidente, sino al estado mismo. Esta dinámica antagónica —Se agravó mas después de la inhabilitación extemporánea— hace casi imposible la búsqueda de salidas de consenso, exigidas por la crisis más grave que se vive en la Venezuela del siglo XXI.
Pocas esperanzas se ven en el horizonte, para lograr grandes acuerdos. De poco sirve como precedente los diálogos como el de México, cuando el vértigo compartido ante una solución desconocida, que domina sobre el cálculo oportunista y partidista.
Hoy vemos en las redes sociales, el peso del sistema mediático del "partido de opinión militante". Donde los que teclean militan más, que por informar. Unos por convicción, y otros por conveniencia, de manera descarada o solapada. En estas militancias comunicativas los matices tienen poca cabida: todo debe pintarse en blanco o negro, preferiblemente en negro. Cuando se serena la dinámica antagónica en la política, algunos intentarán reanimarla con la inquina, y la cizaña, aunque sea bloqueando los pequeños resquicios abiertos para forjar acuerdos.
Cualquier juicio sobre la altura de nuestros dirigentes debería considerar todas las características del contexto. Es un contexto que puede frustrar sus cualidades personales si son positivas o puede empeorarlas si son negativas.
Especialmente, cuando el reto planteado tiene la envergadura de la crisis actual. Cuando un tema da mucho que hablar, hay que leer todo lo que haya que decir. Es una experiencia que ignoran quienes denuncian las improvisaciones, y las rectificaciones de los responsables públicos ante esta crisis socioeconómica. Nacidas de una ignorancia no excusable, estas críticas se explican muchas veces porque proceden de quienes han tenido vida en el ejecutivo.
Menos excusables son quienes las han tenido o las tienen en las empresas desmembradas como PDVSA, o en la política y conocen, por tanto, la dificultad de encontrar respuestas inmediatas y adecuadas ante dificultades imprevistas. La improvisación, y la no rectificación son las armas disponibles para hacerles frente. "La estrategia no es más que el arte de actuar bajo la presión de condiciones difíciles".
Las características de nuestro complejo escenario político habría que añadir también rasgos del ciudadano de hoy. La percibimos como más instruido, más "critico" siempre bien informado, y mas deferente con cualquier autoridad.
Por lo tanto, menos dispuesto a admitir resignadamente la indicación del dirigentico de turno, ya en un estado crónico de desconfianza ante casi todos ellos militantes de opinión, como lo señala la encuesta arriba mencionada. Son actitudes que modifican la relación entre dirigentes y ciudadanos y hacen más difícil el ejercicio de cualquier responsabilidad pública. Ya la gente no está obsesionada con los líderes ridículos puro muela. Sobre lo que realmente necesita pensar, sobre esta nueva realidad política es sobre los seguidores (followship) que están levantando las redes sociales. Estos nuevos "seguidores" están actuando como ciudadanos críticos, con lo que hablan, y escriben los dirigentes por las redes, pero también son solidarios y corresponsables en la acción pública. Quizá esté aquí el meollo de la cuestión del nuevo liderazgo que está despuntando, y no solo la altura, sino también la ética, y la moral, debe ser la medida a gran escala de nuestros líderes.