El umbral de Odio

"Entonces el SEÑOR dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?"

Génesis 4:9

"El odio y la violencia, quedarán superados si se considera la paz como un problema moral, ya que sólo por la conciencia, la educación, la buena voluntad y la virtud entre los hombres puede vencerse la discordia y conseguirse la paz"

Emilio Serrano

"El odio de los oprimidos en el pasado, el presente y el futuro está justificado, es necesario. Sin odio jamás se hubiera asaltado la Bastilla"

Max Frisch

I. Interrogantes pertinentes

Se dice que el odio existe desde que existe el hombre; que el odio ha sido siempre una de las fuerzas impulsoras de las grandes decisiones históricas y del comportamiento humano. Pero también el odio «ha sido siempre una enfermedad que habrá que superar como se han superado la peste y el cólera». A grandes rasgos, «el odio es una soga al cuello».

¿De dónde brota tanto odio entre los venezolanos? ¿En qué oscuras profundidades de la inhumanidad del ser humano enraízan? ¿De dónde sale esta irreductible frontera del ellos y el nosotros? ¿De dónde nace esa maldad radical? ¿Como el hombre no ha sido capaz de desterrarla de su corazón, ni de su vida? ¿Podemos pensar que la compasión es la solución a nuestros males? ¿Cómo combinar eficazmente la compasión y la rebeldía? ¿Cómo abrir la puerta del corazón de los venezolanos a la compasión y trabajar duramente por la solidaridad efectiva? ¿Cuáles son las causas del odio y la violencia entre los venezolanos? ¿Cuáles son los efectos de las posturas y acciones violentas? Conociendo las causas y los efectos del odio y la violencia, ¿cuáles son los remedios eficaces para evitarlos?

Según San Agustín necesitamos dos cosas: "la ira para para que no haya lo que no debe haber" y "el valor para que haya lo que debe haber".

♦ ¿Seremos capaces los venezolanos de transformar el Odio en Ira?

☻El odio y la violencia, quedarán superados si se considera la paz como un problema moral, ya que sólo por la conciencia, la educación, la buena voluntad y la virtud entre los venezolanos puede vencerse la discordia y conseguirse la paz.

II. Umbral

»"Un hierro candente se aproxima a la piel. La víctima acabará retorciéndose de dolor. Algunos gritarán apenas sientan el ardor, otros resistirán hasta que la herida sea profunda. Como el dolor, también el odio tiene un punto de arranque, un umbral a partir del cual la razón se nubla y los impulsos primarios se imponen a las ideas"

El umbral representa por lo general en psicología el límite mínimo intrapsíquico o nivel sensorial más allá del cual estalla la atención de la persona, y por debajo del cual, en cambio, el estímulo exterior no es percibido. Poseer un umbral alto, siempre en líneas generales, significa, por consiguiente, no ser demasiado sensible a una determinada realidad, y tener necesidad de una estimulación notable para que se dispare la atención. Al contrario, poseer un umbral bajo significará una particular vigilancia, predisposición o espera por parte del individuo en un cierto sector o interés de la vida, por lo que bastará poco, un estímulo bajo, para despertar su atención.

Se dará también la posibilidad de que este umbral sea demasiado bajo, es decir, que el sujeto sea demasiado sensible a una cierta clase de estimulación, viendo o sintiendo por todas partes el objeto en cuestión, como quien tiene –por ejemplo– miedo a los ladrones y acaba por oírlos en cada ruido o incluso "creando" el ruido y viviendo en constante tensión. Digamos, entonces, que el umbral ideal es un umbral equilibrado y realista, que nace de un interés o pasión por algo que es central para el individuo, es umbral objetivo y a la vez sensible al mínimo indicio de presencia de aquella realidad central para el sujeto, capaz de orientar su atención y vigilancia, pero sin ignorar la realidad circunstante.

Evidentemente, tendremos diversos tipos de umbral, según el ámbito psíquico en el que nos movamos. Por ejemplo, a menudo se habla de umbral perceptivo sensorial, que sería el límite más allá del cual es posible la percepción de la realidad por lo que respecta a nuestros cinco sentidos, y por debajo del cual la provocación exterior, en cambio, no es ni siquiera percibida. Con frecuencia se hablan del umbral del dolor, que indica, en sustancia, el nivel de aguante de una sensación física o psicológicamente dolorosa; pero también existe el umbral de la alegría, una espacie de sensibilidad gozosa, que indica, en concreto, y que explica por qué –también en nuestro mundo clerical y religioso– hay personas siempre un poco tristes y casi deprimidas, pero también revela qué está en el centro del corazón de las personas, capaz de hacerle gozar incluso umbral y sensibilidad, no encontraría ningún motivo de alegría.

También existe un umbral espiritual o de la experiencia de Dios. Quien tiene un umbral bajo en este sentido será capaz de sentir y encontrar a Dios en cualquier parte, también en la brisa ligera, a diferencia de los fariseos que exigen a Jesús signos evidentes, inequívocos, prodigios…, que dispensen del esfuerzo y de la libertad de creer, y que Jesús, de hecho, se opone a dar. Podríamos decir que los fariseos, y todos los que entienden así la fe, poseen un umbral perceptivo de lo divino alto, no suficientemente maduro, insensible e incapaz deber y sentir, duro para conmover e incluso grosero. Pero, paradójicamente, lo tienen también demasiado bajo, cuando meten a Dios y la ley por todas partes, terminando por ver la voluntad divina también allí donde solo está su ilusión y deseo de poder.

Importantísimo no solo para los creyentes, es el umbral moral, estrechamente vinculado a la conciencia moral, que no consiste simplemente en la aplicación al propio actuar de principios teóricos aprendidos en los textos de teología moral, simplemente para no cometer pecados, sino que expresa aquella sensibilidad que hace que cada uno esté atento a no realizar nada que esté en contra de su verdad (e identidad), y al creyente a no hacer nada que vaya contra el amor de Dios o que no le sea grato. Quien se contenta con no transgredir una ley cualquiera (aunque sea el Decálogo) para no cometer faltas(pecados) de una cierta gravedad, tendrá un umbral moral más bien alto, generalmente con pocos sentimientos de culpa y muchas auto-justificaciones por lo que considera de importancia leve; en cambio, quien adopta el criterio de la verdad y del amor de Dios, tendrá un umbral mucho más atento a lo que sucede en su corazón y a la realidad de sus comportamientos, también a lo que podría parecer de poca monta o carente de verdadera connotación moral. Y será también capaz de pasar del sentimiento de culpa a la conciencia de pecado, de la sensación de haber transgredido la ley al desagrado sincero (dolor) de haber ofendido a quien lo ha amado.

Evidentemente, cada uno madura en su vida un umbral psicológico propio de los diferentes ámbitos de la existencia, un umbral que será muy cercano a la sensibilidad que cada uno desarrolla dentro de sí con respecto a esos mismos ámbitos. Es importante, entonces, anteponer inmediatamente un principio de cierta relevancia: cada uno tiene la sensibilidad que se merece y que se ha construido y sigue construyéndose. Si yo, por ejemplo, he desarrollado en mí una buena sensibilidad relacional, que atribuye al otro una cierta importancia en mi vida, estar muy atento a él en general, percibiré fácilmente cuando alguien que está en mi entorno sufre, está mal o tiene necesidad de ayuda, sintiéndome, de una manera u otra, "llamado" a intervenir; y si actúo en consecuencia, reforzare esa misma sensibilidad. A diferencia de otra persona, que podrá pasar a su lado y verlo, pero sin percibir sufrimiento alguno ni, mucho menos advertir alguna provocación a hacer algo (deformando cada vez más su sensibilidad relacional).

Referencias…………

http://dianoia.filosoficas.unam.mx/files/3613/6105/8941/DIA53_Ortiz.pdf



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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