Vigorosa señal política del gobierno venezolano

Como símbolo no podría ser más potente; como realidad, no podría ser más genuina: el 3 de enero el gabinete ministerial del Gobierno Bolivariano, encabezado por el vicepresidente Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, inauguró el año político asistiendo en pleno a una visita de control a la fábrica de café Fama de América, recuperada y gestionada por sus trabajadores.

Mensaje inequívoco: unidad política en el alto gobierno, compromiso socialista de la clase obrera, transición al socialismo. Mensaje además explícito y reiterado, tanto por las obreras y obreros que en el recorrido por la planta explicaron la historia y la actualidad de Fama de América, como en los discursos de Maduro y Cabello.

En los días previos, una campaña de prensa se empeñó en dos objetivos: convencer a opinión pública venezolana y mundial de que el presidente Hugo Chávez estaba en coma irreversible y complementar el infundio con otro de idéntica inconsistencia: una ruptura igualmente insanable entre el vicepresidente y el titular de la Asamblea Nacional.

La campaña fue detonada por el diario ABC de España, engendro monárquico-franquista que semanas atrás promovió una Internacional parda, bajo el nombre de Partido Popular Iberoamericano, destinada a ocupar un lugar en América Latina con financiación y guía del Departamento de Estado estadounidense. Un ariete político contra la revolución latinoamericana en marcha, cuando Washington decida atacar por otros medios.

Portavoces de la misma fuente promotora, pero con la ventaja de haber permanecido durante años camuflados con ropajes de izquierda, incluso de extrema izquierda, abrieron el camino para esta operación. Ellos comenzaron dando por inexorable la muerte de Chávez, la ruptura del Partido Socialista Unido de Venezuela, la confrontación con la Fuerza Armada Bolivariana y un devenir caótico para la sociedad venezolana.

Para momentos cruciales como éste, la CIA alimenta durante años personajes funambulescos a los que envía a la hoguera más tarde o más temprano. Bienvenida esa hora: pusieron su gota de veneno y con ella se autoinmolaron. El caso es que ABC fue citado como fuente inapelable por la totalidad de prensa comercial escrita, oral y televisiva en los cinco continentes. Por fin, El Nuevo Herald, portavoz de la ultraderecha de Miami, conducida por terroristas de origen cubano, retomó y perfeccionó la información de los fascistas españoles. Dice con estas fuentes un columnista habitual de la Internacional parda: “(Maduro) mantuvo a fines de noviembre pasado un contacto telefónico con Roberta Jacobson, responsable de América Latina en el Departamento de Estado norteamericano, para discutir la posibilidad de restaurar los respectivos embajadores en Caracas y Washington ante el inminente comienzo del segundo mandato de Barack Obama”. Sin fuentes para la información –como hacen habitualmente estos periodistas reputados de serios- el autor no parece repara que en ese momento Chávez estaba en Venezuela, en el pleno ejercicio de la presidencia.

Según este artículo, la prenda de cambio era “una visita de un supervisor regional de la DEA, con sede en Colombia, para trazar un plan para una mayor cooperación en materia de lucha contra las drogas”. Y esto lo hacía Maduro, según el Herald, para “cercar a su rival político Diosdado Cabello, acusado por la DEA de gestionar la red venezolana de narcotráfico en la que están involucrados varios generales, incluido el ministro de Defensa, Henry Rangel Silva”.

Cualquier iniciado ve en esto las técnicas de los servicios de espionaje y la infinita inmoralidad de la CIA: amalgama, falsedades, calumnias. Este periodismo supuestamente profesional las reproduce sin siquiera editarlas. Y si no, véase otra nota de ABC, según la cual Cabello le hizo llegar “secretamente a altas instancias de Washington su disposición a algún tipo de acomodo” con el gobierno estadounidense. ¿La moneda de cambio? Explicitada desde el título de la nota: “Cabello hizo valer en Washington su perfil anticubano”.

Mientras tanto, al interior de Venezuela, la oposición teledirigida centró el fuego en exigir “información” sobre la salud de Chávez. No bastaron las despachos diarios, bajo la forma de comunicados o declaraciones de los dirigentes más connotados, que siguieron los altibajos del post operatorio. Querían un acta de defunción. La “gran prensa” hemisférica le hizo coro. Ocultó, de paso, que el mundo vivió días de imprevisible riesgo mientras la burguesía estadounidense, también ella dividida, no lograba ponerse de acuerdo para afrontar el descomunal déficit fiscal. El silencio cómplice minimizó o directamente ocultó el hecho de que estaba y sigue estando en juego el colapso de la moneda estadounidense y el impacto demoledor que esto tendría sobre la economía mundial. El compromiso fue a medias en el Congreso de Washington y el riesgo continúa latente. Desde luego que en este contexto la salud de Chávez importa mucho, pero mucho más significa la continuidad acelerada de la Revolución Bolivariana. La transición al socialismo en Venezuela es la única respuesta ante la convulsiva crisis del capitalismo y un ejemplo para los pueblos de todo el mundo. Los estrategas del Departamento de Estado lo saben muy bien. Por eso ordenan a sus escribas que contribuyan para dividir la dirección revolucionaria en este país.

 

La salud de Chávez

Al finalizar el recorrido por Fama de América, Maduro hizo una extensa intervención. Narró sus días en La Habana, sus encuentros con Chávez y resumió su estado: “está consciente de las circunstancias que está viviendo, que son complejas. Está consciente de la batalla que está librando”. Dijo que la delegación de dirigentes bolivarianos presente en Cuba –integrada también por Cabello y por Adán Chávez, hermano del Presidente- “le juró al Jefe del Estado que nosotros vamos a estar unidos junto a nuestro pueblo”. Y remató: “Aquí hay una sola transición; y es hacia el socialismo”. Luego le cedió la palabra a Cabello: “con el liderazgo de la derecha no hay conciliación posible”, afirmó. Y su conclusión no fue menos terminante: “si esperan una pelea entre Maduro y yo, o con Rafael Ramírez (ministro de Energía y presidente de Pdvsa), o con la Fuerza Armada Bolivariana, esperarán dos mil años”.

Estuve presente en esa recorrida. Saludé y hablé con todos los ministros y ministras presentes. Sus rostros denotaban preocupación y dolor. Como los de la mayoría de la gente con que me cruzo en Caracas. La sola idea de que Chávez no lograra superar este trance conmueve las raíces más profundas del pueblo. Y los ministros no son excepción. Pero vale repetir la expresión de Cabello: “Que no confundan dolor con debilidad; que no se equivoquen”. Había un tono de nítida y elocuente advertencia en esas palabras.

Dos horas después el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, leyó un comunicado oficial, donde se afirma que el Presidente: “ha enfrentado complicaciones como consecuencia de una severa infección pulmonar. Esta infección ha derivado en una insuficiencia respiratoria que requiere del Comandante Chávez un estricto cumplimiento del tratamiento médico”.

 

Coyuntura y toma de posesión

Así las cosas, mañana 5 de enero se reunirá la Asamblea Nacional para elegir sus autoridades. A la par de su campaña innoble, la oposición pide cargos en la presidencia. Alegan la “crisis institucional”, de la que se hace eco la totalidad de los medios comerciales del continente. No los tendrán. Por el contrario, se encontrarán con una multitud que irá al Palacio Federal Legislativo a solidarizarse con el gobierno y defender la revolución.

Como saben que ése será el resultado, centran el fuego en exigir –gesto vano de quien ha sido arrasado en sendas elecciones en los últimos 60 días- que el 10 de enero asuma el presidente de la Asamblea Nacional y convoque a elecciones en 30 días. En efecto, la Constitución señala esa fecha para la toma de posesión del Presidente ante la Asamblea. Y eso debería ser así si Chávez falleciera o declarara que no puede asumir su cargo. Caso contrario, la Constitución afirma a renglón seguido que esa ceremonia puede realizarse ante el Supremo Tribunal de Justicia, sin fijar fecha ni lugar.

Con el paso de los días ha ido imponiéndose la idea de que se apelaría a este segundo criterio. Fue el propio Cabello –significativamente, quien eventualmente debería asumir la presidencia de la nación- quien señaló días atrás esa perspectiva como la más cierta: que el 10 de enero no hubiera toma de posesión. Tal parece que la propuesta ganó terreno. Y no sólo en las filas chavistas, que repiten como en ocasión del golpe de abril de 2002 una frase cargada de contenidos: “¿dónde está mi voto?”. Pero no únicamente en las filas de la revolución: el candidato de la derecha, Henrique Carriles, que perdió el 7 de octubre y supuestamente volvería a aspirar a la presidencia en una eventual elección, declaró que la Constitución no exige que asuma el titular de la Asamblea en caso de que Chávez no esté formalmente inhabilitado para ejercer el cargo. Otros dirigentes opositores, así como constitucionalistas connotados a quienes nadie sospecharía de simpatías chavistas, se han pronunciado en el mismo sentido.

No hay certeza sobre la decisión que se adoptará, pero todo indica que el 10 de enero será otro eslabón en la interminable cadena de fiascos de la oposición que habla por boca de Washington. Eso, de paso, permite suponer que las previsiones médicas, hasta donde eso es posible, no descartan la recuperación de Chávez. Y acaso indiquen que, pese a la indudable gravedad del estado de salud del Presidente, no hay sólo un exceso de optimismo en la afirmación de Maduro al finalizar su intervención en Fama de América, ante el aplauso de obreros y ministros: “más temprano que tarde, el comandante estará otra vez con nosotros”.

Como sea, en la salud de Chávez no se juega la Revolución Bolivariana. La coyuntura y su eventual devenir lo hemos tratado en un conversatorio de la revista América XXI (http://www.americaxxi.com.ve/notas/ver/p-ch-aacute-vez-y-el-futuro-de-la-revoluci-oacute-n-p-p-nbsp-p). La consigna “Yo soy Chávez” es asumida y repetida por millones. La oposición trata de transformar la zozobra por la enfermedad en ruptura de esos millones con el equipo de gobierno. Busca acumular posiciones, mellando al candidato ya designado del Psuv para una eventual elección presidencial, Nicolás Maduro, porque finge que pretende acabar con la revolución mediante elecciones. La amalgama, la calumnia y el calibre de la campaña en curso, indican la naturaleza de sus verdaderos planes a mediano y largo plazo.

La respuesta la tendrán el 10 de enero: millones de personas conscientes y organizadas, resueltas a defender con la vida la revolución, marcharán al Palacio de Miraflores en Caracas y se concentrarán en las plazas de todo el país.

Caracas, 4 de enero de 2013



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Luis Bilbao

Escritor. Director de la revista América XXI

 luisbilbao@fibertel.com.ar      @BilbaoL

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