Unos pocos comen y otros más pasan hambre

Un capataz declaró en la plazoleta: "que los habitantes del pequeño pueblo no pasarían más hambre en navidad si trabajaban más". Una falacia para enmascarar el caudal desvergonzado de sus acólitos. Ésta máxima me resulta injusta, tanto así, que es indignante ver que alguien saca provecho de su escaño a expensas de lo que no es suyo. Según la declaratoria de ese capataz había que trabajar con más empeño y ahínco. Pero de nada servía laborar más horas, si el estipendio obtenido no alcanzaba a cubrir las provisiones de un día. El comerciante no lograba vender más que lo necesario para colmar a duras penas la barriga. El campesino solo observaba la tierra baldía, porque las semillas estaban inaccesibles, tenían un color verde que las ensalzaba. En realidad, casi todo en el pueblo estaba de color verde. Mientras las más acuciantes estantiguas que secundaban al capataz, transitaban las calles con cierta catadura verde que identificaban a sus cuerpos indelebles. No les faltaba nada en su caracol. Lo tenían rebosado. Andaban siempre erguidos, radiantes, con alguna ráfaga de petulancia, mirando al pueblo desde lejos, porque les procuraba incomodidad que las personas se acercaran a manifestar las destemplanzas. Si reflexiono sobre todo esto, me convenzo de que, todo por lo que luchamos en su momento, se está derribando poco a poco, o tal vez sean ellos mismos los destructores incógnitos y silentes de lo que una vez construyeron en colectivo junto al pueblo.



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Allen Nebrija

Poeta, articulista y novelista.

 allennebrija@gmail.com

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