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Venezuela, el coronavirus abre: ¿Un nuevo ciclo político?

"Ser libre no es solamente desamarrarse las propias cadenas, sino vivir en una forma que se respete, y se mejore la libertad de los demás". Nelson Mandela.

Venezuela transita hoy por varias tragedias superpuestas que tiene en tensión el gobierno de Nicolás Maduro, surgido después de la muerte de Hugo Chávez: con una severa crisis económica, emigratoria, sociopolítica, de salud, alimentación e hiperinflación desbordada. El covid-19, y la dinámica política son las expresiones de este feo, y nuevo escenario. Y a esto se le suma el posible fin de la revolución bolivariana, y la emergencia de una plataforma política unida de izquierda-centro y derecha por fuera de Juan Guaidó que la "liderizaba". Se nota en el ambiente de calle el apoyo popular a un nuevo gobierno progresista de coalición, inédito en la democracia venezolana, donde se enfrentaran a múltiples retos, entre ellos la de su propia supervivencia como coalición partidista.

Esta gran crisis económica que se ha profundizado en los últimos dos años, tiene un profundo impacto en el sistema político venezolano, el origen del cual se remonta a la muerte de Hugo Chávez, y a la transición del 2013-2020, y cuya "estabilidad" y "prestigio" por los precios, y producción petrolera parecían consolidados. Sin embargo, esta crisis sacó a la luz, de forma progresiva, las tensiones, y los déficits sociales, económicos, y la quiebra e inoperancia de instituciones como PDVSA, a lo largo de estos 2 últimos años. Precisamente por ello es posible sostener que hoy, en el segundo trimestre del 2020, el sistema político venezolano, si bien no ha experimentado un cambio de gobierno, sí ha sufrido un fuerte terremoto.

En poco más de seis años, se ha deteriorado el prestigio de las instituciones, y de los directivos políticos (mas no de lideres, porque nunca lo han sido); las inhabilitaciones por parte del CNE ha cambiado la identificación del sistema de partidos, que ha pasado de un chiripero-partidista imperfecto a un chiripero-partidista polarizado; ha desaparecido la "unidad" como organización política nacional, para dirigir el Estado, y ha sido improvisado por parte de múltiples agentes, como Claudio Fermín, Enrique Ochoa Antich, Juan Barreto, Eduardo Fernández, entre muchos otros, por el gobierno de Maduro; y, se han transformado , para peor la manera como definen, y proyectan sus expectativas socioeconómicas para salir de esta crisis.

Es necesario también señalar que la crisis se inicia en los prolegómenos del gobierno de Hugo Chávez, quien impulsa las primeras medidas de expropiaciones del aparato productivo en manos privadas, y de transnacionales, y con ello se condena a sucesivas crisis económicas, al pueblo venezolano, con tres ejemplos Agro Isleña, y los antiguos Auto mercados CADA, y ÉXITO, transformados en auto mercados Bicentenarios, que quebraron, y hoy reprivatizados con una llamada cadena comercial llamada "Compre Mas Por Menos" recién inaugurado en el antiguo Éxito-Bicentenario de Puerto La Cruz Anzoátegui. El gobierno que administra el grueso de la crisis económica es el liderado por Maduro, del PSUV, que consigue una segunda victoria electoral en mayo del 2018 para un segundo mandato, y revalida una mayoría relativa en gobernaciones, y alcaldías.

Pero esta pandemia, más allá de las posibles convocatorias electorales parlamentarias, ha sido de una gran complejidad política. En poco más de dos años Venezuela ha sufrido una "quíntuple crisis", a saber, una crisis económica, de salud, alimentaria, deterioro de los servicios públicos, sociopolítica etc. A pesar de esto, no se han sucedido movilizaciones sociales de gran magnitud, conflictos internos, aparición de nuevos partidos. Lo que si existe es un profundo proceso de judicialización de la política, y un empobrecimiento de la clase media, y de las clases populares, que pasan a la pobreza extrema, por el incremento del desempleo, y la precarización laboral, con una especial afectación de los más jóvenes, por esta cuarentena mal aplicada, y llena de corrupción con la venta de gasolina a 1$ el litro, que llevan a cabo efectivos militares, lo cual es vox populi en el territorio nacional.

Respecto a las inmovilizaciones, existen dos posibles escenarios. Uno es el de los acosados por el hambre, y otro el de las posibles mareas populares, cuando una gran cantidad de ciudadanos protesten este sistema político carcelario de encierro en sus casas, sin agua, electricidad, alimentos, medicinas, y dinero en efectivo, y a su vez acusando de corruptos e insensibles a militares, y policías ante las políticas de "emergencia" pesimamente implementadas, por el gobierno central, y bajo el acoso policial, y militar, esto puede desatar una movilización callejera sin control.

Esto con el llamado TUN-TUN ha puesto en marcha una suerte de activismo judicial que produce la imputación por rebelión a los principales líderes disidentes, opositores, sindicales, y sociales; una parte de ellos está en prisión, y otros en el exilio.

En cuanto a la crisis de los principales partidos tradicionales, vale señalar los escándalos de corrupción, y financiación ilegal a los que se han visto sometido Henry Ramos Allup, Julio Borges, y ahora Luis Parra a lo largo de estos últimos años, y que tuvieron como colofón la compra de de conciencia de este ultimo en su salto de talanquera para presidir la Asamblea Nacional el 5 de enero del 2020, con un quórum de diputados fantasmas, hasta el momento no se ha publicado ni verificado la lista de quienes lo eligieron presidente de la AN, que muchos la consideran de espuria. En la que se presuntamente se hace responsable a ‘brókeres revolucionarios’ de haber tejido una densa red de corrupción, y contabilidad paralela para comprar a politiqueros opositores; este fue el detonante de la salida del hemiciclo de la AN del diputado Juan Guaidó, y de la entrada victoriosa de Luis Parra apoyado por la GNB. El psuv, por otro lado, vive un agrio episodio de descontentos internos vinculadas a la hiperinflación, y la mala calidad de vida del mayoritario pueblo venezolano.

En esta coyuntura de descrédito, y conflicto político, no es casual que aparezcan formaciones, de colectivos armados, junto a milicianos, militares y efectivos de ciertos cuerpos policiales. Que pretenden disolver con medidas represivas el desencanto de los ciudadanos frente al statu quo de la actual boliburguesia, y las políticas ‘neoliberales socialistas’. Que toma postulados de la derecha más rancia, y radical junto a elementos reaccionarios, como los dueños de los rimbombantes bodegones, y los comerciantes especuladores árabes y chinos.

En este contexto, el gobierno de Maduro, arranca abruptamente con ilegitimidad de desempeño su segundo periodo consecutivo. Esto une a la oposición de izquierdas, y a los disidentes del chavismo periférico que, en estos últimos días del covid-19, capitalizan, y ganan una mayoría no despreciable del descontento popular, de seguir estas medidas de: "quédate quieto en tu casa". Así se da inicio al segundo trimestre del 2020 en el que parece abrirse un nuevo ciclo en la arena política venezolana.

Contra todo pronóstico, Nicolás Maduro llega a ser presidente después de la muerte de Hugo Chávez, la primera que resulta exitosa en la historia política venezolana. Hasta ahora, este instrumento constitucional de 1962, había servido para el posicionamiento de figuras políticas como Rafael Caldera con Convergencia en 1993 pos 4F, y Hugo Chávez en 1998, aunque también provocó el fin político de otros, como el Carlos Andrés Pérez.

El cierre de la etapa de la IV Republica, fue visto con buenos ojos por parte de las fuerzas económicas, pero también por aquellos que representan la Venezuela plural. Para estos últimos, el cambio de escenario con Hugo Chávez, podía significar la posibilidad de transitar hacia un exitoso desarrollo industrial, y social progresista.

Después de las elecciones de la Constitución de 1999, con un gobierno presidido por Chávez, y de carácter plural, que mezclaba ministros socialistas y militares leales al presidente, y personalidades independientes de prestigio.

El primer gabinete Ejecutivo de Chávez, fue un trabajo de orfebrería. Cada pieza estaba confeccionada para aumentar la base electoral en futuras elecciones, con guiños hacia el electorado de izquierdas, y hacia sectores de AD y COPEI. En este sentido, Chávez diseñó un gobierno pensando en unos nuevos comicios en los que se percibía como ganador.

La consigna hoy respecto a la crisis venezolana, no ha sido la de distensión, y el diálogo, pues los efectos electorales del 20 de mayo del 2018, todavía parecen muy recientes, y todavía reina la tensión en la Venezuela del 2020. En este sentido, es posible afirmar que a partir de 2018 se coló en la vida política venezolana el debate sobre el "gobierno de transición" y "El Taima" de Elías Jaua Milano, dixit.

Varios líderes opositores, y disidentes civiles, y militares se encuentran en la cárcel, o en el exilio debido al activismo judicial, y policial inclemente, que se ha puesto en marcha imputando a políticos, y activistas por el delito de rebelión, terrorismo, y conspiración, todos delito de naturaleza política que prevé penas de entre 5 y 10 años de cárcel por la medida chiquita.

Destaca la disputa dentro de la oposición venezolana, donde Guaidó parece haber abandonado de facto a la MUD, y sigue abanderando la opción de un gobierno de transición. Seguir apostando a la disputa del espacio político venezolano parece un suicidio. Ante el bloqueo militar por parte de USA. Competir con un psuv aparentemente unido es algo difícil. Mientras tanto, el discurso de Guaidó se centra en defender la fórmula de un gobierno de transición progresista, y en la necesidad de encauzar por la vía del diálogo el conflicto venezolano. Por otro lado, en la revolución, el psuv volvía a recuperar una cierta posición, con vocación de gobierno, mientras que la ‘cuarentena obligada’ empieza a molestar, y desesperar a la población por las falta de alimentos, y gasolina, de continuar alargando esta medida, la revolución solo contaría con el voto más ideologizado, utilizando el discurso populista antiimperialista, ateo y, a veces, medio plebeyo. En este contexto, la revolución bolivariana se quedaría sin espacio, y en la indefinición.

Las otras vías se han esfumado: el psuv ya no suma, ante los embates del hambre, y la escasez de gasolina, mas no del corona virus, se percibe en la calle un gobierno en solitario con geometría variable sin posibilidades, debido a que el pueblo venezolano debido a la pérdida de libertad para trabajar, comer, y subsistir, ha empezado a resistir bastante bien. Aparte del daño institucional que esto esta causando, el fantasma del incremento del descontento popular es alarmante con los abusos que está cometiendo el gobernador del Estado venezolano de Bolívar, al restringir la libertad de circulación a pie o en vehículo, según informaciones que nos están llegando, este escenario precipita los acontecimientos.

Con todo esto, y que parece repetirse en varios estados por el desbordamiento de la represión policial y militar, se parece reconocer la existencia a un reconocimiento de la existencia de un conflicto político, y la no disposición para iniciar una mesa de diálogo entre el gobierno central, y la oposición mayoritaria, así como explorar vías hacia una salida digna de los políticos venezolanos presos y exiliados.

Frente a el gobierno, de no suavizar estas medidas del covid-19, se prevé una oposición de la población dura, ruda, y despiadada (tanto de los partidos, como de las organizaciones, sociales, gremiales, sindicales, estudiantiles etc.).

Para el gobierno bolivariano parece no ha haber días de gracia. Sin grandes retos, y poco margen de maniobra. Muchos son los retos que se presentan a este gobierno en estos días de pandemia. El nuevo ciclo político que se abre tiene un largo camino por hacer si quiere llevar a cabo el proyecto revolucionario, pero el trayecto parece a un campo minado. Con todos los retos, habidos, y por haber, el primero es el de la cohesión, y el desempeño del gobierno. La cohesión con hambre no es un tema menor, pues para el gobierno, con diversas obediencias, y sensibilidades con esta situación, es difícil coordinarse, y mandar mensajes inequívocos. Temas como el alto costo de la vida, el derecho al trabajo, la especulación, la falta de gasolina, pueden llevar a un serio conflicto interno. Más complejo aún será el desempeño de la acción de gobierno, ante esta situación, sin un programa de contención para grandes turbulencias.

El gran reto de Nicolás Maduro es el tratar de encauzar el conflicto económico, y social. Lo más urgente es la necesidad de establecer un diálogo político entre el gobierno, y la oposición, para posteriormente poner las bases para la negociación, y el pacto que dé solución al problema político de fondo. El mutismo, la descalificación, y la criminalización por parte del gobierno, como únicas respuestas a un problema que ha alcanzado a la mayoría de la población venezolana, son un pésimo lastre. La existencia de políticos, no juzgados, y presos no garantizan bajar a cero, las reivindicaciones antiinflacionarias, y las tensiones políticas en la sociedad venezolana. A la vez, el excepcionalísimo penal adoptado para apagar la crisis está provocando más tensiones con gobiernos extranjeros. A todo esto cabe sumar que, desde los últimos tres años, se ha ido despertando una sensación de agravio por parte de muchas personas que viven con 3$ de salario en el país en el que se ha experimentado un sostenido proceso de empobrecimiento, y miseria.

Finalmente, el último gran reto es cómo tratar el ascenso de la oposición política. Después de ocho años de irrelevancia social e institucional, con un imaginario "socialista" nostálgico (propio del fascismo) y un posicionamiento amoral vinculado al estalinismo, junto con medidas totalitarias, son la amalgama discursiva de la revolución. Que este artefacto político que ellos llaman "Juanito Alimaña" se haya convertido en una fuerza electoral, y que tenga capacidad de apuntalar la agenda política de la revolución no es un buen augurio. Al día de hoy se sabe que los caladeros del voto opositor no son las zonas residenciales de clase media alta urbana, son los barrios marginales, y periféricos de las grandes ciudades venezolanas, hoy sin agua, electricidad, teléfonos e internet, así como las regiones agrícolas con cultivos necesitados de movilización por la falta de gasolina. Desactivar esta realidad es uno de los tantos retos que tiene el gobierno de Nicolás Maduro. Y no parece nada fácil.



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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