La aniquilación del propio "Yo"

Jamás ni en órbita alguna, ética o espiritual, fue tan perfecta la creación de un ideal moral a fuerza de la aniquilación del propio "Yo". Decretando su misma muerte, casi puede decirse que el Comandante Chávez pinta la imagen del hombre futuro con la sangre de sus venas abiertas. El apasionado, el hombre cuyos entusiasmos son como explosiones de los sentidos o balas inflamadas que prenden en los nervios, engendra las ideas, en las que arde una brasa silenciosa, pero perenne. Sus ideales tienen la callada obstinación que llega más allá que los saltos del tiempo, la verdadera humildad que no teme las risas. Sabe hablar a todos, y todos encuentran en él apaciguamiento y serenidad; no vive bajo el eterno miedo histérico de ofender o ser ofendido; no mira, receloso, a su alrededor. Lo sabe todo, y sabiéndolo lo comprende todo, y jamás condena, jamás murmura; todo lo acepta y en todo cree, poniendo en su creencia la unción de su gratitud. Y el pueblo desasosegado ve en este Gigante sereno, lúcido, la forma suprema de vida. Cristo es para su hombre ideal gozo divino; su duda, certeza; su enfermedad, salud; su dolor, una alegría sin límites. Lo más alto y hermoso de la vida es lo que jamás conoció su inteligencia clarividente; ansía como lo más sublime para el pueblo: la sencillez, la infancia de corazón, la suave y natural alegría del espíritu.

La historia del espíritu no conoce ejemplo humano, ni caso igual de fecunda creación de un ideal por el contraste. Chávez se clava en la cruz, mártir de sí mismo, y con él clava a su ciencia, para que de sus heridas mane la fe; a su cuerpo, para que de él forme el arte al nuevo hombre; a su individualidad, para que de ella se engendre la totalidad. Se mata y mata con él todo lo que como tipo de hombre significa, para alumbrar de su despojo "un hombre nuevo y más feliz", y echa sobre sus hombros todo el dolor de su amado pueblo, para que los demás conozcan la dicha.

Nosotros seremos los primeros en decir al mundo que no queremos prosperar sobre la opresión de las ideas ni sobre el avasallamiento de las nacionalidades, sino por el contrario, sobre la mayor Libertad e Independencia de todos los pueblos y en una unión fraternal. Y el que vivió cincuenta y nueve años en la tensión desgarrante de sus ideas, minando hasta las últimas honduras de su ser para encontrar al nuevo hombre y el sentido de la vida, arroja a la hoguera toda la ciencia dolorosamente acumulada, en aras de un nuevo "Hombre", al que grita su secreto más profundo, su última fórmula, su palabra más inolvidable: "Amar a los pobres más que el sentido de la misma vida".

Ved a su pueblo predilecto cómo se mueve siempre con una dulce sonrisa en los labios; lo saben todo, y, sin embargo, jamás conocen el orgullo, y no viven en el misterio de la vida como en una sima de fuego, sino como bajo un cielo azul tendido sobre sus frentes. Han vencido en su pecho a los enemigos elementales de la existencia: "el miedo y la angustia", y esto los hace bienaventurados en la infinita fraternidad de cuanto vive. Se han redimido de su "Yo". Y la dicha mayor de los mortales es la despersonalización; así, el amador más exacerbado convierte la sabiduría del socialismo en una nueva fe.

El Comandante Chávez es el hombre nuevo que está por encima de todas las clases: su alma Encendida y Sedienta de Libertad, anhela el contacto y unión con su amado Pueblo que la burguesía ignora y aborrece, y la prisión es para él el purgatorio de su orgullo.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los antiterroristas cubanos Héroes de la Humanidad!

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Viviremos y Venceremos!



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Manuel Taibo


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