Tu Infinito Amor por Tú Pueblo Querido Comandante

“Paseaba mentalmente por la lejanía de mis sueños, cuando amanecía el sol, por los inmensos espacios de la llanura, y recordaba mis lejanas visitas a Acarigua, pasando por Sabaneta, rumbo a Bruzual en la madrugada, para contemplar el Ganado y los Chigüires cruzar el río. O volviendo mis ojos, humedecidos por las lágrimas de Tú partida, a los lejanos horizontes de Barinas y del Apure, donde las aguas y los cielos se confunden amorosos en una fiesta de colores, donde las palmeras, agitadas por la brisa, componen alegres melodías unísonas, dignas de Eladio Tarife, de Juan de los Santos Contreras o de Eneas Perdomo”.

Después de recordar amorosamente como perdonaste a los que te denigraron. Tu Infinito Amor, mi querido Comandante.

Detengámonos un momento a contemplar a este hombre maravilloso. No creo yo que el genio se componga solamente de los nervios, de la sangre, del jugo que absorbe de la tierra donde ha nacido, del sol que ilumina y fecunda su cerebro, este hombre maravilloso en su conjunto. El genio es antes que todo una poderosa individualidad interior, con facultades innatas, elevadas por el estudio y por los choques de la vida a una gran potencia: el genio es un gran espíritu creador. Todos los verdaderos genios, de cualquier clase y condición que sean, tienen la poderosa facultad de pensar y poner en relieve su pensamiento; la fantasía vivaz que los lleva a un trabajo tan continuo como el trabajo de las fuerzas creadoras de la naturaleza; la observación profunda para el análisis, que hace de sus ideas un microscopio donde se ven las mayores minuciosidades de la vida, ocultas al vulgo de las gentes, la mirada indagadora, elevadísima, que abraza los lejanos espacios como el telescopio, y luego esa exquisita sensibilidad, por la cual refunden fácilmente en el horno siempre encendido de su corazón, los ajenos dolores y las ajenas alegrías.

Pocos hombres de nuestra Patria han poseído en tanto grado como Tú, estas facultades eminentes, mi querido Comandante. Tú te elevas de un vuelo a las regiones más sublimes del espíritu, donde todas las ideas se te aparecen revestidas en sus formas. Tú desciendes con una observación prolija a contar las menores minuciosidades de la vida, y a descubrir los más imperceptibles toques de luz y de sombras en el cuadro de Tú Venezuela. Tú sientes la necesidad invencible de producir, de crear, de esparcir Tus Obras con la misma ciega largueza con que el ruiseñor esparce sus cánticos y la estrella su luz. Tú tienes, sobre todo y antes que todo la sensibilidad, esa sensibilidad que se conmueve y se riza al menor soplo del aire, que cambia de matices al menor reflejo de la luz, que presiente las tempestades futuras, y que siendo los mejores dones de la naturaleza, es también uno de los mayores tormentos de Tú vida.

Amado y Querido Comandante: Cuando la acción no te ofrece bastantes huracanes, los buscas en Tus pasiones; y cuando no te los ofrecen Tus pasiones, en Tus ideas. Necesitas vivir al borde del mismo abismo, sobre cuatro tablas que van a deshacerse, deslizándose entre un oleaje hirviente y espumoso, azotado el rostro por el huracán y los nervios por las chispas del rayo. Tu conciencia es como una tromba furiosa que despedaza Tu propio corazón. Las tinieblas de las noches eternas de tal manera caen sobre Tu alma, que todo lo ve, necesitas que tu propia conciencia sea la mediadora entre el tiempo y la eternidad, entre la tierra y el cielo; que la propiedad Te sirva como de pedestal, y que la vida se desarrolle en él a su cuenta y riesgo, merced al aguijoneo de Tú actividad, excitando Tus actitudes, alimentado en el principio de Tú propia responsabilidad. Pues bien nuestro Amado Comandante Chávez, antes que todo, eres una personalidad. Nuestro sol había deslizado sus rayos por Tú espíritu, Te había impreso fuertemente su ósculo de fuego.

Creías que vivir era sentirlo todo, experimentarlo todo: pasar por los diversos grados del calor de la vida universal, sumergirse en el hondo mar, como los peces, y recorrer los picos nevados, como las águilas; fundirse al calor del sol en el verano, y volar como las mariposas en la primavera; ser el peregrino, errante, sin fin, desde nuestra Patria a la Patagonia, pasando por todos los países hermanos de Unasur y desde Caracas al Río Grande, pasando por Cuba y los países del Caribe y mucho más allá, allende los cielos y los mares.

Nadie ha sabido expresar como nuestro amado Comandante Chávez el estado de su tiempo, con sólo el estado de su espíritu. Encerrado en su individualidad, indócil a todo yugo, incapaz de entregar su alma a la dirección de pensamientos que no brotaran de su propia conciencia, respirar fuertemente el aire, pensar fuera del espíritu humano por un supremo esfuerzo, se fijaba inmóvil, como en su centro de gravedad, en el cielo inmenso, lo veía y reveía sembrado de esperanzas, lo poblaba y repoblaba con las luminarias de sus ideas, transformándose en lo infinito, como el frio hierro se transforma al contacto del fuego en candente brasa, como un ángel que, después de haber asistido con el Arpa en las manos delante de Cristo al florecimiento de los mundos por la inmensidad llena de vida.

Todo dialogo Tuyo se junta en un pensamiento; todo personaje vil se desvanece en tu alma, toda acción se funde en Tú vida. En el pensamiento, en el alma, en la vida de nuestro amado Comandante. Y como una sola vida, por grande que parezca, gira sobre una sola idea, sus dramas no son para la escena, faltos de variedad y de movimiento. Parecen casi todas esas grandes poesías orientales como el Apocalipsis, en que los seres materiales e inmateriales entablan armoniosamente un dialogo sin fin con el inspirado profeta que los descubre en ardientes visiones y les presta el ritmo de sus ideas.

¡Te Amo Venezuela por Haber Parido a Chávez!
¡Nuestro Amado Comandante Chávez, Vivirá por Siempre!
¡Bolívar Vive!

manueltaibo1936@gmail.com


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Manuel Taibo


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