Hugo: el tamaño de la aguja no depende de Dios

Con frecuencia te escucho decir: “Más fácil es que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico al reino de Dios”. Recuerdo la infancia y con ella a los mayores, cuya sabiduría de la vida solía expresarse mediante refranes o lapidarias frases. Algunos gozaban de mi agrado: “Quien a hierro mata, no puede morir a sombrerazos”; ante la muerte de alguien: “No me alegra, pero me entra un airecito”; y “Aquí se hace y aquí se paga”; pero otros, en este caso una frase, me resultaba insoportable por su descarada invitación a la resignación y al absurdo: “Si Dios quiere, mijo”. ¿Cómo que si Dios quiere? ¿Cómo no va a querer que tengamos salud? ¿Cómo no va a querer que seamos felices…, que vivamos en paz? ¿¡Cómo!? ¿Nos libra o no de la tragedia? ¿Cómo aceptar después que así lo quiso?

Ha pasado el tiempo y la respuesta se circunscribe sólo a la creencia, al reprimido pánico de hallarse en el mundo a merced del accidente y el destino, a la apetencia inevitable del mal en cualquiera de sus presentaciones infames. Prosigue el “Si Dios quiere”, extendido ahora al porvenir del Proceso como si se tratase del compañero más consecuente e impotente de Hugo, junto a los buenos y bonitos… Miro la historia y en sus vicisitudes aparecen los imperios defecando en tal voluntad, reinando en su nombre. Mucho antes de los reclamos de Silvio en su Cita con…, Cipriano Castro dijo: “¿Para qué quiero gloria, si hasta los ángeles engañan?”.

El esfuerzo en educar y el medio para hacerlo debe ser la misión mayor, el aliento sagrado para una comunidad de motivos recíprocos; en lugar del reino de Dios y del cielo, reafirmador de la condición “pobre”, afirmar: “Sin los ricos, seremos ricos” o “Los ricos te atan al infierno”. Pero Hugo, si me vienes (en público) con aquello de: “Padre, écheme la bendición”, manos juntas, cabeza inclinada, receptor casto del Espíritu Santo y de paso con un parpadeo sostenido como de Primera Comunión… ¡Bien lejos que está esa Revolución!

Bueno Hugo, el extenso preámbulo es para compartir una caricatura alusiva al título de este escrito, realizada por Quino. Por si subestimas la ética del rico.

Rueda caricatura:



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Antonio Rodríguez


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