Capitalismo y libertad

“El hombre ha nacido libre pero por todas partes se encuentra rodeado de cadenas. La libertad es alimento nutritivo, pero de difícil digestión. Es, por tanto, necesario preparar a los hombres antes de dárselo” (J.J Rousseau”). “”No existe nada llamada libertad, tú sólo cambias de tipo de dominación por otra. Lo único que podemos hacer es elegir nuestro amo” (D.H. Lawrence, novelista inglés). No cabe duda, los dos aforismo nos obliga a cavilar y más aún, cuando las democracias capitalistas se creen las únicas guardianas de la consabida libertad. Permítanme, estimado lector, las siguientes reflexiones.

Es indudable que las grandes empresas capitalistas saben mantener a millones de personas entretenidas en un estadio o frente al televisor, comiendo comida chatarra o bebiendo cerveza, esperando a que el gran héroe de la temporada anote el gol codiciado, dándole al equipo preferido el título ganador de la copa. Existen corporaciones cicateras interesadas en que los habitantes del globo terráqueo se preocupen por las cosas sencillas y no por los reveses del mundo. Para explicar me haré eco de las frases de Adam Smith, un estudioso preocupado por el comportamiento del hombre.

“Un hombre que pasa toda su vida realizando un pequeño número de operaciones simples no tiene ocasión de desarrollar su inteligencia ni su imaginación. Se vuelve, en general, tan estúpido e ignorante como sea posible volverse una criatura humana”

La mayoría de las personas no advierte que ellos no deciden, ni siquiera de su tiempo libre o de su ocio. Uno de los problemas de los jóvenes y adultos(as) es qué hacer con el tiempo que queda fuera de sus estudios o del trabajo remunerado. Existen funestas compañías ocupadas en clasificar a los humanos en productores y consumidores; por lo tanto, estos deben ser bombardeados con publicidad a través de los medios de comunicación de masas. Esas empresas, verdaderas maquinarias de control del comportamiento humano, obligan a la gente a usar el tiempo libre de acuerdo con los planes económicos de tales firmas comerciales. Por eso inventan competencias y prácticas deportivas de todo tipo, salidas a los bares, discotecas y restaurantes, para que, realizando dicha actividad recreativa, continúen consumiendo productos. Es el llamado hombre-masa, conformado y moldeado por la moderna globalización. Los publicistas aseguran que el tiempo libre provoca la desgana de vivir y, por lo tanto, aquellos personajes son quienes deciden cómo la gente debe consumir productos para aprovechar los ratos de ocio.

Los consumidores de productos son muy ilusos; los empresarios y publicistas identifican el tiempo libre o el ocio de las personas con el aburrimiento. El problema de los ratos de inactividad es su organización con miras a una productividad distinta, la cual permite a los empresarios y los llamados creativos a aumentar las ganancias. Algunos sociólogos y siquiatras han estudiado el asunto y concluyeron: el hombre-masa, abandonado a si mismo, no sabe tomar decisiones. La fabricación de los sujetos en serie es el objetivo de las grandes corporaciones de la creación, éstas observan con satisfacción el desarrollo de aquel tipo de individuo. Para los empresarios el ideal es el hombre-masa, consecuente con el conformismo político, social o moral. Por esto los habitantes del planeta cuentan, durante todos los meses del año un entretenimiento masificado llamado deporte o, la entrega del Oscar del cine o, el turismo masivo o, las peregrinaciones a lugares santos o, los desfiles de modas o, los festivales de rock entre tantos pasatiempos. Estas empresas todo lo comercializa para obtener ingentes ganancias. Por ejemplo, hasta las carreras o caminatas la convirtieron en un negocio. En casi todas las grandes capitales del planeta se realizan maratones o medias maratones a los cuales acuden miles de corredores, quienes deben cancelar una inscripción, comprar pasajes en avión, acudir a hoteles, comer en restaurantes, hasta las agencias de viajes preparan tour para vender paquetes turísticos que incluye la participación del maratonista en una competencia de gran sudoración. Paralelo a esto, las empresas de marcas pondrán a la disposición para los correcaminos zapatos costosos, muñequeras, medias, gorras, cuenta kilómetros, franelas, pantalones cortos, bandanas, cronómetros, artilugios con audífonos para escuchar música (MP3), revistas especializadas, reloj multifuncional: cuenta calorías, distancia, velocidad, localización por vía satelital, entre otras funciones; lentes, bebidas o gel energéticos, barras energéticas, medicamentos, agua a borbotones, termos para guardar líquido, protector solar y no sé qué otras cosas debe comprar un maratonistas para subir a un podio y vivir unos minutos de gloria internacional. El hombre-masa lo convirtieron, por manejos muy convincentes de empresas especializadas, en corredor-masa. Basta mirar por televisión el maratón de New York, París, Madrid, Boston… a cuyas calles miles de hombres y mujeres acuden a sudar y a gastar dinero.

Es sorprendente el culto que los fanáticos le prodigan a los jugadores. Era el mismo que los romanos sentían por los gladiadores; éstos eran ensalzados por los poetas, sus imágenes adornaban las vasijas, las fuentes, las lámparas, vasos y en los anillos de sellos de todos los países del Imperio. Las hazañas de estos héroes eran descritas en las paredes con carbones, o grabadas con la uñas y divulgadas por los juglares. Tanto en Roma como en las provincias, los artistas no se daban abasto engalanar los palacios y templos con las esculturas, mosaicos y frescos propicios para preservar la fama del ganador para la posteridad, cosa plenamente conseguida. De eso, ahora se encarga la televisión, la prensa, las barajitas y las franelas, que llevan el nombre o la cara del jugador preferido del fanático. Los ganadores de algún renglón deportivo se convertirán, luego del triunfo, en excelentes vendedores. Un apetitoso contrato con una publicidad metamorfoseará al ganador, por arte de birlibirloque, en vendedor de alguna codiciada marca de ropa, desodorante, reloj, bebida energética, auto, yogurt, zapato, perfume, traje de baño… en fin, todo aquello que se pueda vender y los tontos, comprar. Simplemente porque el “nuevo héroe lo usa”. Como se ve, los habitantes del planeta parecen negarse salir de la esclavitud y aceptan impertérritos los mandatos de las grandes corporaciones económicas. Parecen haber cambiado de amo, del imperialismo español al imperialismo yanqui y recién, aceptaron estoicamente el capitalismo globalizado.

Según el neoliberalismo globalizado la solución de los problemas de una nación como los ligados al medio ambiente, la salud, la educación, la vivienda, la supremacía financiera, el humanitarismo, la diversidad cultural, la manipulación genética, entre tantos hay que dejarla en manos de “la mano invisible del mercado” sin ningún tipo de regulación por parte del estado. Para enfrentar las anomalías causadas por la globalización no bastan las democracias parlamentarias, ni los partidos tradicionales, tampoco los sindicatos habituales, mucho menos los medios información soberanos, dado que tales poderes son demasiados locales y susceptibles de ser tragados por el monstruo o en peor de los casos, comprados por la empresas, convirtiéndose estos poderes en cómplices o empleados de esas arteras corporaciones. Es preciso edificar un poder popular poderoso en el ámbito planetario que le haga contrapeso a la globalización, dado que el futuro del planeta, si es que los tiene, no será más que una empresa propiedad de una gran multinacional, los nuevos esclavizadores o amos.

La globalización le ha dado a la política el mismo tratamiento que se le da al esparcimiento masivo y tratan de convencer a un público consumidor de las bondades de un líder sin importar el daño que le cause a un país. Es importante todo lo que el presidente MM intente al lado de poder popular. Se debe procurar que la hegemonía comunicacional no dañe la mente tanto de los niños, como de los jóvenes y de los adultos propensos a dejarse convencer, tal como se hace como cualquier producto de consumo masivo. Ciertamente la libertad plena no existe, pero la obligación de cada individuo que vive dentro de una democracia representativa y protagónica es analizar con objetividad el mensaje televisivo y tomar decisiones. No dejemos que los demás decidan sobre nuestro tiempo libre y mucho menos, sobre lo que le conviene al país, que de seguro no es lo mismo que lo que le conviene a los empresarios. Debemos continuar la lucha emprendida por Hugo. Honor, gloria e inmortalidad a mi comandante Chávez.

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Enoc Sánchez


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