Magnicidio frustrado

La derecha golpista ha querido banalizar y desacreditar el reciente intento de asesinato en contra del compañero presidente Nicolás Maduro, del Fiscal General, del Presidente del Tribunal Supremo de Justicia y de todo el Alto Mando militar venezolano.

Intentan restar peso a la gravedad del magnicidio (Del latín magnus, "grande" y -cidio.), que es la "muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder". Es indudable entonces, en defensa de la vida, de la paz, de la democracia, que todos debemos repudiar el magnicidio frustrado ejecutado en contra de un hijo de Chávez, de un hijo de la Revolución Bolivariana. Al presidente Nicolás Maduro, que le ha tocado dirigir al país, en medio de los peores ataques y agresiones de toda nuestra historia.

Cuando de magnicidios se trata, tenemos muy presente el vil asesinato de prócer de la independencia, el General Antonio José de Sucre, Jefe del Ejército de la Gran Colombia, Comandante del Ejército del Sur, Gran Mariscal de Ayacucho, presidente de Bolivia (1825-1828) y Jefe Supremo Militar del Perú (1822-1823). Su asesinato el 4 de junio de 1830, en las montañas de Berruecos (Colombia) apenas a los 35 años, fue un ataque directo al espíritu Bolivariano. Al respecto el propio Libertador Simón Bolívar, con profundo lamento, expresó: "...Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor mío... ¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida". Vamos para 200 años que las sombras de las logias conservadoras colombianas pretenden saciar sus ambiciones políticas y económicas con la sangre de los hombres dignos de nuestra patria.

Otro terrible magnicidio en nuestra historia, lo tenemos en el secuestro y posterior asesinato del general Carlos Delgado Chalbaud, presidente de la Junta Militar de Gobierno, ejecutado fútilmente el 13 de noviembre de 1950 por Rafael Simón Urbina, con claras cercanías al dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Este sangriento hecho, a la postre, abrió el camino para el rápido ascenso al poder del nefasto dictador Marcos Pérez Jiménez.

En el mundo también hay docenas de infames ejemplos de magnicidio: John F. Kennedy (1963), Mahatma Gandhi (1948), Martin Luther King (1968), Malcolm X (1965), Salvador Allende (1973), Pancho Villa (1921), Emiliano Zapata (1919), Augusto César Sandino (1934) y Eloy Alfaro (1912), por solo mencionar algunos casos de gran conmoción. Todos estos crímenes perseguían cortar los sueños libertarios y las esperanzas que tanto representaban estos valerosos hombres para sus pueblos.

¿Qué quiere la derecha venezolana?

Han intentado de todo para derrocar al Gobierno Bolivariano. Lo intentaron fallidamente con el Comandante Hugo Chávez. Pero la derecha está totalmente disociada. Sus ambiciones desmedidas se resumen a querer asaltar el poder político para restaurar sus privilegios de clase. Esto a cualquier precio. No lo han podido lograr por la fuerza del voto popular, por la vía electoral. Ni siquiera uniendo a la fuerza y a contra natura a los disímiles factores que hacen vida en la maltrecha derecha (socialdemócratas, socialcristianos, conservadores, ultraderechistas).

Entonces inventaron una nueva forma de hacer política: la tumultocracia. Que no es otra cosa que el uso de la vía violenta para derrocar al gobierno democrática y legítimamente electo. Se han paseado por todo. Golpes de Estado, guarimbas, ataques terroristas, bloqueos financieros y comerciales, hasta amenazas de invasiones militares por parte de potencias extranjeras. Por eso no quieren participar en más elecciones, solo quieren la salida violenta, ahora ensayando con el magnicidio.

Lamentablemente carecemos de una oposición seria. Que tenga un mínimo de dignidad y altura. Solo tenemos a cobardes que actúan a las sombras. Como Julio Borges, paseando por el mundo malponiendo a su propia patria. Freddy Guevara el jefe guarimbero, ahora escondido cómodamente en una embajada, impune. O el cobarde de Leopoldo López, el que dirigió la Salida violenta y nunca ha sido capaz de reconocer las muertes y el dolor que sus ambiciones personales generaron al pueblo venezolano.

Por eso la derecha no puede condenar ni repudiar el magnicidio frustrado ejecutado en contra del presidente Nicolás Maduro. Ellos son parte integrante de la conspiración que incita y alienta las salidas violentas.

Esta derecha fascista no conoce al pueblo. No conoce el metabolismo del pueblo Chavista que ante las dificultades y los retos se une lleno de solidaridad, de dignidad, de pasión y amor por la patria, como nos enseñaron nuestros libertadores.

Ante las dificultades nos queda un solo camino: unidad, unidad y más unidad.



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Richard Canán

Sociólogo.

 @richardcanan

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