El tic tac del reloj se agota: diálogo o confrontación

No es exagerado pensar que los venezolanos, en su conjunto, estamos al borde del precipicio, es decir, ante las puertas de una guerra civil. Por ello sentimos que el tiempo se nos agota, pues de no concretarse un diálogo sincero, reconciliador y en procura de preservar la paz y la armonía, irremediablemente estamos destinados a ir a una confrontación que, además de dolorosa, desembocaría en consecuencias, hasta ahora, imprevisibles para la región.

A través de nuestras entregas siempre hemos tratado de fomentar la paz, pero esta no se logra si una de las partes en conflicto no se acoge al principio de la reconciliación y el entendimiento, para acabar de una vez por todas con la diatriba y las diferencias que han marcado distancia entre quienes apoyan el oficialismo y quienes respaldan a la oposición.

Oscar Schémel, a través de su programa "Análisis Situacional, acaba de entrevistar al abogado, historiador y profesor universitario, Rafael Simón Jiménez, y una de las cosas que decía el invitado, en aras de evitar la confrontación entre los venezolanos, era que el chavismo tenía que desechar esa idea que ha venido madurando en el tiempo que llegó al poder para siempre.

De la oposición igual dijo que no podía actuar fuera del marco constitucional, pero más allá de eso debía deponer las actitudes violentas que solo llevarán al país a la confrontación. Por eso llamó a la negociación.

Jiménez adicionó que todo el descontento que hay, y en eso estamos de acuerdo, se debe al hambre que azota despiadadamente al país, todo porque se ha adoptado un sistema económico -marxista leninista- que hoy es obsoleto en cualquier sociedad.

Aun cuando Jiménez no deja de tener razón en sus planteamientos, cabe destacar que el chavismo, sin embargo, representado en este caso a través del oficialismo, le sobran razones también cuando apela que la crisis que afecta a la nación se debe a las posturas injerencistas que parten desde el imperio, desde hace 20 años atrás, para pretender acabar con la revolución.

Si bien ambas partes le asiste la razón, la verdad real nos debe llevar al entendimiento, pues todo hace indicar, tal como se ha recrudecido el conflicto, que estamos a punto de llegar al enfrentamiento, y por eso se busca convocar a un diálogo que pueda evitar que la "sangre no llegue al río".

Nadie en su sano juicio puede asegurar que no hay descontento, pero al mismo tiempo pedirle al pueblo que no esté enojado, cuando las mayorías de las veces no puede satisfacer ni siquiera las necesidades básicas de alimentación, porque la inflación, la especulación e incluso, la corrupción, se lo impide, es como pedirle "peras al olmo".

Lo que a estas alturas no se ha podido entender es que el gobierno no ha tenido hasta ahora la capacidad de poner en su sitio a quienes juegan con el hambre del pueblo y llaman a recrudecer el conflicto, apelando a derechos totalmente cuestionables.

Si bien hemos defendido, y aún lo hacemos, la legitimidad que le asiste al gobierno del presidente Nicolás Maduro, reconocemos que no ha tomado las acciones pertinentes que permitan neutralizar tantos desmanes, como es la acción de la corrupción y el hampa, entre otras, que cada día está más desbordada.

El conflicto que nos arropa no podemos esperar los venezolanos que sea resuelto desde el exterior a capricho de un reducido grupo que aboga por los intereses compartidos de varias naciones, mucho menos con la actuación injerencistas del imperio, que desea impedir que el modelo venezolano se constituya en un claro ejemplo de libertad y autonomía para otras naciones.

Ese problema, sin duda, nos corresponde a los connacionales darle repuesta efectiva, sin traumas, sin rencor y sin más vacilaciones, en función del tiempo, pues estamos llamados a pensar no solo en el destino actual del país, sino en el futuro de las próximas generaciones.

Las cartas están echadas. Sentimos que el diálogo, la negociación y la ponderación son el único remedio para superar las diferencias que nos separan.

La inteligencia y la astucia, tanto del gobierno como de la oposición, deben ponerse de manifiesto en lo inmediato para permitir que el país siga la marcha por el camino de la paz y el progreso, por cuanto el tiempo en el reloj desgraciadamente ha llegado a su fin. Diálogo o confrontación.



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Italo Urdaneta

Periodista, historiador y profesor universitario

 italourdaneta@gmail.com

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