La paz fugitiva y escurridiza

Conseguir la paz verdadera, seguirá siendo nuestro más terrible desafío; ya que la paz no es una condición intrínseca en el ser humano, como lo es el amor, y el odio.

A la paz fugitiva no le caigamos a palos ni a piedras, para atraparla viva.

No son las guerras las únicas enemigas naturales de la paz. Son acérrimas enemigas de la paz las ligaduras que atan a nuestras conciencias, que no nos permiten amarnos los unos a los otros.



¿Será que la paz está secuestrada?, o es prisionera por delitos de guerra, delitos comunes, omisión, Lesa Humanidad etc. Quién podría imaginar a la paz de irresoluto cabalgar vendiéndose al mejor postor. De no ser tan escurridiza, el mundo sería una esfera en santa paz.

Busquemos a la paz por aire, mar y tierra. Quien quita que en esa búsqueda de la tan anhelada paz, a los hombres con responsabilidad en resguardarla se les amplíen un poco más los conceptos en el turbio escenario de la vida; o quien sabe, si en ese afán de rescatar a la paz con vida, por casualidad se tropiecen con algún tesoro escondido, el Eslabón Perdido, la cura del cáncer, o alguna inventiva para preservar a nuestra golpeada Madre Naturaleza, que amenaza con desbordarse con más ímpetu que nunca, a tal punto que nuestra arrogancia se ve cada día más menguada.

La paz es nuestra hija predilecta, que por cosas de la vida torció su propio destino por la senda equivocada, con el llanto en los ojos, roguémosle que retome el camino correcto, ya que no hay peor castigo para el hijo desobediente, cuando ve correr lágrimas por el atribulado rostro de sus padres.

La paz relativa y condicionada, que cínicamente nos prometen los poderosos, a los que solo les resta decir que tienen las bombas para avasallar a quien no les guste, en aras de la paz.

Un papa de Roma dijo: “La paz y la justicia se besan”.

No es la paz una figura ornamental de galería, ni tan poco letra muerta sobre una fría lápida, ni mucho menos un concepto abstracto o etéreo. La paz no es tan solo ausencia de guerras, ni el cese de hostilidades entre dos polos antagónicos. La paz va más allá, es algo más profundo; y en lo esencial es vida armónica y productiva. La paz como elemento esperanzador debería ser el cordón umbilical del hombre, para comunicar con fe y respeto sus aspiraciones, a través de esa partícula invisible y misteriosa, que nos habla en su lenguaje universal de una justicia a repartir por igual entre todos los seres humanos.


Julio.cesar.carrillo@hotmail.com


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Julio César Carrillo


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