Barómetro Internacional derrama lágrimas ante la partida de Diego

Derramar lágrimas por alguien que ha partido inesperadamente, pero que uno no tuvo la dicha de conocer, al menos de manera personal, no deja de ser extraño y más si esa persona vivió alejada de nuestro entorno, allá en su querido Uruguay, desde donde se hizo imprescindible para los que somos amantes y dados a darle rienda suelta a nuestros pensamientos, por intermedio del tacleteo, ya no de la tradicional máquina de escribir, sino el de una computadora.

Si, ciertamente, estamos conmovidos ante el fallecimiento del colega periodista Diego Oliveira Evia, (Qepd) fundador y director de ese afamado portal llamado "Barómetro Internacional", que opera, y esperamos que siga con su extraordinario servicio, desde Uruguay, en donde residía este extraordinario periodista, junto a su familia.

Debo confesar que el escrito redactado por ese otro buen analista internacional de nuestro país, llamado Sergio Rodríguez Gelfenstein, sobre la sorpresiva partida de Diego, nos ha dejado enmudecido, pero al mismo tiempo conmovido, porque entendemos que personajes de la talla de este valiente periodista no deberían fallecer, así, como así, ante la necesidad que tiene el mundo de su experiencia ante la vida, de su intelecto, de su visión, de su sapiencia, que lo hacían ver, claramente, como el hombre justo y humanista que requiere toda sociedad.

A Diego le estamos altamente agradecido, primero por ser un auténtico revolucionario, que sirvió de modelo para muchos otros que apenas comienzan este largo recorrido, pero al mismo tiempo por darle cabida, sin ningún interés en particular, a nuestros modestos escritos, a través de "Barómetro Internacional", sin más condición que aquella que debe prevalecer en un ciudadano decente y apegado al buen hablar.

Leer a Diego era sentirse extasiado ante un libro abierto, sobre todo por lo certero de sus escritos, porque a la hora de desmontar triquiñuelas y escritos mediáticos, ahí estaba la afamada pluma de este amante de la verdad y la justicia, que hacían ver al enemigo postrado de rodillas ante sus pies.

Que faltan le hacen a los países del orbe personajes como Diego, o al menos, que medio se parezcan a él, para seguir enfrentando al "Agujero Negro del Norte", que todo lo quiere devorar a su paso, sin compasión ni clemencia.

Diego fue tan bueno como revolucionario que supo internalizar que en el caso de Venezuela surgía una nueva esperanza para ir ganando espacio que le permitiera al Continente sentirse libre y soberano. Ya no solo era Cuba la que debía seguir dando la pelea solitariamente, sino que había surgido otro bastión, muy sincero y seguro en su andar.

Se ha ido un gran personaje, un incomparable Comunicador Social, un colega periodista que nos deja todo un legado digno de imitar. Te entiendo Sergio, cuando dices lo adolorido que te sientes cuando ha partido un amigo insustituible, como lo fue Diego.



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Italo Urdaneta

Periodista, historiador y profesor universitario

 italourdaneta@gmail.com

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