La Batalla Naval del Lago de Maracaibo

El Contralmirante José Fulgencio Padilla, antes de la batalla, pasó a cada una de las unidades de la Escuadra a su mando para estimular a sus tripulaciones y guarniciones, y hallándose a bordo del Bergantín Independencia al ancla en Punta de Palma del Norte, dictó la siguiente proclama:

“JOSE PADILLA, de los Libertadores de Venezuela, condecorado con dos escudos de distinción, General de Brigada de los Ejércitos de la República, Comandante General del 3er. Departamento de Marina y de la Escuadra de operaciones sobre el Zulia, y.

“A todos los señores Jefes, Oficiales, tripulaciones y tropas de la Escuadra a mi Mando”.

“Compañeros: La puerta del honor está abierta: el enemigo nos ataca y nosotros lo esperamos. ¿Qué mayor gloria podríamos desear? Superiores en fuerzas, valor y decisión, ¿le temeremos? No ni el Gral. Padilla, ni los bravos que tiene la honra de mandar, vacilarán jamás al ver al enemigo a su frente; sino, por el contrario, ansían porque llegue este momento”.

“Compañeros: Yo estoy cierto que la suerte nos lo proporciona para descansar, y es segura la victoria porque este es el último esfuerzo de nuestro agonizante enemigo: vuestro Gral. Os acompañara como siempre hasta perder su existencia confiado en vuestro valor, y en la justicia de nuestra causa”.

“Venezolanos morir o ser libres”.

Cuando los primeros arreboles de la aurora del 24 de julio apenas permitían distinguir los colores de las banderas venezolanas y españolas, los Comandantes de los buques republicanos fueron llamados al Bergantín Independencia, donde el Contralmirante Padilla, dispuso que el Comandante de la Espartana, Capitán de Fragata Jaime Bluck, quedase a bordo del Independencia y colocó en su reemplazo al Segundo Comandante Marcos R. Makin y en lugar de éste al Primer Teniente de Marina Leonardo Stagg, ordenando al mismo tiempo que el Comandante de la Leona, Capitán Guillermo White, pasara al Marte, designando en su reemplazo al Segundo Comandante Juan Macan, llenando la plaza que éste dejaba Jaime Stuard y destinando a la Espartana al Aspirante Santiago Moreno, para que se entendiese en las señales. No satisfecho el Contralmirante con esta mutación, dispuso también alterar el orden de batalla y a las diez y media pasó en persona a todos los buques mayores y menores, con el objeto de arengar a sus dotaciones y animarlas de un modo eficaz para que, llegado el momento de atacar a los realistas, lo verificasen con la intrepidez y entusiasmo que su sola presencia les inspiraba.

El Contralmirante Padilla ardía en deseos de combatir, pues no quería dejar pasar este día memorable de inmarcesible gloria, sin dar la batalla final para ofrecer su victoria al Libertador, como el más valioso regalo en el cuadragésimo aniversario de su nacimiento. A las dos de la tarde se ordenó al Comandante de las Fuerzas Sutiles se levase y siguiese desde luego sobre los buques realistas de su clase, en atención a que por su menor navegar debían adelantarlas; a las dos y veinte hicieron la señal de dar la vela, y minutos después la de formar en línea de frente para atacar al mismo tiempo a todos los buques enemigos que, observando aquellos se acoderaron.

Algunos buques republicanos se atrasaban o no ocupaban sus puestos tan pronto como era necesario, pues que todos ardían por entrar en lucha y concluir con las últimas reliquias marineras del adversario, pero como el Bergantín Marte estaba situado a barlovento y el Independencia, buque muy velero, a sotavento, fueron proporcionando el navegar de modo que quedase y siguiese perfectamente formada la línea de batalla para lograr la realización del plan que se habían propuesto, sin que por esto, se dejasen de hacer las señales que fuere menester a cada uno de los que se desviaban de su sitio. Los buques republicanos avanzaron con rapidez asombrosa sobre la Escuadra Española que se quedó al ancla en espera del terrible golpe; el ala Sur la llevaban José Padilla, Renato Beluche, Rafael Tono, y los zulianos Pedro Lucas Urribarrí y José Francisco Coll, cortando la retirada hacia la bahía; la Norte, Nicolás Joly, los zulianos Tomás Vega, Pedro Juan Caldera, Francisco Coll Ballesteros, el Subteniente de Infantería de Marina José María Silva y el paraguanero José Eugenio Hernández.

A las tres y cuarto colocaron la señal de abordar al enemigo, dejándola izada no obstante haber sido contestada por todos los buques, para manifestar con ello que ninguna otra cosa les restaba por hacer. En perfecta formación, y con el mayor denuedo, prosiguieron navegando todos los buques; abarloados, ninguno salía de su puesto y cada uno avanzaba directamente sobre alguno de los contrarios que a las tres y tres cuartos abrieron sus fuegos de cañón y a muy poco rato el de fusilería del modo más vivo y continuado. Más la Escuadra de Venezuela, acostumbrada a mirar con desprecio el peligro, prosiguió avanzando con la mayor serenidad sin abandonar su puesto ninguno de los buques, sin disparar un tiro hasta que estando a toca de penoles rompieron los fuegos de cañón y fusilería, sin que se pueda decir que fue primero: si abordarlos o batirlos. Rompiéronse los baupreses, el Bergantín Independencia se hecho sobre el San Carlos, el maderaje de éste crujió, se le partieron las antenas al golpe de las hachas de los ciclópeos marinos de Colombia la grande; Padilla, Beluche, Tono, Baptista, Urribarrí, Chitty, Caminaty y Joly, transformanse en héroes tocados por Tritón; ebrios de coraje y en un impulso de exterminio dan comienzo al abordaje; con acérrima pujanza degüellan sin misericordia al enemigo, barriendo la cubierta del Buque-Insignia Español; bajan la cámara y prosiguen luchando con desenfrenada furia hasta que se le lanza al agua el último de los sobrevivientes tripulantes; la humareda de los disparos, la sangre y la pólvora tejen un manto de confusión que cubre de luto el bélico escenario del Lago marabino; el Confianza aborda valerosamente a una Goleta; a la Emprendedora, se rinde el Bergantín-Goleta Esperanza, que vuela inmediatamente dejando a ésta, al Marte y a los demás buques bajo una densa nube de humo, sin que pueda en rigor decirse cuál fue la conducta en aquellos críticos momentos por las tres naves republicanas, pero sí podemos afirmar que el Marte batió completamente y rindió varios buques hispanos y que todos los demás cumplieron con sus deberes bajo la égida del más sublime patriotismo hasta que resonó por los ámbitos lacustres un vibrante grito de victoria.

Aprovechando los realistas su mayor proximidad a la Antonia Manuela, la atacan y abordan sin dejar con vida a nadie, ni aún a los heridos y muchachos de cámara; pero habiendo llegado en su auxilio la Goleta Leona y un bote armado del Independencia, aquella con los fuegos protege a éste y la recupera inmediatamente. Pero los realistas se encuentran en la más angustiosa circunstancia, en medio del fuego, y perdida la esperanza de salvarse al ancla, ante la proximidad de la derrota, pican los cables y tratan de escapar haciéndose a la vela, más de nada les sirven ya sus últimos esfuerzos, pues la locura incontrastable del combate, la desmoralización invade sus ánimos y ya nada puede impedir el desastre; once de sus buques mayores son hechos prisioneros, la mayor parte de la tripulación del San Carlos se arroja al agua e igual suerte corre la de los otros buques, exceptuando la del Bergantín-Goleta Esperanza, que en terrible explosión es aventada por los aires, al producirse el incendio de la Santa Bárbara.

En poco tiempo las aguas del Lago se tiñen de sangre, cubriéndose de cadáveres y de heridos que en ademanes de angustia luchan con la muerte. Únicamente tres Goletas logran escapar; las dos que estaban a la vanguardia y la Especuladora que, aunque hecha pedazos y con muy poca marinería, acercándose a la costa, junto con las Flecheras Maracaibera y Atrevida y la Flotilla de Faluchos y Piraguas armadas, levaron anclas y zarparon buscando el abrigo de la Fortaleza; El Bergantín Independencia lanza fuego sobre ellas; el Marte sobre la Especuladora, mientras que las Fuerzas Sutiles eran batidas por la Goleta Espartana y Leona. Los buques menores de Venezuela les causan también estragos de consideración. El Comandante de la Escuadra Española, Contralmirante Ángel Laborde y Navarro, pasa apresuradamente al Castillo San Carlos, gana luego la Barra y sigue mar afuera, rumbo a Cuba.

Con el fin de curar los heridos, amortajar los cadáveres y lavar las embarcaciones, ordena el Contralmirante Padilla que la Escuadra victoriosa diese fondo en aquel campo de exterminio, dirigiéndose poco después a los Puertos de Altagracia, a reparar los quebrantos de la lucha y saborear el néctar embriagador del triunfo definitivo de la libertad.

En la memorable Batalla del Lago de Maracaibo (24/07/1823) las pérdidas de los republicanos fueron de ocho Oficiales y treinta y seis individuos de tripulación y tropa muertos; catorce de los primeros y ciento cincuenta de los segundos heridos y un Oficial más contuso. Mientras que las de los realistas resultaron mayores, sin contar sesenta y nueve Oficiales y trescientos sesenta y nueve soldados y marineros que quedaron prisioneros. Allí en las aguas del Lago, se enfrentaron las fuerzas de Venezuela con diez buques mayores y doce de Fuerzas Sutiles; a quince de los realistas y dieciséis menores que, bien tripulados y guarnecidos, poseían los españoles; pero esa notable diferencia fue superada por el arrojado valor y la decisión incomparable de los bizarros marinos de Colombia la Grande.

En dos horas de recio combate se decidió la acción, coronando con los laureles de la victoria a las armas de la República y abriendo el camino de las negociaciones al Gobernador y Capitán General de Venezuela Tomás José Morales, quien al concluirlas el 3 de agosto siguiente, se obligó a entregar el resto de los buques de la Escuadra Española, la Plaza de Maracaibo, la Fortaleza de San Carlos y la de San Felipe en Puerto Cabello, así como todos los sitios ocupados para entonces por las huestes realistas y evacuó definitivamente el territorio nacional el día 15 de agosto de ese mismo mes, con lo que se puso de manifiesto que, en toda su honda trascendencia, este glorioso hecho de armas protagonizado por las Fuerzas Navales venezolano-españolas, fue el sello definitivo de la Independencia absoluta de Venezuela, conquistada dos años antes por el Libertador Simón Bolívar en la Batalla Campal de Carabobo.

En poder de los republicanos quedaron como trofeos de guerra el Bergantín de guerra español San Carlos, El Bergantín-Goleta General Riego, Las Goletas Mariana, Liberal, María, Estrella, María Habanera, Rayo y Cora, los Pailebotes Goajira y Montserrat y el Falucho Relámpago. Únicamente tres Goletas pudieron escapar, la Salvadora y la Zulia que se hallaban a vanguardia, la línea más inmediata a Maracaibo y la Especuladora, que acercándose a la costa, huyeron a guarnecerse bajo los fuegos de la Artillería del puerto, junto con las Flecheras Atrevida, Maracaibera, Guaireña y la Flotilla de Faluchos y Piraguas armadas que, aunque hechas pedazos y con pocos tripulantes, se salvaron al favor del poco hondo y de los bajos de la costa.

La Goleta de guerra Especuladora, Buque Insignia del Contralmirante Laborde y Navarro, fue la última en abandonar aquel campo de exterminio bajo el fuego que le hacían el Bergantín de guerra Marte que, junto con el Bergantín Independencia, las Goletas Espartana y Leona y las Fuerzas Sutiles de la República, encargadas de perseguirlos, causáronle daños de consideración hasta las cinco y treinta de la tarde en que hallándose a dos tercios del alcance del cañón de a 18 que defendía la Plaza, cesaron los fuegos y retrocedieron, haciendo luego la señal de reunión y siguieron sobre nordos fueron a colocarse en las proximidades de tres Goletas presas que se hallaban varadas en las inmediaciones de Capitán Chico.

A las seis y cuarenta y cinco minutos dieron fondo en aquel paraje los Bergantines Independencia y Marte, las Goletas Espartana, Leona, Emprendedora y Peacock y como se les incorporase el Capitán de Fragata Gualterio D. Chitty, Comandante de las Fuerzas Sutiles, con algunas embarcaciones, se le comisionó para que salvase las Goletas varadas. El resto de los buques de la Escuadra vencedora, así como mayores y menores, se hizo a la vela para ir a dar fondo en la costa de los Puertos de Altagracia conduciendo las demás presas, al tiempo que el Comandante Chitty daba comienzo a su ardua tarea que logró exitosamente a las tres y treinta minutos de la madrugada del 25 de julio de 1823.

El Gobierno de Colombia la Grande decretó honores para todos los combatientes considerándolos como Beneméritos de la Patria y merecedores de la Estrella de los Libertadores de Venezuela, y el Almirante Padilla recomendó al Poder Ejecutivo las madres, viudas y huérfanos de los que habían perecido en aquella gloriosa Batalla Naval, e hizo especial mención de la brillante conducta observada por el Comandante del Bergantín Independencia, Capitán de Navío Renato Beluche; el Comandante del Bergantín Marte, Capitán de Navío Nicolás Joly; el Mayor General de la Escuadra, Capitán de Fragata Rafael Tono; el Comandante de las Fuerzas Sutiles, Capitán de Fragata Gualterio Davis Chitty; el Comandante de la Goleta Independencia, Capitán de Fragata Samuel G. Pilot; el Comandante de la Goleta Aventina Peacock; Capitán de Fragata Manuel Castelli; el Comandante del Bergantín Confianza; Teniente de Navío Pedro Lucas Urribarrí, el Segundo Comandante del Bergantín Independencia, Teniente de Navío Min Sir; el Comandante del Pailebot Rayo, Teniente de Fragata Tomás Balbuena; el Capitán del Bergantín Marte, Teniente de Fragata Denis Thomas; el Segundo Comandante del Dunión Sibil, Alférez de Navío Francisco Padilla; el Segundo Comandante de la Goleta Aventina Peacock, Alférez de Navío Felipe Baptista; el Comandante de la Goleta Antonia Manuela, Alférez de Navío Félix Romero; el Comandante de la Emprendedora, Alférez de Fragata Tomás Vegas; el Oficial de la Antonia Manuela, Alférez de Fragata Gerónimo Rengifo; el Comandante del Pailebot Diligencia, Alférez de Fragata Enrique Belmont; los Oficiales de Marina Carlos Honek, John Stuard, N. Stuard, Domingo Díaz, N. Valencia, Francisco Zamora, José de los Santos Prado, Joaquín García, Pedro M. Iglesias, Alejandro Baldomero Salgado, Francisco de Paula Urueta, Bartolomé Pérez Castro, José M. González, Cosme Boya, Vicente Díaz, José Francisco Coll, Miguel Salinas, M. Cortés, José Eugenio Hernández, Alejandro Blanco y Venancio de Ávila.

—En una de las tantas reuniones de los compatriotas del Zulia. Lanzó Ana María Campos su famosa frase de fe revolucionaria: “SI MORALES NO CAPITULA, MONDA”. Esta expresión pasó a ser el santo y seña de los patriotas y corrió con vivificante entusiasmo por la atribulada ciudad. Sintiéndose humillado, ordena el jefe realista que la Campos sea vapuleada públicamente, montada en un asno y paseada por las calles de Maracaibo como escarmiento.

A poco, el Almirante Padilla derrota a la escuadra realista en el Lago y Morales capitula, dándole así la razón a la profecía de la heroína.
—Data: Historia Naval de Venezuela.


¡Pa’lante Comandante! Tenemos que seguir el ejemplo que Bolívar dio.

Sí la Adversidad se opone ¡Hay que luchar contra ella!

Hasta la Victoria Siempre. Patria Socialista o Muerte.

¡Venceremos!


manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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