Es una realidad que ya quienes nacieron en la década de los 40 están marchando a otra dimensión.
Lo cual incluye a Docentes, investigadores y empleados universitarios, quienes en el trayecto de su vida, han acumulado cantidad de libros conformando en su mayoría, bibliotecas muy profusas, profundas, especializadas y exclusivas.
En algunos casos se observa continuidad de los intereses por parte de sus descendientes y la biblioteca continúa cumpliendo felizmente su función, engrosandose en su haber y saber con la adquisición periódica de literatura actualizada; en otros casos, simplemente, se quedan por tiempo indefinido como meras instancias decorativas o en memoria de quién ya no la puede usar.
Creo posible que si se unieran el esfuerzo de instancias pertinentes, el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional, la Asociación de Profesores Universitarios, las Bibliotecas Universitarias, los Departamentos Legales Institucionales, entre otros, pudiera lograrse en vida, que los propios Profesores y otros profesionales no Docentes, acuerden dejar como legado su patrimonio en libros a la Biblioteca Nacional, por ejemplo.
Con la garantía de que su legado será bien ubicado y muy cuidado.
Un trabajo de está envergadura exige seguimiento y control.
Sabemos de legados dejados por eméritos, reconocidos nacional e internacionalmente, dejados y olvidados por mucho tiempo en algún depósito de alguna Universidad, con perdida parcial del mismo y deterioro en gran parte.
Implica un gran trabajo, disposición de espacio y de recursos humanos, técnicos y económicos; por otro lado, genera entre otras cosas, fuentes de trabajo, oportunidad de desarrollar proyectos y obtención de obras de gran valía, quizás de difícil acceso por otras vías.
Por lo dicho y por mucho más y por si no se está haciendo, un trabajo de está naturaleza bien vale la pena, estoy segura que todos lo agradeceremos y aplaudiremos.
Qué así sea!
* Orientadora
