Chávez y Lao Tzu

Yo nunca oí a Hugo Chávez hablar de Lao Tzu, tal vez le faltó tiempo. O no lo divulgo. Habló mucho de Zarathustra. Siempre lo citaba. Otro al que hacía mucha referencia era a Niestche. Tampoco habló ni mal ni bien de OSHO, ni de Buda, ni de Krisnamurti. O del libro de los cambios, el Tao Te Ching. (Sobre todo que Chávez era un devorador de libros. Leía de todo. Se hizo de un conocimiento sólido). Todos ellos pensadores y hombres que dejaron huellas en la conciencia de la humanidad. Pero, en mi observación, a diario del presidente Hugo Chávez y su acción, como mandatario, estuvo muy cerca del taoísmo, aunque él no lo supiera. O tal vez sí.

Voy a referirme al taoísmo, sin haber sido ni siquiera un estudiante de esa filosofía. Es un sistema filosófico chino, basado en el Tao Te King (el libro de los cambios). Se atribuyen su autoría a Lao Tzu, para otros Lao Tsé. Sus enseñanzas parten del concepto de la unidad absoluta, y en un tiempo mutable llamado Tao. Muchos estudiosos de esa filosofía afirman que el Tao no puede definirse. Existe, y su práctica conduce a la felicidad.

Para muestra basta un botón: “El amor es una de las emociones más fuertes, si no la más fuerte, en el agitado mar de los sentimientos humanos. Para Lao Tzu, el amor tiene una importancia primordial. Es el primero de sus tres “tesoros”… Pues el amor no sólo es una poderosa emoción; también se manifiesta de muchas maneras y no todas ellas conducen necesariamente a la serenidad”. Hugo Chávez, era un río, un mar de amor para su pueblo. Hombres, mujeres, niños y niñas, pudieron constatar el gran amor que emanaba de los más profundo de su corazón del Comandante Supremo, para derramarlo sobre su pueblo. Eso no se puede negar. Su conducta era desplegada ante las cámaras de la televisión. Su amor y su solidaridad por los venezolanos quedaron grabadas para le eternidad.

Voy atreverme a escribir algunas líneas, de hecho ya lo he iniciado, acerca de la actuación del líder de la revolución venezolana y las prácticas del taoísmo, consciente o inconsciente. En primer lugar, quiero aclarar que no soy taoísta, sólo soy un estudioso, a vuelo de pájaro, de esa filosofía, que tiene su origen en China. Lo cierto es que el Tao es un recurso inagotable, y para activar su poder tan sólo basta con entenderlo y seguir el camino que nos marca.

En el libro de Lou Marinoff, podemos leer que “Los taoístas de la antigua China fueron los primeros en darse cuenta de que los cambios son legítimos, no accidentales. Al actuar de acuerdo con el Tao, movilizas poderosas fuerzas que te ayudan a sacar lo mejor partido del cambio. Tanto si las cosas cambian de peor a mejor como de mejor a peor, el Tao te ayuda a conseguir el mejor resultado posible…”.

Marinoff, nos pone en el camino de pensar cómo actuar correctamente, aunque algunos resultados no sean los deseados. “La capacidad de elegir –dice el autor- es muy poderosa y, por lo tanto, constituye una gran responsabilidad. Porque todas las elecciones tienen consecuencias. Cada vez tomas una decisión generas una causa. Y toda causa tiene siempre un efecto, para bien o para mal…”. Nadie es perfecto. Nadie. Absolutamente nadie.

Hugo Chávez, si lo analizamos bien, actuó, en muchas de sus acciones, impulsado por el poder del Tao, supiéralo o no. Tomabas decisiones con confianza. No titubeaba. Pero en él se veía fluir la alegría. Por eso reía, echaba cuentos. Se chanceaba con sus compañeros de gabinete. Mostraba al público un hombre feliz. Y eso es actuar según las normas del Tao. Eso es estar ubicado en lo que llaman el Bloque Intacto (los taoístas saben de qué se trata). Pero lo que sí es cierto es que el Bloque Intacto conserva su potencial, según lo explica el autor del libro, para incluir todas las formas posibles, una infinidad de posibilidades, que desembocan en la felicidad no sólo para quien actúa, sino para los demás,

Hugo Chávez Frías, aún en medio de una derrota, se mantenía concentrado. Pedía estar solo unos minutos. Y salía con la decisión tomada. En las pocas veces que fue políticamente derrotado, él con su actuar correcto, trasformaba esa derrota en una victoria. Ese era Hugo Chávez. Y eso es conducirse bajo los signos del Tao. A esos nos enseña el Tao, a reaccionar con serenidad ante una derrota circunstancial, y entonces voltear la tortilla. Siempre fue así. Hasta su muerte. Nunca se me olvida su último acto de cierre de campaña en su última victoria electoral presidencial ante el candidato de la derecha. Fue en Caracas. Esa noche llovió torrencialmente. Pero su espíritu guerrero lo hizo saltar y bailar ante la mirada atónica de sus seguidores. Bailó y cantó bajo la lluvia. Sólo un hombre que transitara por el camino del Tao podía hacer eso.

Y, ya conociendo su estado mortal de su enfermedad tuvo el valor, como pocos hombres en la historia, de venir desde Cuba, y aquel inolvidable 8 de diciembre, ante un grupo de sus compañeros, donde estaba a su lado Nicolás Maduro, fue capaz de sacar ese potencial interno, y decir lo que le dijo al país, ante las cámaras de la televisión. Y Cantó su Patria querida. Los signos de la muerte ya afloraban en su rostro, pero actúo como un taoísta. Tal vez, sin que lo hiciera público, leyó a Lao Tzu. ¡Volveré!

¡Chávez vive, la lucha sigue! ¡Tenemos Patria!



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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