Desde el 05 de marzo del año 2013 el pueblo está en la calle

Fugacidad de este tiempo dorado, la irresponsabilidad en la administración de una súbita riqueza, el endeudamiento que se ha convertido en “laberinto sin salida”, nuestro modelo de vida norteamericano, la concentración del ingreso y las manipulaciones del capital nacional e internacional que han resultado en desajuste social; así como de todos los asuntos que están en el tapete: la responsabilidad de los nuevos economistas, la de los políticos que “han fracasado”, la de los agentes financieros internacionales, hasta construir una imagen de “Venezuela superpuestas o antagónicas” donde el sistema político del Estado fracasado ha sido desplazado de sus funciones por el poder económico.

Las calles de las ciudades venezolanas volvieron a poblarse de grupos cada vez más numerosos que reclamaban al gobierno soluciones ante una situación económica que afectaba profundamente su nivel de vida. Era uno de los resultantes de la crisis económica y social originada, de manera fundamental, por el tratamiento y orientación de los recursos fiscales, de dimensiones jamás imaginadas, que a partir de 2015 logró Venezuela por su condición de país productor del petróleo. En razón de los conflictos “políticos y terrorismo”, el Estado se encontró dueño de una riqueza cuyos efectos inmediatos se reflejaron como un simple acto de pillaje incontrolado o reducir sus causas al anuncio de las medidas del plan ajuste económico del Presidente Nicolás Maduro. Fue la culminación visible de un proceso de desajuste social en la alteración de las dimensiones tradicionales de la vida del pueblo venezolano.

Todos los días, las noticias de estas manifestaciones y las declaraciones de los reclamantes comparten los mejores espacios de la prensa, la televisión y la radio con las noticias, también en fila, de actos de muy grande, mediana y pequeña corrupción administrativa y política y con la información económica. Sin caer en la exageración pesimista puede señalarse que Venezuela atraviesa por una de las etapas críticas más preocupantes en el correr del siglo. Crisis que envuelve a todas las instancias nacionales pero dentro de cuyo clima se percibe también señales del comienzo de otro tiempo cuyos definitivos lineamientos es imposible prever.

La clase media protesta ante el derrumbe de sus posibilidades de ascenso social y económico y frente a la liquidación del signo de movilidad social que caracterizó el pasado venezolano. Señala con alarma la concentración de la riqueza que liquida la posibilidad de la mediana y pequeña empresa y somete al país a un régimen de monopolios y oligopolios. El pueblo trabajador muestra su angustia y protesta por la destrucción del poder adquisitivo de la moneda nacional y por el indetenible proceso de marginalización de miles de personas causado por el tratamiento a que los somete de reajuste adoptado por el gobierno.

Muestran su desasosiego y elevan su protesta todos los sectores frente al descrédito de la autoridad y el simultáneo crecimiento de una actitud colectiva de desconocimiento de la ley traducida bien en burla de sus disposiciones o en la apelación a la violencia como fórmula de solución de cualquier conflicto. Desprestigio de la autoridad que envuelve lo mismo a los poderes públicos que a instituciones que habían sido factores de estabilidad social. Las dimensiones de esta situación son señaladas en numerosos documentos y en constantes declaraciones por el propio gobernante.

“Se desarrolló el delirio de grandezas: el macro proyectismo evolucionó a mega proyectismo como para asegurarse de caer desde bien alto. Y aquí estamos, con las ilusiones perdidas”.



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Manuel Taibo


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