Pirro, Leopoldo, Maduro

          Quienes abogaron constantemente por una medida manu militari en contra del canal de televisión Globovisión, pueden ahora relajarse y respirar profundo. La salida del programa emblemático de la oposición venezolana Aló ciudadano, de este canal y conducido por Leopoldo Castillo, es una muestra clara (para aquellos que aún tenían dudas) de lo concertado con el gobierno nacional que se materializa en un proceso de cambios importantes en la programación de dicho canal y de VTV, emisoras estas que mantenían una tensión política que alimentaban la polémica diaria, exacerbada por la decisión tomada por el presidente Chávez de nombrar como sucesor de su gestión a Nicolás Maduro una vez conocido su delicado estado de salud.

          Luego de los comicios de abril el imperialismo dio luz verde a la feroz campaña de la derecha venezolana desconociendo los resultados de las elecciones presidenciales. Se dispararon las alarmas del nuevo gobierno que, aunque no débil, tampoco exhibía la solidez que mantuvo Chávez a lo largo de más de 12 años con un liderazgo, por lo demás, convincente. Desmantelar ese estado de pugnacidad, esa guerra desarrollada en el campo de batalla del espectro radioeléctrico que empezaba a tomar la calle, es a todas luces un acierto de Maduro. ¡Pero a qué costo, compadre! Esa victoria nos hace recordar al famoso general aquel que, paradójicamente, pasa a la historia como mal ejemplo de vencedor.

          Las negociaciones entre las partes en conflicto son inevitables ya que no siempre las condiciones objetivas permiten soluciones definitivas e inmediatas. Lo acordado tampoco satisfará a todos y a cada uno, ya que por lo general todo convenio político implica pérdidas significativas. El problema no reside en negociar. El asunto está en tener la claridad suficiente y un liderazgo de peso para no ceder más de los necesario que ponga en riesgo los objetivos estratégicos involucrados en dicho convenimiento. Y es aquí, en este punto, donde asaltan las dudas porque si al principio la jugada de Maduro parecía impecable, ahora sus costuras son evidentes y uno se pregunta si el socialismo seguirá siendo el ideal a alcanzar, si la defensa del legado de Chávez no será mera consigna pasajera.

          El cuadro político venezolano de cara a las próximas elecciones se hace cada vez más complejo y el camarada Maduro se empeña en agregar plomo a su liderazgo con decisiones incoherentes cuando no contradictorias: llevar a Samán al frente de Indepabis, bien; amarrarle las manos, absurdo. Desarrollar el gobierno de calle, bien; pasar como un suspiro por algunas entidades, mal. Anunciar selecciones de candidatos dentro del PSUV por la base, democratísimo; imponer alcaldes desconociendo el sentir de la colectividad, impopularísimo. El cuento del pajarito y apariciones metafísicas, defendible cuesta arriba; silbidos tapa baches, intragable. Jugársela por el joven Snowden, pase; mantener preso a Julián, contra toda ética revolucionaria. Llamarse presidente obrero, ¡buej!. Mantener en el cargo a un ministro que públicamente le enmienda la plana a Chávez, extrañísimo. Enarbolar la lucha contra la corrupción, muy necesaria; mantener estruendoso silencio en torno de la salida del cargo de Edmmé Betancourt y sus críticas de los dólares perdidos y empresas de maletín, sospechoso. 

          En fin, la muy estudiada despedida del conductor del programa Aló ciudadano: la lentitud de los movimientos y del discurso, las lágrimas de una de sus asistentes, a pesar de sus esfuerzos para que no le robara cámara, la música de fondo, con ese melodramático ascenso final por las escaleras iluminadas a medias -apoteosis del mataduras- sólo empañado por el pelón de devolverse antes de tiempo, nos dice mucho del contenido que oculta la forma. Nadie crea que aquí termina todo. Y si el camarada presidente creé haber conjurado el maleficio fascista desmantelando los aparatos de información del Estado, estará agregando más peso a sus alas, porque si Leopoldo puede despedirse (y volver) A SU MANERA, Maduro en cambio se debe a un pueblo que espera que lo haga, por lo menos, a la manera de Chávez ni no queremos una nueva batalla de Benevento el próximo diciembre.

Saludos

Jutor2000@gmail.com



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Juan Torres Rodríguez


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