Vivir en crisis

Crisis es otra fase más de la vida  natural y cósmica, individual y social; uno más de los posibles estados de la materia y del espíritu para quienes creen en él. La materia no se destruye: se transforma. Algo que ha dejado de ser pero tampoco es otra cosa con forma, ésa es la crisis  .

Hoy, en la secuencia lógica de la historia correspondería una guerra sangrienta en Europa. Y ese lugar lo ocupa una crisis económica y social que es devastadora para la mayoría de la población del mundo y de este país en particular. Una crisis que, por el contrario enriquece a esas minorías siempre al acecho que han existido y existen siempre. Son los mismos que extraen inmensos réditos de los conflictos bélicos a los que fuerzan a los figurones políticos que se dejan engatusar.

Los contrasentidos de la especie humana representada principalmente por quienes gobiernan en Occidente, es decir, en los países donde se reverencia la acumulación de la riqueza en pocas manos, son numerosos. Las preguntas llueven acerca de tanto despropósito: ¿de qué sirve la habilidad para fabricar artefactos a velocidades muy superiores a la del sonido o para viajar a la luna o para proporcionar molicie a la vida cotidiana, si des­pués los soberbios por la hazaña científica y tecnológica de sabios anónimos de cuya inteligencia también se apoderan,  dejan morir y sufrir a millones de seres humanos en beneficio exclusivo de las élites, todo a través de entes casi metafísicos: think tanks, centros de inteligentsia, emporios financieros,  bancos, etc?

Las pruebas de la necedad y minúscula inteligencia de los jerarcas y chamanes sociales son abrumadoras... Pero especialmente en países como España donde todo es involutivamente diferente, alcanzan niveles de escándalo. Aquí la perversión es pura necedad y la minúscula inteligencia sobre todo inconsciencia, falta de conciencia social y amputación del sentido de especie viviente. Por ejemplo, los poderes institucionales condenan o impiden morir a quienes lo desean y matan o dejan morir de muchas maneras a quienes desean vivir; protegen el proyecto de vida que es el embrión o persiguen a quien no lo desea en sus entrañas, pero entregan a la miseria a millones en plena vida...

Cansa ya la enumeración de ejemplos de egoísmo extremo, de irracionalidad y de degeneración del entendimiento humano concretado en las guerras abiertas. Pero quizá es peor el de esas gentes que manejan absurdamente a las naciones en tiempos de paz relativa para el contento de sólo una parte de la sociedad: justo la que no lo necesita. Porque las guerras responden al fatum, a la fatalidad, mientras que la paz, aun relativa, que debiera estimular la ima­ginación, la creatividad y la fraternidad, por el contrario son bloqueadas, pisoteadas o abortadas por aquellas.

Burla burlando, estamos asistiendo en España y en Europa a un proceso decadente y aniquilador. Me refiero a la privatización de todo lo que hasta ayer fue público concebida por el contrapensamiento neoliberal cuyos mentores están excluyendo de la existencia y de la dignidad a millones, simulando que les preocupa mucho más la vida por llegar que la vida indubitada. Todo, desa­rrollado en atroz contraste con el sentido de solida­ridad pre­sente en las especies animales consideradas superiores por la biología y por cualquier observador. Pues en este país una parte de la colectividad, la muy acomodada, sacrifica desvergonzadamente el bien de todos al interés económico de familias y clanes concretos.   

Se habla y se habla de emprendedores, se hacen llamamientos a ellos y se insiste en que es preciso impulsar al empresariado para crear puestos de trabajo. Pero resulta que la inmensa mayoría de los empleos destruídos proceden directa o indirectamente de la construcción que no volverá, y todos los secto­res productivos están superexplotados, agotados o en manos de oligopolios. Y los que ofrecerían desarrollo -energías renovables y sanea­miento del medio ambiente, por ejemplo-, están férreamente controlados por las eléctricas y por las petroleras, y por ello entorpeci­das burocrática, financiera y fiscalmente por el poder político. Así es que ¿cómo no preguntarse?: en lugar de hacer tanto llamamiento a la creación de empleo en abstracto, ¿por qué el Estado y los "expertos" no señalan las actividades concretas susceptibles de crear, y proporcionarles los recursos financieros al efecto? No lo hacen. Así vemos que todo es fingimiento, todo palabrería, todo aparatosidad, vaciedades  y afectación; todo estolidez inagotable mientras grupos pequeños sociales copan el poder y el dinero a costa del empobrecimiento o la miseria del resto. Como en pasados siglos.

Por ejemplo ¿qué sentido tienen los privilegios adjudicados a los políticos y a los gobernantes a cuyo amparo cometen cómodamente tropelías y delitos económicos sin cuento? ¿Por qué permite el legislador regalías feudales que no les retrae de la tentación de cometerlos sino al contrario, les invita a aprovecharlos?      Todo lo dicho y la constatación de que los que defienden el capitalismo son sus principales enemigos, al final son testimonios de aberración, sí, pero también de cretinismo superlativo de quienes manejan el timón de una sociedad cuya textura se deshilacha por momentos.   Sólo queda por saber en España cuándo, los que están en el poder político e institucional, agotarán el fondo de las pensiones al que dan constantes dentelladas para salir del paso de otras atenciones supuestamente prioritarias; fondo que empezó en la actual legislatura con 75 mil millones y ya debe estar por la mitad. Lo más probable es que, antes y coincidiendo con su expulsión del poder por el cuerpo electoral dentro de dos años, en línea con esa política descabellada de corte aristocrático que no cesa, vacíen dicho fondo. Como han saqueado las arcas públicas de las comunidades autónomas y como vaciaron los discos duros de la Moncloa y demás ministerios al perder las elecciones en 2004. Eso, si antes no han hecho estallar por los aires a la sociedad entera.

Diréis que he empezado hablando de la crisis, y he terminado hablando de las  pensiones. Pero es que me afecta el asunto directamente, y todos los gobiernos en España, y principalmente el de ahora, vienen mangoneando a este país durante su historia, antes con tremendismos, persecuciones religiosas y absolutismos, y ahora, en esta farsa de democracia, con chanchullos, ocultamientos y trampas como las que hay en la letra pequeña de cualquier contrato escrito en cuya virtud la parte fuerte obliga a la otra, la débil, a adherirse a los términos que la primera le impone miserablemente.

No hay pacto social. Lo que llaman así es otra simulación. Hay un dominio del poder, absoluto y repartido entre unas cuantas familias. En todas partes, pero en España con muchas y graves consecuencias, la población media se va convirtiendo poco a poco en esclava de señores feudales en una atmósfera semimedieval sólo  velada por la economía sumergible y el atolondramiento que procuran las tecnologías capaces de alejarle de los problemas con la colaboración de las redes sociales que los purgan.. El control social, a través de ellas, está hecho. Por esto, por el embobamiento, no llega la revolución que nos está llamando como Circe llama insistentemente a Ulises...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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