La "coalición" de Víctor Álvarez: deseos de clase media proyectados en el pueblo de Chávez

O podríamos decir que es una proyección de los deseos socialdemócratas en el pueblo de Chávez. Fijémonos en lo que dice el economista: "Si ante un resultado adverso el oficialismo no envía una rápida señal de rectificación y mantiene en funciones la actual dirigencia del PSUV y ratifica al Consejo de Ministros, la indignación va a correr no solo en la oposición, sino sobre todo en las bases chavistas que están reclamando desde hace rato medidas severas contra el burocratismo, la corrupción y la ineficiencia gubernamental."

Esto dice Víctor Álvarez. Pero, lo más seguro es que el pueblo de Chávez está pendiente ahora de gastar su dinero o de bachaquear un poco para reproducirlo. Y su indignación sería de seguro por ver que el gobierno no haya hecho nada hasta ahora por radicalizar la revolución, que no haya dado una muestra clara de cambios verdaderos en el orden de las cosas en general. Álvarez, como siempre habla en nombre de la clase media y en nombre de las aspiraciones socialdemócratas, la "corriente política" Reina de los pactos, coaliciones, diálogos y similares.

En lo que al pueblo chavista se refiere, no creo que la corrupción, en un país donde cada quien tiene su cuota de responsabilidad o participación dentro de la Gran Corrupción Social Capitalista, sea para él, ni siquiera para la misma clase media, el primer problema que le preocupe: sin ella, hay día casi nadie puede vivir. Vivimos ahora en una sociedad de cómplices, uno de los sistemas de complicidad más perfectos es el burocratismo, pero de él se sirven todos los corruptos del país; desde aquellos que venden los productos regulados de PDVAL, los que raspan cupos, hasta los farsantes que solicitan dólares baratos para importación o necesitan de permisos de exportación. Del burocratismo depende el gran mercado negro de la corrupción. Y el pueblo chavista, quizás el menos beneficiado de burocratismo, no creemos que tenga la esperanza puesta en en estas elecciones para que unos "burócratas" se ocupen de acabar con el "burocratismo", en esa "coalición" de la cual habla Víctor Álvarez.

El pueblo chavista, viendo ahora cómo mejorar sus propias vidas, tampoco piensa en esa política barata (en ninguna que no pueda conmover su espíritu sin palabras vacías), a menos que lo llamen a participar en una revuelta popular, o en la ejecución de algún gran capitalista propietario en la Plaza Bolívar. No creo que Álvarez sepa qué molesta al chavismo ciertamente, ni le interesa en el fondo. Solo sabe que el chavista no querrá votar y que eso le quitará el triunfo definitivo en estas elecciones al gobierno. Por otra parte sabe que ese pueblo no haría fácil un eventual gobierno de la derecha (que él llama siempre oposición casi que de forma eufemística). Luego revela sin querer o queriendo lo que hay detrás de su análisis, dice: "Una postura sensata de ambas partes llevaría a retomar el diálogo político para acordar un gobierno de coalición, con un programa básico que detenga el deterioro de la economía y así evitar una nueva crisis de gobernabilidad."

Como verán, de lo que habla Álvarez es de hacer una coalición en un gobierno de grupos de intereses: por un lado, la vieja socialdemocracia representada por nuevos capitalistas o por los viejos, da igual, y por el otro la nueva socialdemocracia que está representada en el "gabinete actual", en el gobierno actual. No habla de revolución y tampoco de socialismo. Habla de los mismos acuerdos, pactos "sociales" y burocráticos de siempre, para evitar con ellos las posibles "salidas" o soluciones extremas. Es decir, para evitar el triunfo de una dictadura tiránica y asesina (él no lo dice así, lo digo yo). O el triunfo definitivo del socialismo, de los cambios sociales radicales, que éste encarnaría (él no lo dice así, lo digo yo). Esta segunda salida extrema es el verdadero objetivo en la crítica de Álvarez: ocuparse en borrarla, de que ni siquiera aparezca su fantasma como alternativa política posible a este "letargo" como él mismo lo llama.

Una cosa es criticar al gobierno de Maduro para radicalizar la revolución, es decir: para acelerar los cambios necesarios que se cancelaron o que no se hicieron hasta hoy (rescatar el espíritu chavista del 13 de abril y del rescate de la industria petrolera de la reacción fascista-capitalsta; revirtir todos las políticas conciliadoras y populistas a políticas revolucionarias, exigentes y valientes, por ejemplo). Y otra es criticar al gobierno de Maduro para que acelere el "pacto" con los capitalistas y la vieja socialdemocracia de siempre, en torno a la sempiterna "legalidad burguesa" (No es necesario cambiar la constitución actual para imponer las reglas de la legalidad burguesa. Si hay algo que dejó de hacer la Asamblea Nacional en favor de la revolución, fueron las leyes socialistas y revolucionarias necesarias; fue discutir la revolución y el socialismo que queríamos o necesitamos y convertirlo en leyes adecuadas, capaces de soportar cambios verdaderamente radicales sin muchos traumas sociales)

Estos "críticos moderados" son los verdaderos agentes o gestores dispuestos al servicio del capitalismo, los que siempre andan cerca de los centros políticos y de poder cazando alguna ventaja en la conciliación; es más, son los verdaderos impulsores de la "reconciliación social", reconformando las viejas pero todavía vigorosas relaciones sociales de producción capitalistas. Son los más entusiastas a favor de la PAZ; en la capitulación definitiva del socialismo a favor del capitalismo; en las coaliciones; en los "pactos de Punto fijo"; en los acuerdos tipo "tripartitas": gobierno, patrones y sindicatos, a fin de debilitar las confrontaciones de clase, la conciencia de clase, dentro de la clase trabajadora en general y de los más necesitados.

De este "género intelectual" saldrán los nuevos ministros del futuro gobierno de coalición. Mientras las distintas militancias partidistas hacen campañas por un puesto en la Asamblea Nacional estos esperan al nuevo gobierno, vendiéndose como posibles candidatos para dirigir la economía del país en el nuevo gobierno de PAZ. Un chantaje intelectual dirigido a las clases medias (incluyendo a esa que pinta las aspiraciones de los pobres más aspirantes, esa que ni siquiera bachaquea, por vergüenza de clase).

Sin embargo, no es suficiente convertir los propios deseos en fórmulas políticas fáciles, en comentarios que son más deseos que exégesis de la realidad. El solo hecho de ver en malestar del chavismo, el malestar de la clase media es una torpeza política. Nadie niega la importancia que tiene la clase media y su pobre conciencia de clase en los posibles cambios políticos del país, pero pensar que el chavismo piensa igual, es una pifia. Ese pueblo que ahora se encuentra confundido y saturado de tanto histrionismo discursivo, hoy anda de su cuenta, buscando consuelo en el negocio (o no), en las rebatiñas del gobierno, en gastar el dinero antes que se deprecie, en fin, vivir el día a día. No sabe ni piensa mucho en corrupción y burocratismo. Porque nadie le ha explicado qué es uno y otro, dónde y cómo funcionan cada uno de esos males. Pero sí sabe que algo en el gobierno anda mal después de muerto su líder, y no es precisamente el problema de la violencia o el de la polarización o tensiones sociales. Estoy seguro que no le haría nada mal al pueblo chavista ver como se confiscan las tiendas de Excélsior Gama, Farmatodo, o las Empresas Polar. Estoy convencido de eso. Que si ese pueblo no va a votar, tampoco apoyaría a la oposición. Que si la palabra del gobierno hubiera sido más fuerte y comprometida, más honesta, estas elecciones le hubieran salido más baratas al gobierno y hubieran prometido un futuro más claro.



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Héctor Baíz

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