La familia: primer centro de formación gerencial

Querido amigo lector, en este momento inicias la lectura de este capítulo, referido a la Familia como primer centro de formación de ese niño o niña que tú y yo, y todos los humanos de este planeta, fuimos algún día. Todos con el sello de un ADN que nos asemeja, y con diferencias marcadas por la cultura, el medio ambiente, el seno familiar y su entorno, con sus aportes, unos positivos y otros que nos dejan traumas, algunos superables y otros, con los que tendremos que lidiar por el resto de nuestras vidas.

Son éstos últimos los que tendrán una importante y permanente influencia en nuestras vidas, particularmente en nuestras actividades sociales, laborales, profesionales, como trabajadores, como gerentes, como tomadores de decisiones. Y aun cuando algunos pudieran haber salido de grandes escuelas de gerencia, esos traumas siempre estarán allí, para influenciar todas las decisiones y actuaciones, si no los controlamos. De esto hablaremos en las próximas líneas.

Definitivamente, un niño con traumas insuperables, será un gerente con decisiones influenciadas por esos traumas. Por el contrario, un niño crecido en el seno de una familia feliz, arrastrará muy pocos problemas o traumas a su adultez, que serán superados sin mucha dificultad por los recuerdos de una niñez feliz. Será un tomador de decisiones con pocas influencias traumáticas y con muchas influencias positivas heredadas de esa niñez feliz. Y no estoy hablando de un ingenuo. ¡No! Estoy hablando de una persona con decisiones deslastradas de influencias negativas, que es muy diferente. Estoy pensando en un gerente productivo, proactivo, sinérgico, efectivo, afectivo y divertido. En suma, Una persona feliz hecha gerente.

La familia nos brinda valores y/o antivalores, experiencias sanas e insanas. Cuando somos niños o niñas, nos relacionarnos con nuestros padres, abuelos, tíos y tías, hermanos y hermanas, con otros niños y niñas y con gente amiga y a veces no tan amiga, que pueden o no pertenecer al círculo familiar. Y es allí donde nuestro ADN nos brinda un extenso y variado menú de opciones, para poder sobrevivir, a lo largo de la relación que debemos mantener y desarrollar con cada uno de estos actores que forman parte de ese círculo familiar y perifamiliar. Allí, comenzamos a modelar nuestra personalidad, nuestro carácter, nuestra gestualidad y actitudes frente a cada evento. Allí comenzamos a construir, moldear y gerenciar nuestra imagen pública y privada, evidentemente bajo la dirección de quienes dirigen nuestras vidas de infante.

Si nuestros mayores no generan esa comunicación plena con ese niño o niña bajo su responsabilidad, es posible que se pueda incubar una personalidad introvertida, insegura, con debilidades, poco comunicativa, que seguramente influirá es su estilo gerencial cuando sea adulto. Niños maltratados y rechazados pueden generar gerentes prepotentes, de baja autoestima, conflictivos, gerentes desubicados, sin arraigo, desconectados de la organización para la cual trabajan y su entorno, sin la motivación necesaria para conseguir las metas propuestas, inseguros en la toma de decisiones.

Por el contrario, cuando en el seno de la familia se promueven valores como, el amor, la disciplina, la tolerancia, las buenas costumbres, la moral, la ética, la disciplina, la justicia, el amor y el respeto a los semejantes, a los animales, al medio ambiente y a la naturaleza en general, estaremos construyendo el semillero de los buenos ciudadanos, de los gerentes exitosos en el sentido ético del término.

Hoy día nos encontramos con gestiones desastrosas, apegadas más a oscuros intereses, que a otra cosa. Gerentes que brillan por su incompetencia, que gerencian desde sus miserias, desde su ignorancia. Dentro del sector privado estos gerentes no duran mucho, pero dentro del sector público, las cosas se miden desde otra óptica: los resultados se ven desde otra óptica, se analizan en condiciones "post mortem", es decir, después de cumplidos los períodos de gestión que ordenan las leyes. Y en la mayoría de los casos, sin responsables que puedan responder por los daños causados al patrimonio, a los pueblos, al medio ambiente, a la paz del mundo y a la integridad del planeta. Países quebrados por la desidia, con cárceles esperando por responsables, con una justicia tetrapléjica y, por supuesto, con nuevos ricos con cuentas bancarias bien suculentas, en paraísos fiscales.

 

PENSANDO EN LOS AÑOS POR VENIR, qué bueno sería que los padres de hoy nos preocupáramos más por una formación de nuestros niños y niñas de hoy, intensiva en valores, comenzando por los valores del amor, la justicia y el respeto. Ocupados más por el sano desarrollo de nuestros hijos que por superficialidades que a la larga nada bueno nos dejarán. Estaríamos garantizando generaciones futuras llenas de amor y libres de traumas y todo lo que esto conlleva.

 

Pudiéramos concluir diciendo que esta experiencia de nuestros primeros años de vida en familia, buena o mala, es irremplazable e imborrable.

Cualquier remediación, como política de Estado, sobre el tejido social de cualquier pueblo del planeta, debe comenzar dentro del seno familiar. Invertir en la familia resulta ser, a la larga, la mejor inversión a nivel planetario, ya que de ella derivarán todas las demás buenas inversiones.



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Jorge Tejera

Trabaja en ALCALDÍA GIRARDOT-ARAGUA Estudió en UNIVERSIDAD DE AIX-MARSEILLE-III, FRANCIA Vive en Maracay, estado Aragua

 jorgetejera2010@gmail.com

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