Superar la parálisis en la gestión pública por la melancolía y rabia por la derrota

Mi madre siempre fue partidaria de conseguir un culpable o algunos culpables para las situaciones que aparecían de repente, como torbellinos, causando dolor o rabia. En esa cultura me formé hasta que fue tomando cuerpo el sentido de la corresponsabilidad y hoy nado entre esas dos aguas. Trato de identificar al responsable o responsables de la crisis que transitoriamente vivimos, para luego analizar cuanta responsabilidad tengo y comparto con otros, por permitir esos denuestos a la inteligencia. Así ando por la vida, y a veces parezco estúpido frente a otros cuando para defender la revolución digo hemos cometido errores, hemos cometido omisiones, hemos permitido tales y cuales descalabros; todo esto sin que nunca, nos hayan solicitado algo diferente que aplaudir cuando habla el Poder Cupular que vestido de una aura invencible, súper potente, sabelotodo, confundió los 18 triunfos anteriores con su éxito, sin percatarse, que en el camino electoral los reveses se dan por los errores y omisiones; no por la suma de todos los grandes logros de la revolución, que son evidentes.

Los cuatro principales problemas que mudaron una parte del electorado a la franquicia oligárquica se vienen dando desde muy temprano en la revolución: un incremento sustantivo de la inseguridad ciudadana, una evidente alianza corrupta entre la burocracia parasitaria y la burguesía parasitaria que masacró parte de las divisas que han debido servir para dar respuesta a complejos problemas y necesidades sociales; y dos situaciones que colmaron el vaso: un estado de inseguridad alimentaria, medido como percepción sobre la disponibilidad de alimentos , aún a pesar de las cuantiosas inversiones del Estado para evitar la aparición de las vulnerabilidades generadas por nuestra poca capacidad productiva. Algo similar ocurrió con las medicinas en las cadenas de distribución nacional. Un estado de inseguridad dentro del sistema nacional de salud por la dificultad para conseguir los medicamentos de las más frecuentes patologías. En estos dos últimos casos, se presentó una confabulación nacional e internacional para desaparecer los productos, bien por fuga a otros países, bien para encarecerlos e incluso llevarlos a escondites hasta que fuese imposible consumirlos por vencimiento de su vida útil. Todo esto se conocía en el Poder Cupular y se organizó un discurso gubernamental sobre la guerra económica.

Por evidente que fuese la guerra económica, coincidiendo con otras experiencias pasadas en países que optaron por el socialismo; y advertidos por los mismos actores políticos de la derecha en sus discursos contra-revolucionarios (esto se estaba dando como parte de un plan), nos fuimos a las palabras, a una verborrea tan inagotable como infecunda, antes que a desarrollar las estrategias y las acciones que resolvieran la crisis. Sobraron las acciones eruptivas, esporádicas, de comando, circunstanciales. Lo que imaginamos sería un éxito, el cierre de la frontera se convirtió en una perversa forma de cobrar para habilitar el paso de personas y productos. Lo estructural brilló por su ausencia. El aparato productivo no fue capaz de dar respuestas a las demandas de la sociedad, caos y más caos, discursos y más discursos; hasta que, en las colas el discurso dominante se posesionó: había que votar contra el gobierno. Y… todo eso lo sabían las UBCH, las directivas de los partidos del Polo Patriótico y el Poder Cupular gubernamental. Creo que también lo sabíamos todos los militantes comprometidos y conscientes; fuimos cobardes en la denuncia ante el aparataje del poder cupular que a todo denunciante acusa de contra-revolucionario… y en la amargura e inocencia política llegamos a pensar que lo circunstancial resolvería estas situaciones de inseguridad alimentaria y de salud provocadas. No fue así.

El resultado electoral nos horadó el alma. Hay quienes dicen que el más desinformado hasta las 5 pm del pasado 6D era el Presidente Maduro. Luego, nutrido de elementos numéricos estadísticos dio magnánimamente su rostro al mundo para informar que habíamos sido derrotados por el mismo Pueblo que tantos beneficios sociales, políticos, económicos, culturales conquistó en los tiempos de dominio absoluto del espacio político por la revolución. Los ojos del mundo volcados a nuestra Patria, entendieron que la democracia venezolana, participativa y protagónica, abunda por sobre toda la guerra mediática en la cual se acusó a las fuerzas revolucionarias de planificar un golpe de Estado, si se presentaba un revés electoral. Hoy en el mundo se reconoce la victoria política de la revolución al asumir esta decisión. Pero el corazón sigue herido, la melancolía nos cubre de su pesar; y una rabia interior no permite analizar la realidad de lo acontecido.

¿Qué hacer con esa melancolía? ¿Qué hacer con esa rabia interior que nos acompaña?

Hay que dejarlas de lado, no es eso lo que debe acompañarnos, sino una alta capacidad reflexiva para acometer la agenda de estos tiempos que se avecinan. Es posible que ya estemos en ese reconocimiento anticipado de posibles dificultades y de acciones contra el Pueblo, a partir de Enero. Los principales problemas inmediatos en política es detectar la agenda que trae la derecha a la Asamblea Nacional. Hoy la derecha está dubitativa sobre lo que fueron sus amenazas y el Pueblo está en alerta ante tales amenazas de conculcación de sus derechos progresivos, sociales y económicos. No hay duda que en política estamos saliendo de la melancolía y de la rabia.

Pero, en materia de los dos aspectos, inseguridad alimentaria y en salud, la situación permanece igual. Incluso, hay un tercer factor que se agrava y no recibe las respuestas adecuadas: el sector transporte público, privado y familiar. Y es posible un cuarto factor, que son las falsas expectativas que se han generado con respecto a la posibilidad de algunos emprendimientos a pesar de la caída abrupta de los precios petroleros. Para poder continuar algunos programas fundamentales, hay que declarar un estado de ahorro, un freno al despilfarro y a las corruptelas. Hay que ser cada vez más eficiente al ejecutar los fondos públicos. Toda inversión debe medirse con indicadores adecuados. La austeridad es la bandera de los tiempos por venir, y esa austeridad se mide con el ejemplo.

En corto tiempo, vendrán por Maduro, y si hacemos lo correcto en este corto tiempo, impediremos otra derrota, esa es la forma de salir de la melancolía y de la rabia interior.

¡Venceremos!

mmora170@yahoo.com



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Miguel Mora Alviárez

Profesor Titular Jubilado de la UNESR, Asesor Agrícola, ex-asesor de la UBV. Durante más de 15 años estuvo encargado de la Cátedra de Geopolítica Alimentaria, en la UNESR.

 mmora170@yahoo.com

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